ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO VI – N° 262.-
Es interesante ver como la evolución de la economía y de las comunicaciones ha venido transformando día a día el perfil de los reportes y el análisis que se hace de los resultados del desempeño de las diferentes sociedades. Hoy en la medida que las comunidades son más conscientes de la posibilidad de colocar en indicadores y cifras el resultado de la administración de recursos y del funcionamiento de las instituciones y de la población y sus factores productivos, se habla más fácilmente de temas que en el pasado parecían solo del ámbito de los eruditos. Hoy cualquiera habla del índice de desempleo, la inflación, el producto interno bruto, las tasas de interés, los índices de inseguridad, el porcentaje de ejecución presupuestaria, el índice de precios al consumidor, la inversión extranjera, el superávit, el déficit, índices de aceptación, encuestas, popularidad, etc. En ese ambiente se da la oportunidad para oír más análisis, partiendo de la misma data y hasta para la manipulación, de acuerdo con los intereses del analista “objetivo”.
Así, es común recibir información sobre tendencias, análisis semestrales, valores ponderados, picos, promedios, resultados interanuales y cifras en referencia a años base y valores presentes o futuros.
Considerando lo anterior, me parece que el panorama hoy da para interpretaciones diversas, sentimientos y reacciones muy variadas, según experiencias y sentimientos de los diferentes receptores. Los mismos resultados parciales y periódicos, regionales o mundiales, sirven como retroalimentación para reafirmar una percepción, o como nuevos insumos para dar ánimo a cambiar la forma de actuar. Cuando se extrapola, ese intercambio de información y percepciones puede llegar a moldear el comportamiento de la economía de una sociedad y su proyección ante otras comunidades.
Recuerdo cómo, en alguna reunión de gremios empresariales a que tuve oportunidad de asistir, era práctica normal circular una encuesta sobre la proyección de ciertos indicadores de la actividad económica. Uno de ellos era la proyección del índice de inflación. Es muy difícil no pensar que los resultados tenían un impacto directo en las acciones que ese gremio podría adoptar, especialmente relacionadas con sus inversiones, proyectos, apoyo a iniciativas y planes de relacionamiento con sus clientes.
Y es que las expectativas se pueden ver alimentadas en forma positiva o negativa por hechos alrededor. En ocasión anterior hemos hablado de las posiciones de optimismo y pesimismo que podemos desarrollar frente a algún resultado específico esperado, basados en experiencias previas y cómo esas posiciones encontradas dan lugar hasta a tratar de perfilar y polarizar sociedades.
En medio del ambiente que polarización y de conflictos, tan de moda en muchas sociedades, me viene a la mente otro sentimiento que enmarca comportamientos del ser humano y que ha sido profusamente estudiado y analizado desde diferentes puntos de vista por la aparente asociación a resultados según su práctica.
Ese sentimiento es CONFIANZA.
RAE: Esperanza firme que se tiene de alguien o algo.
Según AI: En sociología y psicología social, la confianza es la creencia en que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamientos. La confianza se verá más o menos reforzada en función de las acciones y de valores.
Barbara Misztal, Trust in Modern Societies: Describe tres cosas básicas que la confianza hace en la vida de las personas: hace que la vida social sea predecible, crea un sentido de comunidad y facilita que las personas trabajen juntas.
Según lo cita Wikipedia, de acuerdo con la mayoría de las teorías que la abordan, se trata de una suspensión temporal de la situación básica de incertidumbre acerca de las acciones de los semejantes.
Recuerdo, hace unos años, embarcando en un viaje en Canadá hacia EEUU, dejé olvidada mi computadora en el aeropuerto. Al llegar me di cuenta. Alguien me sugirió llamar a “Lost & Found” del aeropuerto de Calgary. Allí estaba.
Esta, para mí, es la mejor definición práctica de Confianza de una sociedad. Que la honestidad es la norma, no la excepción.
¿Cuántas oficinas de Lost and Found recibirían material para operar exitosamente en nuestra región?
Confiar, es creer que algo va a funcionar como debe funcionar.
Esperamos que la justicia funcione. No que siempre dirima cualquier conflicto a mi favor. Que quien me vende un servicio tenga el conocimiento. Que quien debe hacer un trabajo sepa cómo hacerlo. Que si la luz del semáforo está roja nadie va a pasar. Que, si alguien se compromete a algo, va a cumplir. Que, si alguien me paga con un cheque, lo puedo cobrar. Que los administradores manejen los recursos ajenos con pulcritud y que, si alguien encuentra algo que no es suyo, lo devuelva.
Todos esperamos que todo funcione como debe funcionar. Pero realmente… ¿CONFIAMOS que va a funcionar? O… ¿esperamos, pero DESCONFIAMOS?
¿La situación actual puede catalogarse que está mal solo para los desconfiados? No parece.
¿Podremos calcular el impacto del costo de la desconfianza? ¿Podemos imaginarnos cómo se podría simplificar el funcionamiento de las sociedades si se practica la confianza?
Suena tentador tomar acciones para cambiar lo que parece ser causa de muchos de los males que aquejan a nuestras sociedades.
¿Será factible inducir un aumento de confianza de los miembros de una sociedad en forma rápida? ¿Revolucionaria? ¿Solo con cambiar algunas autoridades o llevar a cabo nuevas elecciones cada vez que les disguste el presidente?
¿Y si recurriésemos a fármacos neuromoduladores del sistema nervioso central con el apoyo de la neurociencia para que todos nos volviéramos confiados, sin importar las experiencias?
Aunque tentador para pregonar desde tarimas, como soluciones milagrosas de cambio de comportamiento, es imposible esperar que podemos encender el interruptor de la confianza pulsando solo el deseo y esperar que el milagro ocurra oyendo palabras mágicas o cantos agradables de sirena y sin pagar el precio de habernos dedicado mucho tiempo a sembrar la desconfianza bien sea por acción u omisión.
Primero debemos reconocer, para empezar bien, que la falta de confianza no es la causa raíz. Consideremos que las acciones asociadas a la desconfianza son el resultado de experiencias que la inducen. Mi vecino, mi cliente, mi socio, tiene todo el derecho a ser desconfiado, si yo no soy confiable.
La desconfianza solo es un resultado intermedio, que a su vez genera una vorágine de costos realmente incalculable en la práctica. La causa raíz de nuestra situación actual es el comportamiento individual y colectivo.
Hemos dedicado mucho tiempo a pregonar unos supuestos derechos a irrespetar a los demás; unos supuestos derechos a recibir sin aportar, por el solo hecho de haber nacido y permanecer dentro de unas fronteras o cerca de algún recurso natural; una supuesta igualdad de los seres humanos, independientemente del aporte y responsabilidad por resultados; un supuesto libre albedrio “gratis”, sin pagar las consecuencias de las decisiones, y por último, y probablemente como la cereza del pastel, a creer y pregonar que “trabajar” es un castigo y no una oportunidad de generar bienestar y aportar a la sostenibilidad de la especie.
Esos comportamientos individuales o grupales están enmarcados en los valores, entendiéndolos como los principios que guían la forma de actuar, ser y pensar.
La secuencia es simple. Supuestos “valores”, dan lugar a actuaciones que generan la desconfianza individual y colectiva, la cual conduce a formas de interrelación con un nivel de costos que se está haciendo insoportable y nos acerca cada vez más a estados fallidos en medio de la anarquía.
¿Es posible un cambio? Creo que sí. La CONFIANZA se logra automáticamente en una sociedad, en la medida que cada uno de sus miembros sea CONFIABLE
Considerando lo anterior, pareciera que la vía de hacer progresos no es exigir a nuestro entorno SUS cambios de comportamiento, SUS cambios de valores. Pareciera menos difícil lograr hacernos cada uno de nosotros y nuestros descendientes directos, más confiables.
Como en cualquier concierto de piano. Es más fácil acercarse al piano que tratar de moverlo.
¿Cuál es mi nivel de confiabilidad? ¿Como soy, pienso y actúo? La sociedad a la que pertenezco puede confiar que mi núcleo familiar y yo, vamos a actuar como se espera de nosotros, ¿aunque nadie nos esté “supervisando”?
Partiendo de mi situación hoy, ¿La pregunta a hacernos es, como podemos ser más confiables? ¿Cuáles practicas personales vamos a cambiar? ¿Cuáles valores vamos a adoptar o reforzar?
Una buena práctica sería empezar a seguir el ejemplo de los niños. Buscar las causas, preguntando hasta satisfacer la inquietud. Preguntarnos siempre el “PORQUÉ” de cualquier actuación. ¿Me hago confiable y hago confiable a mi núcleo familiar con ella? ¿Mi sociedad puede confiar en mí?
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.