Aprendiendo a ser pobre

EL CANDIL – AÑO III – N° 113

¡Economicen! ¡Economicen! ¡No malbaraten! que lo que hoy nos sobra mañana nos hará falta! ¡Aprendan a ser pobres!   Esa era mi madre, Toya, quien con su perenne cantaleta nos enseñó a apreciar y sacar provecho de lo poco que teníamos. Con estas consignas crecimos y fuimos educados los ocho hermanos Quero Arévalo.  

Apaguen la luz que no están utilizando, cierren el chorro del agua, coman todo lo que hay en el plato, aunque esto último, es verdad, no tenía que repetirlo mucho porque en una casa con ocho muchachos que alimentar no es que sobrara la comida.

Además, en mi familia estaba y está desterrada la frase malcriada “Yo no quiero” o “No me gusta”. Eso del libre albedrío, no entraba en los métodos de Toyita y cada uno de sus ocho hijos, nueve con mi papá, nos ajustarnos a las firmes reglas de mi madre. Por eso, ninguno osaba quejarse del tipo o cantidad de comida o de la ropa, ni tenía la alevosía de renunciar a la única y valiosa herencia que nuestros padres nos legarían: La Educación.     

Estos recuerdos infantiles vienen a mi mente en momentos en que las noticias mundiales sobre el futuro de nuestro planeta y nuestra vida futura no son nada halagüeñas. Unos lo llaman cambio climático, otros culpan a los habitantes terrícolas por la degradación a la que hemos llevado a nuestro único hábitat seguro hasta ahora.  El agua potable escasea, la calidad del aire empeora, la vida marina, aérea y terrestre está en peligro, aparecen nuevas plagas, las enfermedades y nuestro cuerpo se vuelven resistentes a los medicamentos y tanto el agua como la producción de alimentos está tan mal distribuida que en unos sitios escasea lo que en otras partes se desperdicia o tira a la basura.

Sobre este último punto trata el mensaje de hoy. Los venezolanos crecimos con la consigna de que éramos un país rico y en efecto, en algún momento lo fuimos, unos más que otros; sólo que no supimos gerenciar esa riqueza. Obsérvese que no digo disfrutar, porque eso sí lo hicimos, a manos tan llenas que, unos más que otros, desperdiciamos el momento bíblico de las vacas gordas.

Desde hace años, estamos estancados en la época de las vacas flacas, que todos sabemos por cuáles manejos políticos, llegamos al borde del precipicio y en lugar de apartarnos, nos tiramos de cabeza. De nuevo, unos más que otros.

Si en todos nuestros hogares se hubiera implantado la educación en base al “Economicen, no malbaraten”, o “Estudien, para que sean mejores que nosotros”, de seguro habríamos enfrentado con otras herramientas más efectivas, la catástrofe que se nos vino encima y hasta es posible que tal catástrofe no hubiera existido, porque en una población bien formada, capaz, autónoma y segura de sus capacidades la ideología mezquina del resentimiento no hubiera tenido cabida.

Pero ya estamos aquí. Tratemos de lidiar con lo que tenemos y “Aprendamos a ser pobres”. En ese sentido comparto algunas estrategias que, durante años, incluso en los años de abundancia y desperdicio, he venido aplicando en mi entorno familiar, basada en varias ideas generales, relacionadas entre sí:

1) Cuidar e incrementar lo que tenemos: naturaleza, vida, salud, afectos, alimentos, utensilios, trabajo, riqueza, etc.

2) Sacar el mayor provecho de nuestras posesiones: tierra, casa, ropa, alimentos y utensilios.

3) No tirar a la basura ningún utensilio sin antes haberle dado una segunda y hasta tercera vida útil.

4) Dejar las cosas, ambiente y personas, mejor que como las conseguimos.

En esta oportunidad, dedicaremos la atención a sacarle mayor provecho a nuestros alimentos, estrategias hogareñas que fui elaborando a través de la práctica, observación, estudio y experiencia de muchos años y en momentos más felices, de condiciones normales y de abundancia; aunque algunas de ellas son aplicables en las actuales circunstancias menos afortunadas, en las que el alimento escasea y es necesario rendir lo poco que hay.

Por otro lado, en el canal YouTube de internet, se consiguen las más variadas estrategias inventadas ya sea por profesionales de la cocina o por amas de casa o cocineros aficionados, quienes comparten sus experiencias al respecto.

CONSEJOS  BASICOS:

La primera recomendación está relacionada con la limpieza e higiene de los alimentos, hábito que se traduce en salud. Como norma, ningún alimento entra a la nevera sin antes haberlo limpiado y si posible, porcionado, norma que comienza por la limpieza escrupulosa de la nevera y congelador. Curiosamente, el tiempo me ha dado la razón, ya que esta regla es una de las que ahora, en tiempos de pandemia, se recomienda.

Las verduras y frutas de concha dura o resistentes como papas, zanahorias, berenjenas, tomates, vainitas, cítricos, piñas, aguacates, melón, patilla, manzanas, etc., se lavan, cepillan y se secan muy bien antes de guardarlas, ya que la idea es aprovechar las conchas como alimento. Yo acostumbraba sumergir los vegetales en agua con unas pastillitas bactericidas de Bayer o en agua con unas cucharadas de vinagre o gotas de cloro no jabonoso, durante  cinco o diez minutos. Actualmente, gracias a la pandemia se ha generalizado este hábito utilizando alguna solución bactericida comercial o vinagre.

Los vegetales de concha o piel suave como cebollas, ajos, si no se procesan en el momento, se les pasa una servilleta húmeda con un poco de agua y vinagre y no van a la nevera. 

El celery (apio España), cebollín (cebolla en rama) y ajoporro (puerro), se lavan, escurren y secan muy bien y dependiendo de su tamaño, se cortan en dos o tres partes iguales, de modo que entren en una bolsita plástica tipo ziploc. La cebolla en rama no se corta sino que se doblan sus tallos verdes.

Un asunto que atrae diversas y encontradas opiniones son los huevos; y desde ya advierto que mi opinión puede provocar reacciones adversas. El problema se presenta porque no todos los países regulan la limpieza de los mismos para la venta y es común conseguirlos sucios de residuos sólidos. Mi costumbre que aunque tiene detractores a mí me ha resultado práctica por muchos años, es lavarlos.

Si a usted no le parece bien lavarlos y si no hay suciedad sólida visible se limpia cada uno con una servilleta de papel humedecida en agua; pero cuando la suciedad es claramente visible, no queda más opción que lavar cada uno rápidamente con esponja y un poco de jabón, enjuagarlos enseguida y secarlos. Lo que no se debe hacer es dejarlos remojando en agua. 

Los alimentos secos como pasitas, orejones, higos y tomates secos, acostumbro espolvorearlos con dos o tres cucharadas de harina, restregarlos bien en seco y luego enjuagarlos, secarlos y congelarlos. No tema que se vayan a congelar en bloque, secándolos bien eso no sucede, todos quedan separados y fácilmente utilizables. Además podrá comer sus pasas sin temor de morder un grano de arena o tierra.

Igualmente congelo o guardo en la nevera las semillas secas, como nueces, almendras, pistachos, coco, etc., ya que sí se dejan fuera, con el tiempo sus aceites se ponen rancios.

Con respecto a todo tipo de granos secos como caraotas, arroz, arvejas, trigo, etc., similar procedimiento de restregarlos con algo de harina de trigo y luego enjuagarlos; procedimiento que en este caso se hace al momento de utilizarlos ya que no van a la nevera.

Hay varias maneras de conservar las hierbas como el perejil y cilantro. Una de ellas es lavarlas, cortarlas y congelarlas en cubos listos para usar, aprovechando las gaveras de hacer hielo, que se rellenan con la hierba picadita y se cubren de agua. Otro procedimiento es guardarlo en la nevera en frasco de vidrio cubierto de aceite, pero con este procedimiento no duran mucho y se ennegrecen. Otra forma, es colocarlas en frasco con tapa bien cerrado, con apenas un dedo de agua de modo que los tallos apenas toquen el agua; o sin tapa, pero cubiertos con bolsa plástica. De esta manera podemos mantenerlas frescas por casi una semana y evitamos que sus hojas se marchiten o pudran, ya que tienen una vida corta.

De igual manera se hace con el sofrito, o mezcla de cebollas, ajos, ajíes, hierbas, condimentos y demás vegetales, que preparado y listo para usar, se congela ya sea en gaveras de hielo o potecitos plásticos, según la cantidad que se acostumbre usar.

Las carnes y pescados, ya sean bistecs, chuletas, ruedas o trozos enteros, se limpian con toallita de papel humedecida en agua. En épocas anteriores, cuando se compraba en cantidades suficientes para una o dos semanas, se acomodaban sobre láminas u hojas de plástico transparente recortadas de las bolsas plásticas en las que se empacaban los vegetales, tratando que cada porción quedara separada por el plástico, de modo que no se pegaran al congelarlas; y luego se colocaban en bolsas con cierre, tipo ziploc, convenientemente identificadas con tipo de carne y fecha de empaque. 

Los pollos merecen renglón aparte. Ya sea que se utilice en el momento o se vaya a congelar entero o cortado en piezas, primero se limpia el sucio visible, se frotan con limón y se enjuaga bien, se seca y se dispone en porciones según la conveniencia. Es preferible cortarlo antes de congelar, según el uso que se le vaya a dar: ya sea en piezas grandes o pequeñas para freír, guisar o arroz con pollo; la pechuga en milanesas o dados, etc. La idea es dejarlo listo para descongelar y utilizar.

Previendo las fallas de electricidad, es preferible preparar grandes cantidades de comida y congelarlas ya preparadas, envasadas en porciones separadas, listas para su uso, tales como sopas, guisos, arroces, vegetales y frutas. Poner cantidades exactas para una, dos o cuatro personas, ya sea en potes o en envases previamente forrados con bolsa plástica. Luego que estén congelados, se sacan con su bolsa, se etiquetan y se apilan, rescatando el envase, caja o pote de plástico que sirvió para congelarlas y para darle forma cuadrada o redonda y así facilitar su almacenamiento.

Por otro lado, al cocinar al mayor, es decir, cocinar el paquete completo de arroz, granos, carnes, etc., se ahorra energía eléctrica, gas, agua y trabajo, de la misma manera que se gana tiempo y descanso, porque los utensilios se ensucian y lavan una sola vez; se usa la cocina o el horno una sola vez y ya se tiene lista la comida para esos días cuando está cansada, no tiene ganas de cocinar, no tiene gas o se fue la luz.

Espero que estas ideas que seguro ya conocen y practican, sean útiles ya que lo que se trata es de economizar y no desperdiciar dinero, tiempo, trabajo y calidad de vida.

¡Hasta la próxima!

Monterrey – Estado de Nuevo León – México

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