
Manuel Barreto Hernaiz
“Carne vale”, es decir, adiós a la carne, es el significado de la palabra Carnaval, fiesta cuyo origen se remonta a épocas ancestrales. Así como están acá las cosas, sería menester ampliar la denominación, pues hace un buen rato le hemos dicho adiós no sólo a la carne, sino también al pollo, a las harinas Pan y la de trigo, adiós a tantos medicamentos y no precisamente por mejorías, sino porque simplemente no los hay. Pero, retomemos el asunto: Carnaval, esa festividad que se celebra antes de la cuaresma, que tuvo su origen en aquellas fiestas paganas dedicadas a Baco.
El Carnaval es tiempo de libertad y libertinaje que se termina el Miércoles de Ceniza. Estudiosos del tema nos muestran el Carnaval en la historia como ejemplo de lucha por la libertad o cuando menos la válvula de escape para el oprimido, de las tensiones que genera un año de opresión.
Se trata de una fiesta cargada de rituales y símbolos, donde la estructura social tiene un papel fundamental. Los románticos de siglos pasados definían el Carnaval como una fiesta de tránsito entre el sueño-muerte del invierno y el renacimiento-resurrección de la primavera.
Roberto González Echeverría, al analizar la obra de Alejo Carpentier “El Reino”, nos retrata la festividad así: “El Carnaval, con su rendición a los deseos de la carne, lo teatral y la inversión gozosa de jerarquías… es ese el eje sobre el que pivota la historia… el centro de la historia es la celebración, la alegría y el miedo de acabar un ciclo y empezar el siguiente…”
«una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer…»
Gramsci
Resulta una curiosa analogía el cierre de la cita, la que nos recuerda el pensamiento de Gramsci al comprobar que ciertamente, una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está naciendo pero tampoco termina de nacer…
¿O es que alguien pone en duda, que a pesar de lo satírico, ridículo, irónico, grotesco y burlesco, -elementos todos de uso carnestolendo, pero equipaje permanente de la Nomenklatura del régimen- no nos encontramos en el epicentro de una crisis total? Crisis que se inició con aquellos muchachitos -hace ya una década- disfrazados de militarcitos, en tanto los militares se disfrazaban de demócratas…
Y ahora nos encontramos con una comparsa desentonada que trata de imitar en su maldad a cualquier tiranía que en su salida fue inmisericorde y despiadada con su mismo pueblo; hecho éste que le da absoluta vigencia a aquella sentencia del viejo Marx -La historia se repite siempre dos veces, primero como tragedia y después como farsa- que si no fuese por lo perverso, nos llamase a la conmiseración.
Un régimen disfrazado para ocultar realidades inocultables que brotan de sus resentidas entrañas que se traduce en ese odio utilizado como estrategia política, odio como catalizador que activa rencores y mediocridades, odio como pulsión brutal…aunque lo maquillen en las Naciones Unidas.
Vivimos en un eterno carnaval de ideas, ofertas, promesas y otros falsos disfraces que desdibujan la verdadera fachada y permiten al gobierno continuar con su particular mascarada….
Así las cosas, nos permitimos recordar que Momo era el dios de la irreverencia. Siempre se burlaba de los afligidos y bailaba sin pudor ni recato ante las desgracias ajenas… por tal razón fue expulsado del Olimpo.
Valencia, Estado Carabobo, Venezuela.
30 de marzo de 2019
