Actitud

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO VI – N° 260.-


Es conocido cómo, desde el punto de vista del comportamiento y el enfoque para vivir una vida feliz, saludable y plena, según cualquier influenciador o consultor sobre el comportamiento humano, se debe valorar favorablemente las cosas que poseemos y rodearse de personas con esa característica. En otras palabras, ser OPTIMISTA y rodearse de seres que también lo sean.

RAE:

OPTIMISTA: adj. Que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable.

PESIMISTA: adj. Que propende a ver y juzgar las cosas por el lado más desfavorable.

Como resultado natural, a cualquiera le parece positivo ser optimista y negativo ser pesimista. Esa es la connotación de los ya convertidos en característicos, adjetivos calificativos.  La gente lo incluye con orgullo en su descripción: “Empedernido optimista”, he visto en la descripción de algunos perfiles. 

Considerando las definiciones, la percepción general de valoración positiva y las recomendaciones de especialistas, parece que fácilmente se puede llegar a la conclusión, que el factor clave de éxito, en el plano individual y colectivo, es rodearse de un ejército de optimistas, como elementos positivos, para alcanzar el éxito de una idea o proyecto. 

Por deducción, casi que se puede afirmar entonces, que una sociedad optimista debe ser una sociedad exitosa.

¿Que nos muestra la realidad en nuestra región?

de los tópicos importantes en los que se ve involucrada la percepción de los ciudadanos, no es de extrañar que, como resultante de la suma de esas percepciones en la actividad diaria, se adopten diferentes posiciones y acciones en términos generales, frente a los mismos hechos. La polarización mencionada frente a la visión del futuro se hace presente en forma global en las comunidades, como resultado de esas percepciones diferentes, de las experiencias y el peso que se les dé.

Vemos entonces que, a nivel de comunidad, país, o región, a partir de la suma de los mismos hechos divulgados ampliamente, la posición es diferente y es expresada fácilmente en dos manifestaciones verbales de sentimiento, totalmente antagónicas: “Las cosas van a salir bien” (OPTIMISMO) y, “No hay nada que se pueda hacer” (PESIMISMO)

Dicho en esta forma, y de tanto oír estas expresiones, ya casi que se entiende y acepta, que hay pesimistas y hay optimistas, “per se”, como característica individual y, extrapolando, sociedades pesimistas y sociedades optimistas.

En el ambiente “normal” (¿la polarización?), tenemos entonces dos ejércitos, el de los positivos y el de los negativos.

Los periodistas e investigadores solo tienen que indagarle, a cualquier miembro de nuestra sociedad, sobre un tópico, para tratar de conocer cuál es su visión. La visión de un optimista o la visión de un pesimista.

Sin embargo, el OPTIMISMO y el PESIMISMO adoptados como actitudes de nuestras sociedades, están asociados a algo más que un deseo o producto que se adquiere, o a una recomendación de expertos sobre el comportamiento como factor clave de la felicidad. Con nuestros países, llenos de recursos naturales, de ubicaciones privilegiadas, de lugares ¿por qué no podemos ser unánimemente optimistas y así tener una sociedad exitosa? 

Porque El OPTIMISMO Y EL PESIMISMO están asociados a la experiencia.

Recuerdo la expresión de un colega que decía que la gente se dividía en dos, según sus características: aquellos que siempre tienen una solución para un problema y aquellos que siempre tienen un problema para cada solución.

Un ser humano al nacer no es ni optimista ni pesimista y no se le puede inyectar alguna de las actitudes como una más de las vacunas para protegerlo.  El conocimiento, el sentimiento que le despierta aquello a lo que está expuesto y la conducta que se desarrolla en el individuo, componen el resultado y esto es cada vez más conocido y utilizado por cualquiera que pretenda ejercer un liderazgo para vivir de la sociedad que dice representar.

El problema real se presenta cuando a cualquiera, según su experiencia, le preguntan cuál es el éxito a perseguir, y para el cual está dispuesto a formar parte del ejército de optimistas. O cuál es el pretendido éxito con el que no comulga y ante el cual se convierte en pesimista. 

¿Éxito es logar aplastar al adversario, y para ello conquistar un ejército de optimistas que piensan que es posible lograrlo? ¿Apelo a los sentimientos para que los pesimistas se conviertan en mis optimistas y me ayuden en ese objetivo de cambiar el mundo aplastando a mi adversario? ¿Les enseño cuál conducta adoptar y cuál premio les puedo dar, para convertirlos en mis OPTIMISTAS EMPEDERNIDOS?

¿Podemos pensar que soy de mente positiva, y constructor del progreso, si mi optimismo está asociado a pensar que vamos a poder robarnos un Armamento, Destruir el Metro, Tumbar una estatua, Volar un negocio, o invadir un vecino, ¿porque así el adversario se ve obligado a hacer lo que le impongo? ¿O sea, podemos tener un ejército de OPTIMISTAS, para quienes su éxito sea aniquilar al que piense diferente?

Qué pensará la generación de optimistas que creyó en “el Cambio” o creyó en el “Abrazos y no Balazos” o creyó en la desaparición de disidentes, o que “el Covid 19 es una gripe” o que “no se necesita la máscara” o que “no se necesita la

Hoy, ya es conocido por todos, que la mayoría de lideres, supuestamente deseosos de cambiar las cosas, buscan permanentemente y hasta contratan asesores, para encontrar el slogan, la imagen, la promesa, que les permita ponerse a la cabeza de su ejército de nuevos optimistas, para su idea revolucionaria. Y así las sociedades viven de apuesta en apuesta.

Me viene a la mente el caso de un golpista que le dijo a una multitud de PESIMISTAS, que no veían solución, que creían que casi todo estaba perdido, que “por ahora no había tenido éxito” y los convirtió en adoradores de un falso éxito, si lo ayudaban a freír en aceite la cabeza de quienes pensaban diferente. Le creyeron, se convirtieron en OPTIMISTAS de ese éxito y lograron acabar con una generación y la siguiente, la de sus hijos, formada por ellos.

¿Esa es la madera de que está hecho el entramado de nuestra sociedad?  ¿La harina con que debemos preparar el pastel?

¿Ese es el tipo de optimismo, en que nuestra sociedad forma y educa a sus descendientes? ¿Transmitiéndoles que no importa de lo que se trate, es posible que sean felices si logran imponer su deseo a los demás? ¿No hay la menor posibilidad que estén equivocados? ¿De que impongan un error?

Recuerdo cuando pienso en esto, la famosa frase de un connotado político, criollo vernáculo, que declaraba, “no somos suizos”, cuando pretendía zanjar con permisividad, algún tema de comportamiento en la sociedad que pretendía dirigir.

Y es que OPTIMISMO Y PESIMISMO, desafortunadamente no pueden desprenderse del conocimiento de la realidad. De los hechos, de las experiencias, de las leyes de la física, del conocimiento científico. De la “data” como diría cualquier analista. 

Me gustaría encontrar algunas estadísticas de cómo se dividen entre OPTIMISTAS y PESIMISTAS, las sociedades de los países que consistentemente salen ubicados como las sociedades más felices del mundo cada año. ¿Su secreto? ¿Será que no pretenden calificarse y clasificarse unos a otros como buenos y malos, con el rótulo de optimistas y pesimistas, sino con el rótulo de aportantes a su sociedad, colaboradores, pagadores de sus impuestos (altos, por cierto), y orgullosos de serlo casi que unánimemente, sin polarización de este tipo? ¿Será que simplemente se suman al grupo que trabaja unánimemente por su sociedad para, entre todos, lograr la felicidad respetando el conocimiento y apoyándose en las experiencias, la disciplina y la constancia?

Pienso que, con todas las experiencias acumuladas por nuestras sociedades, apostando, y moviéndonos pendularmente entre el Optimismo y el Pesimismo respecto al futuro, ya podemos empezar a reforzar otra actitud. La de convencer, en vez de imponer.  La de empezar a analizar si la suma cero, (perdedores para que haya ganadores), tiene futuro. Si utilizar y creer en la justicia solo cuando los fallos me son favorables, es prueba de éxito. 

Pero hacerlo genuinamente.

Los grupos fuera de la ley han hecho tradicional un mensaje que le hacen llegar a quienes quieren chantajear/amenazar para sus fines: “Plomo? ¿o Plata?”. Ese es el mensaje. En el mundo político actual la actitud de trabajar con otras instituciones está derivando en una versión refinada del “Plomo o Plata” y es la de: o cuota (maletín, o posiciones en el reparto de la burocracia pública) o inhabilitación política (condenas por “mi justicia” previamente conquistada)

¿Podríamos empezar por analizar en grupos de estudio, con representantes de las diferentes áreas del conocimiento y la industria, gremios y asociaciones, la conveniencia de hacer legal el cabildeo (Lobbying)? ¿No sería esa una buena vía de sacar de las trastiendas y cuartos oscuros la innegable solicitud y aportes (maletines) a las instituciones, para convertir al optimismo a pesimistas?

Otra acción a estudiar, por los mismos entes mencionados anteriormente, para evaluar su conveniencia, no podría ser la de acordar la necesidad de presentar su programa de acción, acompañado obligatoriamente de un presupuesto, ¿por parte de cualquier candidato a ser funcionario de elección popular?

Creo que nuestros problemas como lo dije antes son de actitud, y trabajar en acciones que promuevan un cambio de actitud, podrían ser pasos en la dirección de disminuir el comportamiento pendular de nuestras sociedades a la hora de seleccionar sus representantes. Dejemos de pensar en ángeles y demonios, buenos y malos para amar u odiar. Pensemos en seres humanos a quienes ayudemos a convertirse en confiables. A lo mejor, mediante el análisis realmente objetivo de la data, podremos adoptar algunos ejemplos de sociedades de otros países, aunque no sean de climas caribeños y paradisiacos.



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.   


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