FREDDY RIERA – EL CANDIL – AÑO V – N° 244.-
Con extrema facilidad se tiende a creer que los efectos de un problema son su causa raíz. Generalmente los efectos visibles no son su causa. Por tanto, lo razonable es identificar el origen, sus causas y tomar acciones efectivas y duraderas.
Traigo este tema al tapete porque he observado desde hace ya bastante tiempo, como a través de las redes sociales se difunde mucha información fraudulenta con estas características, en las cuales se ataca el efecto y se lo trata como si fuera la causa del problema.
Me referiré en esta ocasión al tema de las mal llamadas “vacunas” para combatir la cepa COVID-19, o variante del virus SARS-CoV-2, la cual se transformó rápidamente en una partícula muy letal para la vida humana, lo que obligó a la OMS a declarar una pandemia y un estado de emergencia mundial.
Recuerdo que las autoridades sanitarias emitían comunicados con recomendaciones muy vagas, las cuales solo podía ayudar a retardar la infección, pero que de alguna forma todos seríamos alcanzados por el virus en algún momento. Se hablaba de la causa raíz. Esta fue identificada rápidamente, solo que nadie estaba preparado para ofrecer una solución a corto plazo.
Los gobiernos de los países desarrollados ordenaron a las empresas privadas, es decir, a las farmacéuticas, que trabajasen de inmediato para la producción de una “vacuna”. Rápidamente surgieron algunas soluciones. Recuerdo que en ese momento se aclaró que no era posible producir una “vacuna” propiamente dicha, ya que el procedimiento para poner en producción dosis masivas y seguras emplea en la actualidad algo así como unos 10 años.
Para cuando ya las empresas farmacéuticas anunciaban la puesta en producción de una solución, se explicó desde un principio que ese producto no era una “vacuna”. También se explicó que sus productos no evitaban la infección, o el contagio, y que el resultado sería que, si una persona vacunada se infectaba, los síntomas serían atenuados, lo que reduciría las posibilidades de una hospitalización.
A partir de ese momento explotaron las redes sociales con millones de mensajes cuyo propósito a todas luces era la desinformación. Hasta el día de hoy persiste la presencia de un manto gris sobre esta pandemia.
Ahora, con el repunte de una nueva cepa, ya muy atenuada y menos letal, ha resurgido nuevamente su virus gemelo, el de la desinformación.
Nuevamente los ataques se enfilan hacia los efectos y no sobre la causa raíz. Ahora mismo, las redes sociales están siendo inundadas con información que ponen los ojos sobre las vacunas, es decir, en la solución, haciéndonos cree que su propósito es diezmar a la población.
En una misma semana recibí dos mensajes opuestos sobre el mismo asunto. Alguien me retransmitió un mensaje de un médico, autoproclamándose como pitoniso, diciendo que él lo había advertido tres años atrás y que por tanto recomendaba el uso de mascarillas y la aplicación del refuerzo contra la nueva variante del SARS-CoV-2; y por otra vía me enviaron otro mensaje con otro médico explicando en pocas palabras que no tomemos en cuenta esos mensajees agoreros porque la nueva cepa estaba muy debilitada.
Lo más fuerte que leí en unos de los grupos de WhatsApp es que fue Bill Gates el creador del virus y además de la vacuna, ya que el forma parte de una élite globalista que persigue el despoblamiento y la instalación de un gobierno único y universal.
Mientras tanto, esa partícula a la cual se le llama virus y en particular la identificada como SARS-CoV-2 sigue mutando de forma natural como siempre lo ha hecho, lo mismo que lo hacen los sopotocientos virus conocidos hasta ahora.
Esta es mi verdad hasta los momentos. El día que tenga ante mis ojos las pruebas fehacientes de las acusaciones contra Gates y contra muchos otros a quienes se les acusa, cambiare de opinión.
Mientras tanto, considero que nos están mandando a ver los efectos; quiere que veamos que los malos están dentro de nuestra misma sociedad, culpando al mundo occidental, su cultura y sus valores.
Freddy Riera
Economista venezolano en el exilio. Consultor e instructor en logística de abastecimiento y cadena de suministros. Editor de El Candil.