Por Freddy Riera
Esta semana continuaré con la serie de artículos donde hago un resumen del libro de Friedrich Hayek “El camino de servidumbre”, y hoy corresponde al capítulo V titulado “Planificación y Democracia”, y que para fines de adaptarlo a los tiempos actuales he llamado “Colectivismo vs Libertad Individual”.
En este capítulo, Planificación y Democracia, se pretende dejar bien claro que la Planificación, como herramienta o modelo central del Colectivismo es totalmente antagónico al modelo de libertades predominante en un sistema Democrático.
El colectivismo, puede describirse con esta frase, que es muy grata a los oídos de los socialistas de todas las escuelas: “Organización deliberada de los esfuerzos de la sociedad en pro de un objetivo social determinado”.
En su conjunto, esa definición conduce a que la única forma de implementar ese modelo de organización social es mediante la existencia de un solo órgano único y totalitario.
Nótese que esa frase excluye el esfuerzo individual y el objetivo no es el bienestar del individuo, por el contrario, se orienta a fines y objetivos difusos, generales, a bienes comunes o al bienestar general.
El argumento que lleva a la conclusión de que el colectivismo solo se puede implementar mediante un régimen de gobierno totalitario es muy simple: El colectivismo suprime la propiedad privada, y como resultado también suprime la libertad individual, somete al individuo a la esclavitud, y por tanto es antagónico a la democracia porque esta promueve la libertad individual.
Por eso es imposible que bajo un modelo democrático prosperen sociedades económicas basadas en el colectivismo. Son modelos y estructuras totalmente incompatibles.
Es el modelo económico capitalista el que se ajusta perfectamente al modelo político democrático.
El colectivismo plantea un conflicto con la libertad individual por el hecho que suprime la propiedad privada, que es un derecho individual en las democracias.
En una sociedad donde el colectivismo o socialismo sea el modelo de organización social y de la producción de bienes y servicios, se establece de forma coercitiva que todos los medios son de propiedad social y deben usarse en nombre de la sociedad, por tanto, su empleo debe responder a un plan único y a una visión única.
Se supone que este modelo persigue el bienestar y la felicidad generales; Pero ¿Cómo se mide ese bienestar general? ¿Puede haber una sola escala para medir el grado de bienestar general?
No solo es que no existe un registro que abarque todas las necesidades de todos los ciudadanos, ni aún con la tecnología actual, es que es imposible para un ente del estado conocer la infinita variedad de necesidades, y ni hablar de los gustos o valores que cada individuo de una nación tenga.
Al hombre le es imposible abarcar un campo ilimitado de necesidades. Aunque cada individuo, además de ocuparse de satisfacer sus propias necesidades, se ocupase de las de otros, solo sería las de una fracción infinitesimal de las necesidades de todos los hombres.
Sobre este hecho descansa la filosofía del individualismo. Esta filosofía no supone que el hombre es interesado o egoísta; Se basa en el hecho indiscutible de que nuestras preferencias son las de cada uno en particular y no las de otro cualquiera, y mucho menos están sujetas al dictado de los demás, como si lo están con un modelo colectivista.
Entonces, la posición individualista se basa en el reconocimiento del individuo como juez supremo de sus propios fines y de lo que gobierna sus acciones. De hecho, cada hombre nace dotado de una personalidad y unas características únicas que lo diferencian de los demás. De ahí la necesidad obvia de asignar un nombre a cada individuo y de asignarle una identidad, pero, además, posee una huella digital única, un ADN único, y el don divino del libre albedrio. Incluso los individuos nacidos de un parto múltiple, aunque compartan rasgos similares, nunca serán idénticos, por tanto, las necesidades, fines y valores serán únicos en cada uno de ellos.
Así que la individualidad no es una doctrina, es una característica natural. Pretender la unificación, la colectivización de los fines, de los medios y las necesidades, es por demás, un acto contra natura y, por tanto, contra los designios y las leyes naturales; es decir, contra las leyes de Dios.
El individualismo no excluye los fines sociales, entendiendo por ello a la coincidencia de los fines y necesidades individuales, es decir, para que haya fines sociales, primero hay fines individuales, ya que los fines sociales es la reunión de fines individuales similares, y donde cada individuo está dispuesto a contribuir de forma voluntaria.
Los fines sociales en un sistema liberal republicano bajo el imperio de la ley funciona de forma diferente que en un sistema totalitario con estructuras colectivistas o socialistas. En el primer caso, son los individuos quienes se agrupan en torno a fines comunes, y con el soporte de estructuras de la propiedad individual pueden producir soluciones particulares e infinitas, promoviendo la inventiva, la creatividad, el desarrollo tecnológico y un mayor bienestar general, adaptándose mucho más rápido y mejor a la extensa gama de particularidades.
En cambio, bajo una estructura colectivista, socialista y con un régimen totalitario que decide por todos, con una planificación centralizada, nunca podrá satisfacer las necesidades del individuo.
Naples-Fl-EEUU
Domingo, 16 de febrero de 2020

Extraordinario artìculo, sobre todo en un lenguaje muy didàctico para comprender lo inverosìmil del mensaje «socialista»…Felicitaciones!!