De los ¿humildes? eruditos es el reino de los cielos

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 224.-


En estos días oyendo y reflexionando sobre las situaciones que se presentan en nuestros países con las sociedades y sus representantes, me viene a la mente la expresión de un amigo, hablando en general sobre la forma hoy casi percibida como normal del discurrir de la vida: “Que vendrá ahora?”

La inseguridad, la falta del respeto por los derechos del otro, la permanente presencia de la intención de apoderarse de bienes comunes y de incumplir las obligaciones y compromisos y la banalización de las faltas contra la ética pareciera que deslizan cada vez más a las comunidades como en un tobogán, hacia un foso donde pareciera que la sociedad quisiera sumergir la calidad de vida. 

Se entiende esta afirmación cuando aspectos indispensables para el funcionamiento permanente de una sociedad, como son la seguridad, la justicia, la salud, la educación, se ven enmarcados en la, cada vez más funesta, polarización. No decimos en el ambiente político, porque sabemos que todo el acontecer tiene su marco político. (Política: Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados.). Decimos polarización.

La omnipresente polarización fácilmente se ve en su esplendor cuando se lee y escucha las manifestaciones por cualquier medio de comunicación, sean las cortas frases de las aplicaciones, o los programas de “opinión”, o las noticias del acontecer diario. Esas manifestaciones por lo general hacen gala de la pretendida erudición de quien las emite, muchas veces supuestamente soportada por cifras puntuales no verificadas, que exigen convertir automáticamente la opinión de quien las emite, en una verdad de obligatoria adopción por todos sus receptores so pena de ser tildado de ignorante, obstaculizador, pusilánime, “ni ni” o “indeciso”.

Pareciera, viendo el panorama de la interacción, que llegó la hora definitiva de “la falta de ignorancia”. Expresión que se le atribuía en su momento a un famoso político demócrata latinoamericano. Hoy todo el mundo es erudito, y como tal, opina y debe manifestar su seguridad absoluta de poseer las respuestas y soluciones fáciles a cualquier situación, aunque no estén claras las preguntas a que deba responder. En otras palabras, parece que llegó la hora de sepultar el, alguna vez apreciado, valor de la HUMILDAD, para verla solo como un obstáculo para descollar iluminar y convertirse en líder. 

Hoy, cualquiera que manifieste algún tipo de duda prudente sobre la forma de solucionar algún problema, especialmente si tiene algún grado real de conocimiento sobre su complejidad y solicita algo más de estudio, análisis y trabajo para su solución, sin adoptar inmediatamente una posición extrema, es quien debe ser catalogado de obstruccionista, ignorante o indeciso, no de humilde.  (Solo sé que nada sé).

Pareciera que la conclusión normal, conveniente y fácilmente adoptada por ser poco exigente es, paradójicamente, que:  Quien no adopte un extremo en la polarización, es ignorante. Solo los extremos son conocedores de las respuestas.  Dueños de la verdad

Estableciendo un símil fácilmente comprensible, pareciera que la polarización y el “todo vale” asociado, para destruir al adversario, es como el fluido corrosivo que se cuela por cualquier resquicio y ensucia, destruye y disminuye el funcionamiento y resultado de cualquier equipo mecánico. Basta la menor falla de cualquier “empacadura” que es la llamada a ser el contén, para que inevitable y progresivamente se debilite ante los permanentes ataques destructores del ambiente. Podemos tener una sociedad pretendidamente fuerte y poderosa (como el bloque de un motor o sus pistones) pero que depende de la fragilidad de las empacaduras que lo deben proteger del ambiente, que puede destruirlas. Esas empacaduras son los valores asociados a la ética que debe imperar en la sociedad y su organización y que son atacados por la polarización y el “todo vale”. 

La polarización es el “fluido” corrosivo de cualquier equipo que quiera funcionar positivamente. Y si esa polarización tiene elementos que la incentiven, es poco lo que queda, a pesar de la robustez que pueda tener el equipo, para obtener un resultado confiable y sostenible. 

La polarización está impactando prácticamente todas las actividades tanto en la cadena productiva de bienes y servicios, como en el funcionamiento del estado que debe ser orientado a la eficiente asignación y distribución de responsabilidades, para la administración de recursos recaudados. Hoy existe la amenaza que esa distribución de responsabilidades no esté asociada a la capacidad, sino a la conveniencia de mantener el control de esos recursos y el poder de distribución de posiciones. Esa polarización y abuso asociado, parece contagioso. Se hace presente, desde las actividades más simples, como podría ser la elección de una reina de feria veredal, hasta las más complejas como la administración de justicia. Causa el estancamiento, la destrucción de avances logrados y el desperdicio de oportunidades de planificar e invertir y capitalizar esfuerzos hacia el futuro. En otras palabras, se convierte en virtud del extremismo, en la mayor amenaza para la estabilidad y progreso de nuestros países

¿Cuál debería ser el enfoque para evitar ese impacto negativo? No puede ser eliminar la libertad de pensamiento, expresión y emprendimiento, aunque haya formas de pensar extremas.

El enfoque debería ser, minimizar el impacto que esa posible divergencia, transformada en agrupación radical de extremos, cause, si queremos empezar a rescatar los valores que hacen posible y sostenible una sociedad con calidad de vida.

Parecería que el enfoque no debe ser elegir administrador o mandatario al representante de uno de los extremos y esperar que “imponga» su pensamiento y forma de funcionar la sociedad, a los demás que se le opongan. El resultado, como podemos comprobar con las situaciones que estamos presenciando, es que se hace imposible sumar esfuerzos y siempre existirá un “ellos” y “nosotros» y el deseo permanente de obstaculizar, o destruir, cualquier acción del “administrador» de turno. Por parte del administrador de turno, el mandatario electo, su mayor logro a alcanzar, parece ser el cambio por cualquier medio, de la forma de pensar de la otra mitad de la sociedad para la cual trabaja, con la excusa que ese fue el mandato del pueblo, cuando en realidad solo ha contado con un respaldo limitado ante la totalidad de los miembros de la sociedad.

El esquema de dos vueltas en los procesos de selección de mandatarios, si bien es cierto que permite que lleguen a la competencia final por la selección los dos más opcionados, aunque democrático, no evita, antes, por el contrario, exacerba la polarización.  La segunda vuelta como intención de seleccionar al candidato que entre dos tenga mayoría, se convierte en un bumerang porque logra que quienes perdieron, siempre lo rechacen y quienes lo apoyaron se conviertan en sus defensores ciegos ante cualquier error o desviación. Total, la suma en busca de resultados siempre tenderá a cero.  

La solución podría venir por el lado de evitar seleccionar mandatarios bajo el mecanismo que induce la polarización. Se debe darle primaria importancia, antes que, al individuo, a un programa atado a un presupuesto con cierto nivel de detalle que ilustre el “como” se va a ejecutar.

Todos los aspirantes que se presenten para ser seleccionados como mandatarios del país, deberían presentar un presupuesto bajo el cual cumplirían su programa. También, unos indicadores de medición de gestión que permitan evaluar año a año, si su desempeño, por el que se le va a remunerar, es el esperado.

Una vez cumplida la primera vuelta, los dos candidatos más votados integrarían sus propuestas y acordarían un programa, presupuesto e indicadores antes de concurrir a la segunda vuelta. Una vez acordado y hecho público el programa, presupuesto, e indicadores únicos, con los cuales se comprometen los dos candidatos, se llevaría a cabo la segunda vuelta, que en la práctica serviría para seleccionar entre los dos, quien sería el primer mandatario y quien su vicepresidente.

¿Utopía? Probablemente. Se trata de proponer empezar a hablar de la necesidad de reestablecer los parámetros positivos como norma de vida y los mecanismos para que la sociedad se cohesione alrededor de ellos, evitando el contagio resultante de no exigir resultados, rendición de cuentas o impedir las repeticiones.  Creo que debemos intentar plantear algo para evitar continuar con la normalización de lo indebido: Que se busque administrar un país desde un supuesto conocimiento y falsa erudición, soportada en la falta de la humildad necesaria para reconocer la incapacidad para aceptar un mandato. Se trata de buscar la forma de promover la disminución de velocidad de la sociedad montada en el tobogán hacia el foso.



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.



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