ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 183.-
En estos días he estado como uno más, viendo lo que ha sido la noticia a nivel mundial en la última semana, como lo refleja el rating. La muerte de la reina Isabel.
Es interesante ver y oír como este acontecimiento es tratado por la sociedad. Cuando en los diferentes países ocurren hechos asociados a las formas de gobierno, bien sea elecciones, consultas, posesiones, acuerdos, tratados, golpes de estado o conflictos, que inciden directamente sobre las expectativas y economía de cada sociedad, las noticias, aunque tienen resonancia Internacional, se asocian de una forma u otra a la economía y expectativas de su impacto en el día a día de la vida de las sociedades. Se hacen análisis sesudos, proyecciones muy basadas por lo general en estadísticas y cifras históricas, pretendidamente analizadas objetivamente.
En este caso se presentan algunas diferencias importantes.
La primera, es que es una noticia verdaderamente a nivel mundial. No hay cadena de TV periódico o red que no la haya adoptado como «la noticia» de la semana. Se ha modificado programaciones, emisiones, y esfuerzo dedicado a su divulgación, en los sitios aún más lejanos de donde sucedió.
Otra característica es el perfil de los analistas del hecho. «Especialistas» en realeza tratando de hacer análisis «objetivos». Algunos políticos de oficio tratando de vender sus puntos de vista, al detectar que la noticia atañe a algo muy atractivo, el poder y comportamiento de las masas.
Una característica, creo yo que realmente diferenciadora, es que la noticia es reconocidamente asociada, a sentimientos de la población, no solo del «reino» sino del mundo. !SENTIMIENTOS! , con mayúscula, de empatía y no de odio o venganza y deseo de exterminio.
Amor, simpatía, admiración, gusto por el protocolo, respeto.
Escuché en las redes algún joven, aspirante a «revolucionario» político de oficio. Hablaba del costo de la realeza. De la riqueza que usufructúa. De sus culpas de hace siglos con el manejo de esclavos como origen de su riqueza. De sus escándalos familiares y de la necesidad de hacerles pagar todas estas culpas. No lo escuché hasta el final, pero por la primera parte de su discurso cabe la posibilidad que piense que es justo desheredar y enviar a la cárcel al recién nacido del príncipe nieto de la reina para así lavar las faltas del pasado del tatarabuelo. Con este razonamiento cabe también la «justa» posibilidad de encarcelar los descendientes de un presidente que liberó a un golpista que luego un pueblo eligió. O encarcelar a Francisco, o al líder de la Iglesia ortodoxa o a los descendientes de pilatos por sus decisiones, o las cacerías de brujas, o a destruir símbolos y recuerdos de la colonia.
Al escucharlo también pensé en otro político altamente comprometido, según sus discursos, con la democracia, el «progreso» y los derechos humanos, entre ellos el de la rebelión. Leí su comunicado evidentemente incoherente, al 62% de los votantes de un país que rechazó en las urnas una constitución «revolucionaria», llamándolos amantes de un dictador que llegó al poder por las armas. Una comunicación totalmente incoherente, especialmente si se recuerda que este «revolucionario» también pretendió, llegar por las armas al poder, pero no pudo.
¿Qué adjetivo podría utilizarse, para estos “revolucionarios”? ¿Progresistas?
Y según estos «revolucionarios» como llamamos a aquellos que se comportan como lo ha hecho gran parte de la población del mundo con la muerte de la reina, al poner de manifiesto su empatía y nos sus cálculos. ¿»RETROGRADOS»?
La fila para presentar sus respetos al féretro en cámara ardiente es de más de 6 kilómetros. 5 millones de personas siguieron virtualmente por aplicaciones, el vuelo llevando el cadáver a Londres. La capital va a cerrar su aeropuerto a las horas del funeral para hacer silencio. Canadá, Australia y Nueva Zelanda, ratificaron inmediatamente al heredero, según protocolo. La mayoría de los países enviarán sus autoridades al funeral.
Todo ello como homenaje a una figura sin poder real sobre el funcionamiento del reino y a quien nadie le pide cuentas por los indicadores económicos, de presupuesto, criminalidad, productividad o progreso en general, o está expuesto a solucionar amenazas de vandalismo o revoluciones, considerando su característica de monarquía parlamentaria.
Cuántos políticos de nuestros países darían mucho más de lo que gastan en una campaña, por ser ello y hoy en vida esas muestras de admiración, respeto, ¿y amor?
¿Pudiéramos inferir algo de este fenómeno?
Decir que el pueblo del Reino Unido y otros como el sueco, belga, o danés, donde los primeros mandatarios (que cumplen un mandato del pueblo) hacen su cola para ir al cine, van al mercado y sus hijos cumplen el servicio militar, son pueblos que les gusta ser subyugados y “mandados” por reyes a quienes aman, aunque no les exigen siquiera que produzcan algo, ¿sería acertado?. Los británicos serán un pueblo amante del autoritarismo según su manifestación de admiración y elección por tres periodos, de una primer ministro que se conocía en todo el mundo como la dama de hierro?
Ese mismo pueblo acaba de ejecutar la expulsión, por la vía democrática de su primer ministro por comportamientos no cónsonos con su obligación de dar ejemplo al festejar su cumpleaños (algo muy humano y normal diría alguien) en momento en que por prudencia se había ordenado a la población no hacerlo. En otras palabras, por no predicar con el ejemplo.
¿Ese pueblo estará dando muestras de ser un pueblo “tonto” (por no usar otra palabra más abusiva y que supuestamente demuestra superioridad ante otros) como, los han calificado algunos?
Parece que no es posible, aunque suene desagradable, dejar de comparar estos comportamientos con otros para tratar de catalogarlo.
Conocemos pueblos donde existen comportamientos diametralmente opuestos.
Pueblos a los cuales les parecería el mayor insulto decirles que deberían tener un rey y príncipes. Pueblos que aceptan que se postulen y hasta reeligen mandatarios, a pesar de ser prohibido por la constitución. Pueblos donde se acepta como normal que sus mandatarios no acaten el resultado de un referéndum. Pueblos donde el nuevo mandatario lo elige el mandatario saliente. Pueblos donde el mandatario encarcela a los aspirantes a contendores en elecciones. Pueblos donde el mandatario no acepta ni como concesión, elecciones libres. Pueblos donde el vicepresidente elige al presidente y luego lo maneja. Pueblos donde el primer mandatario ordena a la corte de justicia los fallos. ¿Cuáles pueblos con su comportamiento proyectan que les gusta más el autoritarismo y sentirse subyugados por sus pretendidos “líderes demócratas y benefactores”? ¿Pudiéramos llamarlos “vivos” comparándolos con el comportamiento del pueblo que ama a su reina mayoritariamente y hace colas de kilómetros para honrar sus restos?
Si nos atenemos a la forma de utilizar el léxico, pareciera que hay alguna incoherencia entre los adjetivos y su aplicación. De pronto en un mundo utópico podría parecer necesario, corregir la utilización errónea de las palabras para que reflejen mejor la realidad, ante la aparentemente insuperable dificultad de cambiar el comportamiento que han tenido y cultivado los pueblos por mucho tiempo. Ninguna de las dos parece tarea fácil.
Mientras tanto, pareciera por lo menos conveniente, siendo inteligentes y no “vivos criollos”, tratar de imitar algo del comportamiento del pueblo británico y su manifestación de sentimientos bajo diferentes situaciones como pudieran ser el abuso de poder, el ejercicio de la democracia y el reconocimiento a las tradiciones que en algún momento contribuyeron lograr un lugar en el panorama mundial.
Pareciera que tenemos cosas que aprender de pueblos “tontos” que, a pesar de su admiración por la realeza, no necesariamente aceptan la viveza criolla y la manifestación de excesos de poder de sus mandatarios.
¿Si Ud. está formando descendientes, a cuál catalogación de pueblos quisiera que pertenecieran? A los vivos que bien representados por dirigentes que los incitan, incendian su país para buscar cambiar sus mandatarios, o a los “no vivos” que, sin incitación, hacen cola para manifestar sus sentimientos a su reina fallecida.