ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 196.-
En oportunidad anterior escribíamos sobre la visión de la vida como una apuesta. Poco a poco la vida se nos ha convertido en eso, un apostar a que las cosas nos pueden salir como nosotros quisiéramos, no necesariamente producto del raciocinio, sino del deseo o la pretensión de obtener gratificación inmediata a cualquier esfuerzo por mínimo que sea.
Si examinamos la situación general de la mayoría de nuestros países, nuestras sociedades se encuentran enfrascadas en una serie de apuestas significativas donde está en juego en algunos casos, tanto la sostenibilidad de nuestros descendientes como la supervivencia misma de parte de nuestras generaciones actualmente decidiendo su futuro.
Las noticias de cierre de año y balances conjugan dos cosas paralelamente. El gran festejo del mundial de futbol que libera muchos de nuestros deseos reprimidos de diversión y hace que nos abracemos en “apuestas” comunitarias por nuestros héroes deportivos, o nacionalidad, o placer por el espectáculo, por una parte. Por la otra, son fuente de “pre-ocupación” de muchos, (aunque no sé realmente de “ocupación” de cuántos) las noticias que también nos están mostrando, cómo nuestra gente, especialmente jóvenes, sean autoridades o seguidores, o ciudadanos del común, se están matando por creencias “políticas”, más que como se pretende decir, “luchando por ideales” y defensa de “sagrados derechos”.
Pareciera que nuestro sistema preferido y admirado de gobernarnos, una democracia, como se nos inflama el pecho al decir que la tenemos, no es necesariamente el que nos está conduciendo a la obtención de los frutos que buscamos, los deseos que tenemos, o la gratificación inmediata que esperamos.
Como pretendido catalizador, algunos creen, (me parece que nuevamente como ilusión) que la navidad puede contribuir a cambiar un poco el fragor, de la celebración y de la lucha fratricida simultaneas. El mejor ejemplo son algunos gobernantes que empiezan a “festejar”, con anuncios y decretos alusivos, desde septiembre, para lograr la distracción de su pueblo.
Efectivamente con la navidad y con la finalización del año una semana después, todos los años se presenta diciembre como la mejor oportunidad del calendario para pensar un poco dónde estamos y hacia dónde vamos.
Ocasiones para pedir y para reflexionar, pedir bienes y deseos y hacer propósitos. Es lo que se estila. 25 de diciembre, navidad. Fecha de peticiones, fecha de concretar si lo que hemos pedido a alguien, se cumple. De compartir momentos felices, afianzando lazos alrededor de un testigo inocente y todopoderoso, que puede ayudarnos si se lo solicitamos con fe. 31 de diciembre. Fecha de propósitos, fecha de definir y establecer prioridades de lo que vamos a hacer el siguiente año. Fecha para dar por finalizada una etapa y donde miramos hacia adelante con el firme deseo, de progresar, crecer, estar mejor y la ilusión que lo vamos a lograr, pensando nuevamente en la ya famosa expresión: “querer es poder”
Las costumbres populares refrendan esa oportunidad. Colocar una media, hacer una carta, vestirse de un color, pasear equipaje, comer algún tipo de alimento, son forma práctica de expresar lo que esperamos recibir durante la navidad y en el año venidero.
También mencionamos los propósitos para el nuevo periodo del calendario: a partir de las 12 de la noche. Empezar a adelgazar, cuidar más la salud, atender mejor a la familia, trabajar menos, (aunque progresar más) y alcanzar la felicidad.
Pareciera que las cartas de solicitud al niño, san Nicolas, los reyes, o papa Noel, no son solo para navidad. Si no las quemáramos, las carticas podrían unirse a la lista de propósitos de fin de año en un solo volumen.
¿Son verdaderos propósitos los enunciados que presentamos escribimos o compartimos con quienes nos rodean? ¿El pronunciarlos los afirma y asegura que sean propósitos? ¿Hace falta algo más? Alcanzar un nivel de ventas, llegar a una figura y peso que considero adecuado, llevarme mejor con mi familia, obtener un doctorado, pudieran ser típicos de fin de año. ¿Son propósitos?, o son deseos? ¿Son sueños? Podemos decir que cada caso es diferente y pensar que así saldríamos del compromiso de aclarar el tema. La realidad es que lo que para unos es un propósito, para otros es solo un deseo o sueño (al que todos tienen derecho). La gran diferencia es el compromiso con que se adopte y eso, es individual.
Es claro, la suma de compromisos individuales produce un compromiso colectivo. Ejemplos: El deseo, de los ucranianos de expulsar a los invasores, se ha convertido en un propósito solo a partir del compromiso individual de los ciudadanos. Ese deseo convertido en Propósito de verdad es el que requiere la definición de metas específicas y la definición de acciones concretas para obtener los resultados deseados (o… morir en el intento).
En otras palabras, un Propósito, para serlo requiere un plan de acción. Cualquier plan de acción requiere como punto de partida la identificación de la situación actual, su estudio, para compararla con la situación ideal o sueño.
Creo que, si hiciéramos una lista de los “propósitos”, de nuestras sociedades, podríamos sorprendernos de la comunidad de ellos en la mayoría de América: Nuestros “propósitos”, sin haber hecho la encuesta, creo que reflejarían entre otras cosas: Lograr que nos respeten los derechos de todos. Mejorar la educación y que se respete el derecho de todos a ella. Que se nos garantice la salud. Que deje de subir el “costo de vida”. Que la justicia sea imparcial y se aplique a todos. Acabar con la corrupción, que nos está robando nuestro esfuerzos y posibilidad de progreso. Gozar de libertad plena.
Para tratar de obtenerlos se puede redondear decretando que Todos tienen derecho a obtener lo enumerado en la lista, Alguien debe hacer que se logre y Nadie puede oponerse. Con estas declaraciones compartidas por todos, la claridad de las mismas y sobre todo la fijación de responsabilidades que contiene, es posible que este año si logremos un verdadero cambio. Eso deseamos.
Solo faltaría por resolver a quien enviarle la “Lista de Propósitos” y ya podemos sentarnos a esperar que se cumpla, esa lista que salvaría a América. Es como si en el caso personal, pudiéramos continuar con nuestro nivel de actividad, hábitos, y dieta, que este año si voy a bajar de peso, porque el vecino me dijo que, si yo lo deseo, es suficiente. Enunciar mi deseo como propósito es suficiente para que mi cuerpo pierda peso y se vea más esbelto y mi salud mejore. No es necesaria mi participación y compromiso. Mi vecino me prometió que eso es posible y se va a dar, tan solo usando ropa amarilla el 31 de diciembre.
Pareciera que viviéramos en un mundo de ilusiones, sueños sin acción. Con la pretendida esperanza que alguien puede lograr todo lo que deseamos, haciendo lo mismo que hemos venido haciendo consuetudinariamente. Manifestar deseos, sueños, ilusiones, promesas, como propósitos sin plan de acción y sin ni siquiera analizar a cabalidad la situación en la que estamos y lo que hemos estado haciendo para tener los resultados que venimos obteniendo.
Creo que después de los últimos 30 años y sus resultados, por lo menos en América latina tenemos una serie de síntomas identificados que nos pudieran motivar a la lista de deseos conjunta de que hablamos en los párrafos anteriores. Sabemos qué deseamos. Solo falta definir los objetivos, enunciar y analizar las potenciales metas, trazar el plan de acción mejor y comprometerse a ejecutarlo. ¿Fácil verdad? Por lo menos parece una tarea un tantito más fácil que la de los ucranianos.
Por lo pronto y para practicar antes de la tarea mayor como sociedad, y sin pecar de ambiciosos, entrenémonos trazando el plan de acción personal para adelgazar y algún otro, como por ejemplo educar a nuestros hijos y nietos en el rechazo a la destrucción y aprovechamiento indebido de la propiedad ajena, si creemos en la necesidad de fijar el Propósito de educarlos bien.
Arranquemos el 2023, como el inicio del cambio. El de verdad, el que nace de abajo hacia arriba, en nuestros hogares, con nuestros descendientes. El de la necesidad de adoptar compromisos. Dentro de un plan, aunque tardemos décadas en recuperar y construir un mundo mejor