
Eugenio Montoro
El ámbar es una piedra semipreciosa de origen orgánico. Los árboles producen una resina como defensa al ataque de animales o heridas y esa resina con el tiempo se endurece. Los que vieron la película “Parque Jurásico” quizás recuerden al mosquito atrapado en ámbar de donde se origina la idea de reproducir dinosaurios.
En efecto, hay curiosísimas formaciones de ámbar que muestran en su interior a escarabajos, escorpiones y hasta ranas. Los antiguos griegos ya la conocían y estaban sorprendidos al observar que cuando el ámbar se frotaba con un trapo atraía a objetos de poco peso. Parecía que una mano invisible los llevaba flotando por el aire hasta alcanzar a la piedra. A esa piedra mágica la bautizaron “elektron”.
Durante mucho tiempo este fenómeno fue un espectáculo de salón y solo en el siglo XVIII se empezó a analizar en profundidad. Las cosas sucedieron con rapidez y comenzaron las aplicaciones basadas en el uso de la electricidad. Su primer éxito fue el telégrafo que revolucionó las comunicaciones.
Siguieron la iluminación, los generadores y los motores que impulsaron la revolución industrial. En paralelo los conceptos de cargas eléctricas apoyaron nuevas teorías de la luz y del átomo y en general en la mejor comprensión del universo. Por supuesto se metió en los celulares, en los computadores y realmente ya hay pocas cosas en nuestro mundo que no utilicen la electricidad. Y sus coletazos siguen. La energía solar se convierte en electricidad, los autos empiezan a moverse con baterías especiales y pareciese que nuestro querido ámbar persiste en moldear el futuro.
Continuamos produciendo energía por quema de combustibles fósiles como carbón y petróleo, pero están sentados en el banquillo de los acusados por contaminadores y responsables del cambio climático. La presión mundial es enorme para buscar fuentes alternas de energía y este tipo de cambios generalmente empieza poco a poco y de repente se acelera.
Recordemos que en menos de cien años este planeta pasó de su absoluta ignorancia en el uso de la electricidad a su utilización masiva. Quizás a futuro nos parezcan risueños los líderes (¿Chávez?) que mostraban sus boberías al acusar a los países desarrollados de contaminadores y causantes de inundaciones y sequías y al mismo tiempo se pavoneaban al decir que tenían las mayores reservas de petróleo (¿contaminadoras?) del planeta.
No nos vendría mal una dosis de humildad ante la perspectiva de que los tataranietos del ámbar sigan haciendo de las suyas y nos vuelvan al petróleo, ahora de verdad, en lo que Juan Pablo Pérez Alfonzo bautizó como el excremento del diablo. Pero no hay que preocuparse tanto, es posible que con la nueva ley de comunas el petróleo no nos haga falta y volvamos al uso extendido de la leña y a la cría de pollos y maíz en el patio.
Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela
30 de marzo de 2019
