ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 173.
Las noticias de estas últimas semanas confirman las proyecciones económicas. La inflación está en niveles elevados a nivel mundial. Las monedas están siendo afectadas en gran cantidad de países. La escasez de productos clave están causando aumento de precios en todas partes. Como mencionábamos anteriormente, con su resiliencia el mundo empresarial se está adaptando y logrando soluciones. Sin embargo, es interesante oír las reacciones de algunos sectores políticos en campaña. Se oyen nuevamente frases de, “Lograr la soberanía alimentaria”, tratando de convencer a sus mandantes, a pesar de todas las indicaciones y experiencias, que es posible vivir aislado y produciendo todo lo que se consume. Promoviendo el establecimiento de barreras fronterizas y tratando de convencer a los productores que es posible vivir sin inflación, independientes del mundo, sin ser competitivo y obligando al consumidor a comprar su oferta y dependiendo de la propiedad de las tierras. No me imagino a Bolivia tratando de ser “soberano en la producción para su consumo de peces marinos”. A
Colombia subsidiando la producción de manzanas Macintosh, que son las que desean producir y a Venezuela evitando los intermediarios y subsidiando la fabricación de tractores sin los cuales no se puede cultivar. Podríamos pensar, “Pobre Japón”, condenado a la pobreza por su escasez de tierras. “Pobre Suiza” que no tiene donde cultivar cacao. A nuestros líderes que hacen gala de su avanzada concepción de “progreso” con su enfoque, les deben dar lástima los Emiratos que lo único que producen es petróleo y dátiles, para sostener a su población que vive al borde del hambre por no ser soberanos alimentariamente. Hoy después de 40 años algunos líderes creen que la solución es distribuir la riqueza y el mecanismo es la teoría de sustitución de importaciones, con subsidios y apoyos costosos, como medio para salir del subdesarrollo. Les cuesta trabajo aceptar y divulgar, la ventaja de agregar demanda, de lograr acuerdos de suministro, de aprovechar las ventajas competitivas, de eliminar barreras, de establecer sinergias regionales.
Es menester reconocer que el mundo ya no puede vivir sin el motor del consumo que es lo único que permite cifras positivas de crecimiento y mantener a raya la aparentemente catastrófica recesión con su riesgo de hambre. No es más posible arar con bueyes la cosecha que me voy a comer con mi familia. El crecimiento de la demanda se ve alimentado por el combustible de la publicidad que exalta el derecho de satisfacer cualquier necesidad real o imaginaria y la personalización de esa satisfacción en forma ágil.
Existen algunos riesgos que son aquellos con los que debemos lidiar y que hoy se convierten en posible margen de maniobra ante la velocidad desbocada de nuestras cadenas de abastecimiento. ¿Qué porcentaje de nuestros requerimientos son realmente urgentes? ¿El hecho que exista la facilidad, implica la necesidad de utilizarlos? ¿Que la capacidad de su vehículo triplique la velocidad prudente, multiplicando tanto el riesgo como el consumo energético, justifica su utilización? ¿Su capacidad de pago implica la mala utilización de los recursos? ¿Hasta qué punto los resultados económicos son distorsionados por una VELOCIDAD mal entendida? ¿Cuántos proyectos, obras, operaciones, utilizan procesos logísticos innecesarios, simplemente porque la rentabilidad lo permite? ¿Qué % de los envíos no reclamados son entregas supuestamente urgentes? ¿Hasta qué punto el diseño de los sistemas logísticos debe ser sobredimensionado para cubrir falsos requerimientos? ¿Eso qué representa en recursos desperdiciados, aunque “pagados”? ¿En caso de stress del sistema como hoy, cuál es el impacto y los subsidios e inflación resultante asociada? Aunque sea virtualmente imposible vivir sin ella, la VELOCIDAD en sí misma no es un fin, debe ser el medio para satisfacer algunos tipos de demanda y mantener inventarios eficientes, pero la solución a los problemas de velocidad no es aislarse.
El otro aspecto es el asociado al DESPERDICIO. En solo alimentos se calcula según la FAO, que una vez distribuidos, se desperdicia alrededor del 17% de los mismos. ¿En calorías, requeridas per cápita eso cuanto significa para la población? En material plástico de empaque, se desperdicia, aproximadamente 3700 tns diariamente en una ciudad como Bogotá solamente. En material de un solo uso la capacidad de reciclaje no llega al 10% según análisis asociado a un proyecto de ley aprobado esta semana en Bogotá. ¿Esa centrifuga, de dinero asociado a materiales no requeridos cuál es el impacto que tiene en la economía? ¿En momentos de racionalizar el consumo de bienes y servicios, como contribución a evitar el impacto microeconómico más fuerte, esto no es una fuente de oportunidad?
Un tercer factor, no menos importante y que pudiera estar asociado a un ámbito más amplio, que el simplemente asociado a la situación económica de hoy, es el relacionado con algo que se me ocurre llamar como la CALIDAD de la demanda. Con solo encender el TV, o la tableta, o el celular, se puede ver la oferta, directa, indirecta y hasta engañosa, a través de “profesionales” supuestamente honorables, de productos claramente malsanos y peligrosos. Un minuto más tarde se puede ver, cambiando de canal o aplicación, ofertas de remedios, soluciones o antídotos a esos productos malsanos. ¿Cuál es el grado de compromiso de la publicidad con los productos promovidos? Cualquiera puede, con razón, mencionar el libre albedrio como el antídoto y frontera de responsabilidad por el consumo de bienes malsanos, peligrosos o herramientas mortales. Sin embargo, ese “libre albedrio”, en que grado se encuentra presente en el juicio real de un preadolescente o un niño? ¿Y en alguien de escasa formación que se enfrenta a los anuncios producidos por profesionales expertos en la manipulación de la mente humana?
Nos extraña por ejemplo que, como producto de ese desigual combate, ¿la población maneje altos grados de obesidad infantil? ¿Hayan aumentado sustancialmente las muertes infantiles en manos de mentes enfermas que sienten su derecho vengador y de auto defensa ante cualquier supuesta agresión?
Conceptualmente el mundo empresarial donde todos tenemos acciones, en su pragmatismo no puede por su conflicto de intereses generar y liderar estas revisiones e introducir cambios por sí mismo. Necesita ayuda del factor que es su mayor motivación: LA DEMANDA
El mundo político que vive de legislar para tener las simpatías y mantener su capacidad de decidir por las mayorías, tampoco podrá revisar esta situación que en algunos casos significaría su suicidio profesional. Necesitan ayuda de sus MANDANTES.
Es el turno de la sociedad en su rol de CONSUMIDORA DE BIENES Y SERVICIOS, adoptar el control del motor de LA DEMANDA, que es el que mantiene el mundo funcionando. No es fácil, porque representa probablemente el verdadero cambio que la gran mayoría pregona de boca para fuera, pensando que solo debe afectar a otros, como se pretende con la inflación.
Las asociaciones de consumidores deben empezar a ejercer su poder para disminuir el impacto inflacionario promoviendo el consumo responsable y disminuyendo el desperdicio. También ejercer ese poder de consumo para proteger la vida de sus niños, desincentivando el consumo de empresas que no rechacen frontalmente el asesinato de ellos. También ejerciendo positivamente el soporte al consumo y apreciación de acciones de empresas que produzcan y promuevan el consumo de productos saludables. Lo anterior, sin esperar la reglamentación gubernamental que limite aspectos asociados a la libre empresa o a los derechos individuales.
Cualquier figura del espectáculo convoca millones de seguidores.
¿Cuántos millones convocarán la vida y salud de nuestros niños y la disminución del impacto de la inflación?
Imaginémonos el poder de escribir en las luncheras y bultos escolares de nuestros niños, slogans como: “Mis padres promueven empresas con alimentos saludables para mi” O.. “Me visto en empresas que rechazan el asesinato de mis compañeritos” O.. “No me ofrezcas productos que me enfermen” O.. “Mis videojuegos no son violentos”
Y si las asociaciones de padres de nuestras escuelas exigen a las mismas, ¿adopción de uniformes con slogans de este tipo?
Además de slogans o queja, se podrá hacer realidad este esfuerzo de los consumidores por hacerse dueños de su demanda, ¿ante lo que está en juego?