Sobre “La mentalidad anticapitalista”

BRUNO RIGAMONTI GOMES – EL CANDIL – AÑO IV – N° 181.-


El capitalismo ha elevado el nivel de vida en países con cierta libertad económica a un nivel sin precedentes. ¿Por qué, entonces, hay tantos individuos en contra de este régimen?

A partir de esta provocación inicial, el libro “The Anticapitalist Mindset”, de Ludwig von Mises, aborda, directamente (y sin rodeos), cómo los individuos pueden aprovechar todos los beneficios del sistema capitalista y predicar en su contra.

A pesar de la creciente propaganda en varios canales de comunicación sobre “las injusticias” del capitalismo, la falta de oportunidades o la desigualdad entre empresarios y empleados, lo que no se ve son las inconsistencias de las narrativas construidas sobre este tema.

Mises infiere que el capitalismo es un sistema que brinda oportunidades a todos los individuos para alcanzar las mejores posiciones, lograr los mejores resultados o poder incrementar su patrimonio en base a la capacidad creativa y de resolución de problemas de los clientes, ya que el fundamento de este sistema se basa sobre el intercambio voluntario de bienes y servicios entre las personas. Por lo tanto, el fracaso de uno se expone inmediatamente en este sistema, ya que la responsabilidad individual por el propio éxito es lo que impulsa a una sociedad capitalista o de libre mercado.

Sucede que incluso aquellos que tienen un cierto nivel de vida por encima del promedio nunca están satisfechos con lo que tienen, ya sea en comparación con sus pares o simplemente por la naturaleza humana. Mises sugiere que “bajo el capitalismo, el hombre común disfruta de ventajas que, en épocas pasadas, eran desconocidas y, por lo tanto, inaccesibles incluso para los más ricos, pero ciertamente los automóviles, los televisores y los refrigeradores no hacen feliz al hombre. En el momento en que los adquiere, puede sentirse más feliz que antes. Pero a medida que se satisfacen algunos de tus deseos, surgen otros nuevos. Esa es la naturaleza humana”.

Con el aumento de la población, son muchas las ideologías que apuntan a acciones enfocadas al bien común. Sin embargo, cuando se elimina la premisa del libre intercambio en un mercado con aspectos subjetivos, como es el caso del precio de una mercancía en el que el comprador y el vendedor deben ponerse de acuerdo, y se pasa a la determinación de los aspectos objetivos (como sería el caso de la fijación de precios), se remueve la base de toda generación de riqueza y no hay, por tanto, cálculo económico, removiéndose así los pilares que hicieron avanzar dramáticamente a la sociedad en los últimos siglos, luego del advenimiento del capitalismo.

De esta forma, queda claro que, en una sociedad libre y en expansión, sólo hay un camino factible para mejorar las condiciones materiales de la humanidad: acelerar el crecimiento del capital acumulado en oposición al crecimiento de la población.

Por eso es tan importante la figura del consumidor en un mercado libre: es él quien premia a los individuos que mejor resuelven los mayores problemas de la forma más eficiente. En consecuencia, lo que hace a un hombre más o menos próspero no es la evaluación de su contribución sobre la base de un principio “absoluto” de justicia, sino la evaluación por parte de sus semejantes, quienes aplicarán únicamente el criterio de sus necesidades, deseos y metas personales. El sistema de mercado democrático es exactamente eso. Los consumidores son supremos, es decir, soberanos. Quieren estar satisfechos.

El punto central del libro radica en denunciar el resentimiento de quienes no se adaptan a los matices del capitalismo y, por tanto, no alcanzan el éxito de los demás, sintiéndose descontentos con su propia realidad.

El autor señala que “la búsqueda de un chivo expiatorio es la actitud de las personas que viven bajo un orden social que trata a cada uno según su contribución al bienestar de sus semejantes y en el que, por tanto, cada uno es el origen de su propia suerte, en este tipo de sociedad, cada individuo cuyas ambiciones no han sido plenamente satisfechas odia la suerte de todos los que han tenido más éxito.

El necio libera estos sentimientos a través de calumnias y calumnias. Los más sofisticados no descienden a la calumnia personal. Subliman su odio en una filosofía, la filosofía del anticapitalismo, para silenciar la voz interior que les dice que si fallan, es enteramente por su culpa. Su fanatismo al criticar el capitalismo reside precisamente en el hecho de que luchan contra su conciencia de la falsedad de esta crítica”.

Otro punto relevante planteado por Mises está relacionado con las críticas que sufren las grandes empresas y los emprendedores. Lo que no se comprende es que la característica fundamental de las grandes empresas es la producción en masa para satisfacer las necesidades de las masas, por lo que los propios trabajadores, directa o indirectamente, son los principales consumidores de todo lo que producen las fábricas. Si no existieran empresas eficientes para la producción de alimentos a bajo costo, seguramente habría un número mucho mayor de personas sin condiciones básicas de subsistencia.

El autor comenta ciertas políticas que siempre aparecen en el discurso progresista, y que tendrían un impacto positivo inmediato para aliviar el lastre de las masas sufrientes. Recomiendan, por ejemplo, la expansión del crédito y el aumento del volumen de moneda en circulación (como se vio en varios países tras el inicio de la pandemia a finales de 2019), el piso del salario mínimo a ser determinado e impuesto ya sea por el gobierno, ya sea por presiones y coacciones de los sindicatos (como sucedió recientemente con los profesionales de la salud, además de los docentes exigiendo aumentos salariales en todo el país), controles de precios de bienes y alquileres, así como otras medidas intervencionistas.

Pero los economistas han demostrado que todas estas panaceas no conducen a los resultados que sus defensores quieren lograr. Su efecto, desde el punto de vista exacto de quienes los recomiendan y concurren en su ejecución, es aún más insatisfactorio que el estado de cosas anterior que se proponían alterar.

La expansión del crédito provoca la recurrencia de crisis económicas y períodos de recesión, como la crisis subprime ocurrida en 2008 en EE.UU., con repercusiones en todo el mundo. La inflación hace que aumenten los precios de todos los bienes y servicios. Los intentos de imponer aumentos salariales superiores a los que determinaría la libertad de mercado provocan un desempleo masivo que se prolonga año tras año. La fijación de precios tiene el efecto de reducir la oferta de productos de precio fijo.

Los economistas han probado estas tesis de manera irrefutable. Ningún pseudoeconomista “progresista” ha intentado jamás negarlos. El ataque esencial que hacen los progresistas al capitalismo es que la recurrencia de crisis y recesiones, así como el desempleo masivo, son características inherentes de ese sistema.

Demostrar que estos fenómenos son, por el contrario, el resultado de los intentos intervencionistas de regular el capitalismo y mejorar las condiciones del hombre común es dar el golpe final a la ideología progresista.

El autor también comenta objeciones no económicas al capitalismo, como el argumento de la felicidad (que la posesión de bienes no hace al hombre más feliz), el materialismo (que haría que el hombre se alejara de sus fines más nobles y elevados) y la injusticia (como si naturalmente todos tenían ciertos derechos).

Todos estos puntos se basan en aspectos negativos de la existencia humana, dejando de lado varios factores clave para una comprensión cabal de las bondades del sistema capitalista. Un individuo que satisface sus necesidades básicas está en mejores condiciones para realizar actividades que lo hacen más feliz, sin depender necesariamente únicamente de sus posesiones. Además, al comprender la naturaleza humana y sus capacidades para dar forma al mundo, no usar la creatividad y la inventiva en el manejo de equipos y recursos para transformar insumos en su estado natural en cosas útiles es un paso natural para los seres humanos. Y, por último, como hay avances para la sociedad en general, corresponde a cada uno entender cómo lograr sus fines, preservando el equilibrio de la propiedad privada y el derecho a la vida.


NOTA DEL EDITOR: Artículo publicado originalmente en la página del «Instituto Liberal» de Brasil y es compartido en «El Candil» con autorización de sus administradores.


En el socialismo los individuos son reducidos a uno más del montón

Bruno Rigamonti Gomes
Bruno Rigamonti Gomes

Asociado II del Instituto Líderes del Mañana. Socio/Fundador de V3 Capital | Valoración de la empresa | Capital de riesgo | Gestión Estratégica y Financiera | Inteligencia de negocios.

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