DIOGO COSTA – EL CANDIL – AÑO VI – N° 268.-
Con gran pesar recibí la noticia del fallecimiento de David Boaz, amigo, mentor y gigante intelectual del movimiento libertario. Miembro distinguido del Instituto Cato, el influyente trabajo y liderazgo de Boaz dio forma al movimiento libertario moderno y defendió los principios perdurables del liberalismo clásico.
A pesar de los retos a los que se enfrentaba la libertad, Boaz seguía siendo un optimista y un libertario progresista.
A lo largo de sus 43 años en el Instituto Cato, Boaz sirvió de piedra angular moral para un liberalismo que se tomaba en serio la tradición liberal más amplia. Como becario y más tarde empleado a tiempo completo en Cato, fui testigo directo de la potencia intelectual de Boaz y de su labor pragmática y productiva como editor y mentor de una generación de académicos. Su libro Libertarianism: A Primer, posteriormente actualizado como The Libertarian Mind, ejerció una enorme influencia en mí y en muchos otros. Tuve el honor de trabajar en la traducción de la obra de Boaz al portugués, y se convirtió en un libro clave para influir en una nueva generación de libertarios en mi país natal, Brasil.
El libertarismo de Boaz era persuasivo e histórico. En lugar de defender una visión estrecha y sectaria, situaba el libertarismo en el contexto más amplio del liberalismo, presentándolo como una manifestación de principios arraigados. La insistencia de Boaz en remontar los orígenes del liberalismo clásico a la Revolución Científica sirvió de recordatorio de que el liberalismo debe seguir siendo una filosofía de aprendizaje para mantener su vigencia. Abogó contra el libertarismo nostálgico, afirmando que no hubo una edad de oro del libertarismo, ni siquiera en la fundación estadounidense. En cambio, subrayó la importancia de seguir progresando, sobre todo en la ampliación de la libertad y las oportunidades para los grupos marginados.
Cuando se le preguntó por el mayor logro del libertarismo, Boaz señaló inicialmente la abolición de la esclavitud, y luego amplió su punto de vista, subrayando que «someter el poder al imperio de la ley» era la razón de ser subyacente del movimiento libertario, del que el abolicionismo era un logro muy notable. Reconoció que «la eterna lucha de la Libertad contra el Poder nunca terminará» y que «siempre habrá gente que quiera vivir su vida en paz, y otros que quieran usar el poder para imponer sus agendas».
Boaz reconoció que siguen existiendo desafíos a la libertad, como «la continua falta de valores de la Ilustración en gran parte del mundo, los insostenibles estados del bienestar en los países ricos y los intereses que luchan contra la reforma, el deseo recurrente de instituciones políticas centralizadas y verticalistas como la Eurozona, la teocracia islamista y la propagación de respuestas “populistas” y antilibertarias al cambio social y a la crisis económica». Sin embargo, se mantuvo optimista, afirmando que «el libertarismo ofrece una alternativa al gobierno coercitivo que debería atraer a las personas pacíficas y productivas de todo el mundo».
Aunque a menudo pesimista a corto plazo, Boaz era un optimista a largo plazo sobre la libertad. Contribuyó a establecer un tipo de libertarismo que, como presidente de la Fundación para la Educación Económica, considero quizá el más exitoso. Boaz no temía cambiar de opinión en público, reconociendo que la lucha contra la esclavitud, el racismo y otras formas de opresión era esencial para el proyecto liberal.
A pesar de los retos a los que se enfrentaba la libertad, Boaz seguía siendo optimista y un libertario progresista. Creía que «los principios simples y atemporales de la Revolución Americana -libertad individual, gobierno limitado y mercados libres- son aún más poderosos e importantes en el mundo de la comunicación instantánea, los mercados globales y el acceso sin precedentes a la información de lo que Jefferson o Madison podrían haber imaginado». Boaz veía el libertarismo no sólo como un marco para la utopía, sino como «el marco indispensable para el futuro».
El legado de David Boaz es de rigor intelectual, defensa de principios y compromiso con el proyecto permanente del progreso humano. Comprendió que los retos a los que se enfrentan hoy el liberalismo y la libertad no son los mismos que cuando se incorporó al Cato Institute, y trabajó para garantizar que la tradición liberal clásica siguiera siendo dinámica y respondiera a las necesidades de un mundo en constante cambio. Echaremos mucho de menos a Boaz, pero su tradición y su estilo libertario seguirán inspirándonos y guiándonos en la Fundación para la Educación Económica y más allá.
Diogo Costa
Diogo Costa es Presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE). Es licenciado en Derecho por la Universidad Católica de Petrópolis y máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Columbia. Diogo Costa es el Presidente de la Foundation for Economic Education (FEE). Tiene una licenciatura en Derecho de la Universidad Católica de Petrópolis y una maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Columbia. Diogo ha sido investigador en el Cato Institute y el Atlas Network en Washington, profesor de ciencias políticas en Ibmec en Belo Horizonte (Brasil), y desarrolló Ordem Livre durante su tiempo en Cato y Atlas. También fue cofundador de Livres y director ejecutivo de Indigo. Durante sus estudios de posgrado en King’s College London, fue Adam Smith Fellow, Humane Studies Fellow y John Blundell Scholar. Se desempeñó como Presidente de la Escuela Nacional de Administración Pública de Brasil y fue el Director Ejecutivo del Instituto Millenium. Sus artículos han aparecido en varias publicaciones, como Forbes, Newsweek y The Wall Street Journal.