ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO V – N° 206.-
La libertad económica, economía libre, libre mercado o llanamente capitalismo, exige como condición fundamental e irrevocable la separación total del Estado y la economía del país.
Sea que uno esté de acuerdo o no con que se produzca un escenario económico de ese tipo, esa es la definición que corresponde al capitalismo o libre mercado. Lo opuesto es una economía intervenida, sin importar el grado de intervención del cual se hable.
Esto quiere decir que, sea que se trate de una economía mixta ?aquella que permite una limitada libertad económica? o de una controlada completamente por la institución del Estado, en ningún caso puede tratarse de una economía libre o capitalista. Como sistema basado en la propiedad ??????? de los medios productivos y el libre (de la intervención del Estado) y voluntario intercambio de bienes y servicios,
Es tan absurdo como aseverar que existe un círculo cuadrado o una pared toda verde pero también toda fúcsia. Es una clara contradicción de términos que solo puede ser concebida por una mente turbada y confundida, o bien por la de alguien que tiene la clara intención de trastocar los conceptos para evadir la responsabilidad que en realidad le corresponde a las ideas opuestas a la libertad económica, que es lo que comúnmente predican los voceros del socialismo y corrientes similares.
En otras palabras, aceptar que existe el «Capitalismo de Estado» es abrazar una noción profundamente malintencionada y tergiversada, no solo de las ideas de la libertad económica, sino de los propios hechos de la realidad, pues implica dar por sentado que una contradicción tan obvia puede ser posible, al tiempo que se le hace un favor a los enemigos de la libertad iniciando una discusión o debate dando por válida su tan irracional noción económica.
Por muchos años, los opositores a la libertad de mercado se han dedicado a adjetivar al sistema capitalista de muchas maneras, siempre acompañadas de una retórica pomposa que dé la impresión de que se trata de una postura bien fundamentada, siendo la finalidad de ello el procurar que los fracasos del estatismo sean asociados con el capitalismo, evitando así aceptar que son sus ideas las que han fallado una vez más, al tiempo que declaran que «el verdadero socialismo» nunca ha sido puesto en práctica.
Pero lo que en realidad causa una alarmante preocupación en este asunto no es el que tales personajes recurran al invento de una manifiesta contradicción para tratar de excusar los fracasos de las ideas que apoyan, sino el que haya gente educada que le dé crédito a semejante disparate y que quienes hayan advertido la contradicción inherente no se atrevan a exponerla.
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