Para los católicos, el mes de mayo es un mes mariano, dedicado íntegro a la Virgen María, madre de Dios. El 31 de mayo en el Pedregal de mi infancia se celebraba la coronación de la Virgen.
En este mes de mayo del pandémico año 2020, exactamente el día 23, se cumplieron 7 años de la muerte de mi mamá. En recuerdo a su paso por este mundo, les cuento una de sus historias, tal como me la contó mi mamá, Carmen Victoria Arévalo Barrera de Quero, nuestra querida Toya, sobre un aspecto de sus años juveniles transcurridos en el Pedregal de los años 40, con la intención de recrear el ambiente, costumbres y tradiciones de otras épocas y de contribuir a reconstruir la historia de Pedregal:
…En aquellos años, cuando yo era muchacha, las mujeres teníamos menos libertad que los hombres. Nuestra vida transcurría entre la casa, la escuela y la Iglesia. Esas tres instituciones regían la vida de las pedregaleras. En ese sentido, la Iglesia fue muy importante en cuanto a regulador de la vida social y las costumbres.
En aquellos tiempos de mi juventud, las Hijas de María eran una institución muy respetada a la que pertenecían la mayoría de las muchachas solteras de mi edad: Iraida y Nelly Leal, Chela Olivera y no me acuerdo si también su hermana Tachón, Lucía Maduro, Celinda Rivero y yo, entre otras muchas, éramos Hijas de María.
Cuando contaban alrededor de diez años, las muchachas eran escogidas para ser Hijas de María, distinción que ejercían hasta que se casaban. Entre sus funciones estaban la enseñanza del catecismo, ensayar los cantos para las misas del domingo y los aguinaldos para las misas de diciembre, dirigir el rosario y, sobre todo, preparar los actos del mes de mayo.
Cada domingo en misa de 10 de la mañana o durante las tardes de todo el mes de mayo, vestidas de blanco inmaculado, con el ruedo de la falda más abajo de la rodilla, una gruesa cinta azul atada a la cintura y otra más fina colgando del cuello con la medalla de la Virgen, muy orondas desfilábamos por la nave central de la iglesia y ocupábamos la esquina interna de cada banco, que estaba reservado para nosotras, de tal manera, que el pasillo central de la iglesia quedaba escoltado y uniformado de blanco por las Hijas de María.
En Semana Santa se hacía la procesión por las calles del pueblo y recuerdo que en la calle Sucre, se hacían Las Tres Caídas de Jesús. Alrededor del Santo Sepulcro se colgaban seis cintas azules, las que por turnos, eran sostenidas por las Hijas de María. En diciembre cantábamos aguinaldos y villancicos en las misas de madrugada.
Pero de todas las festividades religiosas, el mes de mayo era el momento cumbre para las Hijas de María. Todos los días de siete a ocho de la noche se rezaba el rosario y luego de rezar cada misterio se hacían cantos religiosos acompañados por la música de órgano que tocaba unas veces mi compadre Leonel y otras su hermano Juvenal Riera.
Así, todas las noches había rosario hasta el 31 de mayo, cuando las festividades marianas se cerraban con la fiesta mayor: la Coronación de la Virgen.
Las hijas de María nos encargábamos de la decoración y preparación del acto. La pared del altar mayor, se cubría con tela azul como si fuera el cielo, salpicada con brillantes estrellas que hacíamos con el papel plateado que venía en las cajetillas de cigarrillos.
Varias niñas vestidas como angelitos y colocadas en diferentes niveles de altura, hacían como un camino de ángeles hasta llegar a unos mesones detrás del altar, donde se colocaban los últimos angelitos que quedaban situados más altos.
Llegado el momento de la coronación, la corona de la Virgen, hecha de metal dorado, iba pasando por las manos de los varios ángeles hasta llegar arriba donde los últimos angelitos la coronaban.
Mi último año como Hija de María fue 1946 y fue mi último año de soltera. Ese mes de mayo, una muchacha que vivía en La Vera Verde, aldea situada cerca del río, y yo, fuimos escogidas para coronar a la Virgen. No me acuerdo de su nombre.
Yo estaba muy emocionada porque era una excepción, era la primera vez que una joven Hija de María iba a coronar la Virgen, porque eso siempre lo hacían los angelitos; y ese año fue la única vez hasta entonces, que bajaron a la Virgen de su pedestal en el altar mayor y la colocaron en una mesa donde podíamos alcanzarla para coronarla. También pusieron un micrófono para que yo hablara.
Muy emocionada, vestida con un traje largo blanco y con mi alta corona de cartón calado con motivos florales y recubierta de escarcha, que hice yo misma, desfilé por la nave central de la iglesia. La muchacha de la Vera Verde y yo llevábamos la corona y con gran devoción, la pusimos sobre la cabeza de la Virgen.
Hasta acá el relato de mi mamá sobre las festividades marianas y las Hijas de María de Pedregal en los años 40`s. A eso agrego mis recuerdos infantiles de los años 50`s.
Desde que era niña, varias veces me vistieron de angelito para las festividades marianas. Mi mamá conservó dos fotografías en las que estoy vestida con traje largo en mi favorito color azul, con alta diadema de cartón escarchado, todo hecho por las hábiles y laboriosas manos de mi madre. Estas fotos estoy casi segura que son de mayo de 1950, porque en ella también aparecen mis hermanitas Meira como de un año y Marisela como de 5 meses. Lástima que en las fotos no aparecen las grandes y hermosas alas que mi mamá me hizo con papel crespón rizado.
Una vez, un 31 de mayo, cuando tenía entre siete y ocho años, yo también junto a otra niña, coronamos a la Virgen en la iglesia de San Nicolás de Tolentino, de Pedregal.
No tengo mayor memoria de este evento, pero recuerdo que estábamos paradas sobre un mesón de madera. Pero en verdad, de todo el acto lo que más me gustó fueron mis alas, que eran las más grandes y bonitas. Quería quedarme con ellas todos los días y lloré cuando me las quitaron.
Tomado de mi obra inédita “Cuentos de Pedregal”

Izquierda: La angelito Mirela Quero Arévalo, con su muñeca. 31 de mayo de 1950. Derecha:Las hermanas Quero Arévalo. El angelito Mirela de pié, Meira de cabello cortísimo y Marisela de más o menos 5 meses. Pedregal, mayo 1950. (Álbum Familiar).
Monterrey-Estado de Nuevo León-México
Domingo, 30 de mayo 2020

Reblogueó esto en EL CANDIL PEDREGALERO.
Apenas 70 años ha pasado desde 1950, y como han cambiado las cosas en Pedregal. Cambios drásticos, dramáticos pero muy ráudos. Antes perecía que todo iba en cámara lenta. De repente, Pedregal es otra cosa hoy en día. Otra gente, otra cultura , otros valores. Este cuento de Mirela abarca dos generaciones transmitiéndose las mismas costumbres religiosas desde quien sabe cuando. Es un relato muy bonito apoyado con fotografías que nos da una idea bien precisa de los valores que compartían las familias de ese Pedregal que podríamos llamar de apena ayer. Te felicito Mirela por esta memoria , y gracias por compartirlo en El Candil Pedregalero.
Hermoso relato, vivencias que atesora uno en el alma, cuando en la niñez estuvo uno unido de cerca a la Iglesia; yo igualmente conservo en mis recuerdos la cantidad de veces que también fui «angelito» estudiando con religiosas, para las diversas celebraciones de la Iglesia del Niño de Jesús, en Escuque, Edo. Trujillo. Gracias por compartirlo….
Gracias por sus comentarios, me alegra les haya gustado el relato. En verdad, es necesario no sólo conservar sino difundir estos recuerdos de nuestro pasado reciente. Como bien dice Freddy, son vivencias de dos generaciones y de los valores que compartimos.
De gran valor también el comentario de la gentil señora que nos recuerda las costumbres andinas, similares a las nuestras falconianas. Si más lectores de cualquier parte de nuestro país se animan a participar con sus relatos personales, preservaremos esos usos, costumbres y tradiciones que rápidamente son sustituidas por otras; y en estos tiempos de incertidumbre, mucho ganaremos al reconocernos como integrantes de una misma cultura venezolana.