Por Eugenio Montoro
De repente cambiaron las cosas. La insufrible y peligrosa situación económica en Venezuela debe haber hecho reflexionar a los del régimen, al punto de mandar largo al carajo 20 años de incendiarios discursos comunistas para adoptar ahora medidas (asco) capitalistas.
El uso del dólar pasó de ser un delito con castigo severo a una bendición celebrada por los mandones. La divisa ya circula tanto que, en la práctica, el país camina hacia una dolarización. La moneda, impresa por los gringos, el peor enemigo de los comunistas es ahora autorizada como salvavidas por los rojos tratando de disimular, sin éxito, la humillación ideológica que conlleva.
El control de precios desapareció. Después de cuatro lustros persiguiendo, multando, apresando, cerrando negocios y toda clase de tropelías tratando de mantener los precios regulados, se deja de hablar del asunto y cada quien pone el precio que quiere a sus productos. El esfuerzo de miles de fiscales, ministros, calculistas, las incontables horas de radio y tv hablando pendejadas como la de cuál era el precio justo del cartón de huevos o del solomo de cuerito, se desvaneció de golpe (o mejor de repente para no asustar a nadie).
A los gastos públicos le metieron los frenos. La tarambológica de aumentar los sueldos casi mensualmente se acabó y, por otra parte, se inicia un “paquetazo” sin bulla aumentando el precio de los servicios públicos (como el de los pasaportes) a cifras enormes entre otras muchas medidas que ya se rumoran.
Que esto sea una estrategia temporal para salir del zaperoco está por verse, pero no hay que ser muy listo para darse cuenta del giro en progreso, posiblemente tratando de imitar un esquema chino de economía, donde el comunismo gubernamental celebra (fin de mundo) los miles de millonarios que crea. Como diría un torero, este comunismo “especial” tiene la puntilla en la nuca.
Pero el epitafio se junta con la situación latinoamericana. No hay duda de que el último foro de Sao Paulo celebrado en Caracas decidió tomar el poder en Latinoamérica al estilo de los aviadores japoneses que enfilaban su nave, como un misil cargado de explosivos, y moría el piloto en el ataque. Era como el último intento de encender la pradera empujado por los viejos comunistas que ya presentían el fin. La búsqueda de un milagro revolucionario.
La seguidilla es bien conocida y en casi todos los países de la región se armaron grandes protestas con facilidad usando el método de organización de cuadros que ya existía hace años en todas partes y que Chávez había financiado con el entusiasmo del muchacho que se derrite por la aprobación del maestro.
Pero el mundo ha visto con horror de lo que son capaces los comunistas para llegar al poder. La destrucción salvaje, cual marabunta, de zonas extensas de ciudades ha sido un éxito bajo el objetivo de desestabilizar al país, pero el precio ha sido el de crear una opinión mundial de que ese método no es aceptable e irracional.
Así, los planes kamikaze comunistas han tenido éxito y han movilizado a muchos, pero han matado al piloto. Ahora, ninguna duda que la furia boliviana para salir de Evo fuese influenciada por el no querer repetir el caos comunista y sabrá Dios cuantos votos se fueron al candidato Lacalle en Uruguay por la misma causa.
Las recientes protestas van a generar ajustes en la región y seguramente habrá mejoras de cara al futuro, pero hay un perdedor evidente: el foro de Sao Paulo. Al igual que los dragones heridos de muerte que derrumban con su cola a todo lo que tienen cerca, los ancianos comunistas ven morir sus sueños en medio de un proceso escandaloso, pero sin resultados importantes.
Estamos cerrando el libro de los cuentos de aquella utopía que buscaba el cielo en la tierra y nunca lo encontró.
Maracaibo-Estado Zulia-Venezuela
30 de noviembre de 2019
