ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 194.-
Oyendo algunos programas de TV y escuchando a mi hijo y algunos de sus amigos percibo que en la generación de los 80s y 90 se empieza a presentar la decisión de suspender la suscripción formal a medios de comunicación, como un cambio a lo que tradicionalmente funcionaba: un canal de TV favorito, un periódico y alguna revista favoritos. No quiere decir que no quieran estar informados. Pienso que quieren ser selectivos en la información que desean recibir. En su lugar se afilian a plataformas que les permiten escoger a voluntad los tópicos, forma y circunstancias en que desean recibir su dosis de información del mundo alrededor. En otras palabras, su “dieta informativa”, la pudiéramos llamar. Estas decisiones se ven reforzadas por la disponibilidad de herramientas tecnológicas a su servicio.
Es indudable que estamos viviendo a raíz de la pandemia cambios que probablemente de otra forma no hubieran llegado tan pronto. No quiero afirmar que no hubieran llegado de todas formas. Pero tal vez prefiero imaginar que no tan aceleradamente. Uno de ellos es el relacionado con valores que han sido afectados, en la posición que ocupaban en la población debido a, entre otras cosas, el impacto que sufrió la población desde los medios de comunicación ante la necesidad de intercambiar información, no solo para superar problemas asociados al cambio de condiciones de trabajo que representó la pandemia sino también a la utilización del tiempo de ocio por parte de los “consumidores”.
Una palabra venía siendo usada en muchos escenarios como indicadora del enfoque hacia conclusiones y resultados, que se apreciaban en un mundo cada vez más competitivo. Esa palabra es “pragmatismo”. Ser pragmático según Oxford: “adjetivo: Que se refiere a la práctica, la ejecución o la realización de las acciones y no a la teoría o a la especulación”.
En el mundo normal y especialmente el de los negocios, cada vez estaba siendo más apreciado el término “ser pragmático”. Se apreciaba y es comprensible, la persona que sin mucha teoría iba “directamente al punto”: dar resultados. Esto, como todos podemos pensar, debía mantenerse dentro de los causes y métodos permitidos, legales, aceptados. Filosofar, pensar mucho, planificar mucho, probablemente significa tomarse tiempo y en un mundo en que se miden cada vez más los resultados en unidad de tiempo y se paga por horas, probablemente los indicadores resultantes pueden ser comparativamente no tan atractivos, medidos a corto plazo.
Al llegar la pandemia, probablemente todos estamos de acuerdo en que las cosas se hicieron más difíciles y asociadas a un resultado mayor, sobrevivir. Debíamos mantenernos vivos. De allí se deprendía la necesidad de mantenerse productivos, generando, superando obstáculos y obteniendo resultados. Mucha gente perdió sus fuentes de ingresos, las empresas empezaron a cerrar. La necesidad de informarse, de intercambiar información, se aceleró exponencialmente. La lucha por la supervivencia se convirtió en lo primordial y encontrar vías para generar ingresos, se convirtió en el objetivo vital, después, o compitiendo, con la necesidad de mantenerse vivo. Las primeras declaraciones recuerdo, de algunos “lideres” para captar la atención, fueron literalmente: “No vamos a sacrificar la vida por la economía”. Otros más arriesgados dijeron: “Debemos apagar la economía”. Las herramientas para intercambio de información ya habían alcanzado un nivel que permitía que cualquier hecho, declaración u oportunidad se mostrara en tiempo real en cualquier parte del mundo. Esa herramienta no podía ser desperdiciada y su utilización, especialmente asociada a las redes sociales, ya dependía casi que directamente, de la relación emisor, audiencia, sin la intervención de los intermediarios tradicionales de los periódicos, noticieros, o cadenas formales de comunicación. Sin embargo, a pesar de que se llegó a pronosticar el fin de esas cadenas formales, también su poder de adaptación como empresas, fue su medida del “pragmatismo”, para mantenerse vivos, que se hizo viral en el mundo y para todos.
Se convirtió en sinónimo de pragmatismo para toda la humanidad obtener el resultado: mantenerse vivo, generar dinero para cubrir sus necesidades. Empezó a desdibujarse el cómo obtenerlo y se empezó a agrandar la zona gris. Allí es donde creo, empezó a presentarse uno de los cambios mayores. El problema no fue las herramientas, que ya existían. Fue la forma de utilizarlas. Todo el mundo se hizo consciente, en forma pragmática, que dependiendo de lo que se haga, diga y transmita por los medios, puede ser la diferencia entre sobrevivir o no. El problema a mi entender, que se generó y heredamos de la pandemia, es que debemos pagar un costo, a mediano y largo plazo. El sobrecosto en ese precio es el asociado a lo que está sucediendo con los valores.
Hay términos asociados a conceptos, relacionados con valores. Algunos ejemplos: HUMILDAD, HONESTIDAD, PODER., ÉXITO, RESPETO, RECTITUD, son algunos.
Recorramos un poco lo que está siendo transmitido por las cadenas informativas y por las redes sociales.
Las redes sociales están dando ejemplo de la inmediatez y potencialidad de divulgar algo. “Hacerlo viral” como es el término hoy. No importa la calidad del contenido. Incitaciones, premios, castigos, juicios, aberraciones, todo puede ser trasmitido. (Hablamos del poder que da la herramienta, no el buen sentido) Lo importante al parecer es, cuánto se multiplique, cuántos simpatizantes aparezcan, para dar la imagen de mayoría y por tanto hacer que parezca “verdad”. Las cosas están llegando al extremo que ya se está generando la opinión, tímidamente para no molestar a los defensores de la libertad de expresión, de establecer filtros o límites a ciertos usuarios auto declarados “influencers” que viven en muchos casos parasitariamente por los contenidos malsanos e incitadores al delito que divulgan y promueven
Por otra parte, los medios “formadores de opinión” hacen su labor. ¿Cual? Proyectarse como EMPODERADOS, (Nada de humildes), EXITOSOS (Que hacen dinero), SOLIDARIOS (Que regalan cosas), RESPETUOSOS (que alaban al exitoso), RECTOS (que pueden juzgar), HONESTOS (Que divulgar sospechas es su derecho), JUSTOS (Que defienden una clase social), VERACES (que aseguran que es verdad lo que dice la mayoría).
¿Dónde encaja el verdadero significado de las palabras? HUMILDAD, POBRE, PODEROSO. ¿Cambiaron los valores? ¿O las definiciones? ¿O el mecanismo para aprovechar las oportunidades solo con la proyección?
¿Hasta dónde el mundo se está convirtiendo en uno que se basa cada vez más en la capacidad de convencer unos a otros que somos algo que en realidad no somos? ¿Acaso eso no es engaño? ¿Acaso no es un tobogán hacia el fracaso, llegar poco a poco a tener una sociedad fundada en pretendidas virtudes y talentos que no se tienen, pero se simulan?
¿Como manejamos entonces como sociedad nuestras macro y microfinanzas en este nuevo marco de proyecciones, percepciones, simulación de realidades y comunicaciones basadas en el engaño?
¿Cuánto invierto en dádivas? ¿Cuánto invierto en crear verdaderas oportunidades? ¿Cuál es la diferencia? ¿Si Ud. tuviera una empresa, como seria su presupuesto? ¿Cuál es el mecanismo de sostenibilidad de las dádivas? ¿Cuál es la sostenibilidad de un negocio, empresa u organización, que simula que es productiva, eficiente, mientras dilapida recursos que en manos de otros que sí lo son, pueden dar mejores frutos?
Si hacemos una pequeña tarea podemos comprobar fácilmente que eso que proyectan tanto las redes como los medios, no son los valores tradicionales y arraigados. Son nuevos conceptos de valores bajo las mismas palabras pero que ahora describen otra cosa, que probablemente debemos someter al escrutinio. Probablemente se indujeron por la necesidad de supervivencia en situación extrema de una cantidad significativa de ciudadanos expuestos al peligro, pero no necesariamente creo que deban seguir siendo adoptados y aceptados como lo normal de nuestras vidas en aras del PRAGMATISMO mal entendido, en una especie de tobogán asociado a pretendidas mayorías que nos puede hacer mucho daño si no hacemos el esfuerzo y nos tomamos un poco de tiempo y esfuerzo para evaluar. Aunque el indicador de productividad inmediata se vea afectado a corto plazo.
Cuestionémonos si lo que estamos viendo y oyendo en los medios y en las redes es lo constructivo para nuestros descendientes. Tengamos siempre presente que un gran incendio puede iniciarse con la llama de una cerilla. Creo que ya tenemos suficientes ejemplos de mala utilización de las valiosas herramientas de comunicación, tratando de vender virtudes que no se poseen y ensalzar valores que no son. Lo que empezó como moda o pragmatismo ya ha avanzado lo suficiente como para llegar a cobrar vidas, dañar reputaciones y esfumar fortunas como lo estamos viendo.
Evaluemos seriamente siempre que se nos presente la oportunidad, la afirmación extendida y ya aceptada por muchos, que “Lo importante es la imagen, que es la que vende”
Esforcémonos en rescatar una frase antigua pero válida, aunque parezca contravía al cambio: “LO IMPORTANTE ES SER, NO PARECER”
Mejoremos nuestra dieta para el cerebro y el espíritu, probablemente esa riqueza que nos espera si lo hacemos, sea más apreciada por nuestros descendientes al dejarles un mundo mejor.
Tenemos casi dos decadas donde los perdiodistas honestos han desaparecido la verdad en confabulacion con los gobiernos ladrones y estafadores. Tenemos medios de comunicacion que han vendido su alma y cuerpo a los rufianes y mentirosos. Venden su trabajo honesto al que le de mas dinero. Es por esos que nadie quiere ver o
escuchar esos noticieros que repiten como loros las mismas noticias falsas !!