ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 216.-
Escuchaba en estos días algunas piezas de música popular de antaño. Música de ordeño, de recolectores de café, de rejoneo, de fiestas de cosecha y de subienda de peces. Además de su ritmo contagioso y motivante, las letras hablan de la actitud con que los campesinos y jornaleros tomaban sus labores diarias y conquistaban su ganado a dejarse ordeñar, volver al redil, las plantas a producir o los peces a regresar a sus desovaderos, mientras producían para cubrir sus necesidades.
La tonada del cabresteo, los joropos de fiestas populares, los bailes típicos de, costa, montaña y llano, eran todas expresiones del pueblo que no consideraban el trabajo como castigo (a pesar de la condena del paraíso) sino como una bendición y conducente a alegrías y disfrute de los logros obtenidos con el diario accionar y cuidado de sus posesiones y entorno.
Regresando unas décadas, es interesante recordar la labor que los emigrantes de la segunda guerra mundial aportaron, en América, al considerar como una bendición la oportunidad de trabajar honestamente para levantar familia y capitalizar un futuro.
Parecía que en nuestros países estaba claro el valor del trabajo, como fuente de progreso y crecimiento. También la formación en el respeto a la ley y las instituciones, y la disciplina y el estudio, como las llaves para la convivencia en paz que permitía avances sistemáticos.
¿Cuál es la imagen hoy (y también en muchos casos la letra y música y diversión) de los habitantes, no solo de nuestros campos y pueblos sino también ciudades?
Hoy en nuestros campos y ciudades, muchos de los ciudadanos pareciera que viven en una vorágine que, cual círculo vicioso, no les permite el disfrute pleno y capitalización de su esfuerzo, pero también, que el tiempo apenas les alcanza para cubrir precariamente con su esfuerzo, sus necesidades.
¿Qué sucedió en los últimos 60 años?
Creo que las matemáticas pueden ayudarnos a interpretar algo de lo que hemos vivido:
-Parece que el concepto de la relación derechos/deberes ha cambiado, convirtiéndose en aceptable, que puede ser > 1 (mayor el numerador que el denominador)
-Que el número de responsables por hechos contra la sociedad tiende a cero cada vez más, y eso se ha convertido en aceptable.
-Que el concepto de «rectitud» cada vez se asocia menos con la línea más corta entre dos puntos.
-Que el número de las variables en la función para despejar ética ha aumentado, aunque su representatividad haya disminuido. (Ejemplo de nuevas variables: Número de seguidores, capacidad financiera, circunstancias de moda)
-Que en la fórmula de costo para el cálculo de las necesidades personales se ha introducido un factor de overhead (constante) muy alto
-Que, en la sumatoria de felicidad total deseada de la población, la variable «n» (tiempo para gratificación) tiende a cero.
Premisas hoy:
.- Las necesidades individuales cada día son mayores. No solo de posesiones para llevar una vida más cómoda, sino también de reconocimiento y retribución por el esfuerzo, es decir de realización personal.
.- Cobra cada vez más importancia, la comparación con el vecino y de allí la variación del alcance de la palabra éxito. La palabra éxito depende de los logros de los demás.
.- El círculo familiar y allegados ha dejado de ser referencia suficiente sobre los valores, virtudes y logros del individuo.
.- Aunque difícil de incluir en cualquier ecuación, el nuevo concepto de liderazgo tiene un gran impacto, especialmente en la relación Derechos/Deberes.
También es de reconocer que en las últimas décadas se ha convertido en práctica común la utilización de algunas frases de contenido y orientación clara como: DEUDA ANCESTRAL, PODER DEL PUEBLO, DESIGUALDAD, LOS NADIES ABANDONADOS, LOS BLANQUITOS RICOS, LOS BURGUESES. Todas buscan “identificar objetivos» como culpables, de “hechos y sufrimientos” para ese mismo pueblo (o sus sucesores) que veían con alegría la oportunidad de trabajar por un futuro mejor.
Hoy son muchos los discursos que olvidando el pasado invitan a considerar el trabajo, la crianza de una familia, la capitalización compartida del esfuerzo y la formación de los hijos, como una pesada carga de la cual los individuos no pueden responsabilizarse cuando la adoptan.
También los balcones y tarimas y las grandes avenidas se han convertido en los termómetros, para demostrar la fortaleza de los convocantes como elemento de soporte para implantar decisiones y cambios no necesariamente claros en sus beneficios para la sociedad.
Es paradójico que, aunque el trabajo es considerado y condenado como una carga que no se merece el pueblo, las posiciones de representación y administración de recursos de esas masas maltratadas, son abiertamente apetecidas por un número cada vez mayor de aspirantes a ejercerlas para “liberar” a sus representados. Se transmite al pueblo que, a pesar de la forma como es tratado, es dueño del poder, porque tiene la capacidad de acabar con lo establecido, de destruir lo fabricado y ahorrado. Se promueve que la situación que sufre no es de su responsabilidad, nunca lo ha sido y no se puede pretender exigirle que la solucione, existiendo culpables ya identificados y colocados en la picota con las frases típicas y ampliamente divulgadas.
En otras palabras, se prepara y promociona, que el “pueblo” se declare incompetente y solo útil por su poder de destrucción como mecanismo para obtener la igualdad.
Todo lo anterior conforma el ambiente actual de producción y supervivencia de nuestros países, con el que deben jugar en el mundo, pretendiendo ser tratados por la comunidad internacional, “de igual a igual”, “soberanos” y autosuficientes para construir muy rápidamente, países supuestamente paradisiacos y potencias.
En ese ambiente se les llama y trata edulcoradamente de países en vías de desarrollo, emergentes y supuestamente responsables de su destino.
Lamentablemente ese dulzón de las narrativas de poder, independencia, capacidad, soberanía, causan lo mismo que algunos licores, efectos que solo se perciben cuando se presenta alguna exigencia.
Mientras persista y lo permitamos y nos olvidemos de los valores que regían a nuestros predecesores, esos mismos que enfrentaban sus responsabilidades como oportunidades y que entendían claramente el cumplimiento del deber y el compromiso como la única vía para poder ejercer sus derechos y brindarles bienestar, creo que la cosecha no será buena.
Sin embargo, miremos con optimismo el futuro. Ya empiezan a verse tanto en el nuevo como en el viejo continente, muestras de pueblos que, sufriendo los resultados, tratan de corregir su rumbo mediante la selección inteligente de liderazgos que valoren y promuevan activamente los principios que canalizaban los esfuerzos de nuestros predecesores. Nuestras juventudes bien encaminadas en esos valores podrán incorporarle como ayuda, no como elemento de evasión, los avances tecnológicos.
A pesar de la corta memoria, no se puede olvidar por las experiencias sufridas, que:
Si se siembra amargura se cosecha violencia y si se siembra resentimiento se cosecha Odio… y definitivamente, en ese escenario no puede triunfar la valiosa música, las tonadas que hemos disfrutado antes, como premio al placer del trabajo.
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.