JOÃO LUIZ MAUAD – EL CANDIL – AÑO IV – N° 176.-
A pesar de la ira y el miedo de algunos (como la joven Greta Thumberg) sobre el futuro, estamos viviendo en una época con los mejores estándares de vida humana en la historia. La pobreza extrema ha caído por debajo del 10% de la población mundial por primera vez (ver el gráfico a continuación). La esperanza de vida mundial ha aumentado a niveles impensables hace apenas dos siglos. La mortalidad infantil ha descendido a niveles mínimos y el hambre, salvo en algunos países africanos y raros rincones de la Tierra, prácticamente ha desaparecido; las enfermedades que alguna vez cobraron millones, como la malaria, la poliomielitis y las enfermedades cardíacas, están en declive.
Estos son logros admirables de la especie humana. Todavía queda mucho por hacer, por supuesto, pero nada justifica el pesimismo de algunos sobre el futuro.
Ante todo esto, la pregunta obvia es: ¿qué ha provocado esta gran explosión de prosperidad en los últimos dos siglos y medio?
La respuesta más común es la tecnología, pero como nos recuerda Don Boudreaux, esta respuesta es, en el mejor de los casos, incompleta.
La tecnología ha avanzado claramente en los últimos siglos y, afortunadamente, continúa avanzando, ya que sus avances son indispensables para nuestra forma de vida moderna; pero la causa más profunda del enriquecimiento generalizado no fue la tecnología sino la fuerza que libera y dirige la energía humana necesaria para producir los avances tecnológicos y sus frutos: el sistema de libertad natural, del que hablaba Adam Smith*.
La evidencia más clara de que la libertad y el libre mercado -además de instituciones bien configuradas que protejan esta libertad, la propiedad privada, el cumplimiento de los contratos y, por último, pero no menos importante, la vida y la integridad física de las personas- son más fundamentales que la tecnología para la prosperidad radica en el hecho de que cientos de millones de personas, aún hoy, siguen siendo desesperadamente pobres.
La gente en África o en otros países comunistas, donde la libertad no existe, se muere de hambre incluso hoy, a pesar de que el conocimiento técnico para cultivar y distribuir alimentos básicos está fácilmente disponible en todo el mundo. Además, un sinnúmero de otras personas todavía vive en chozas de barro, no tienen agua corriente, mueren de malaria y sufren todo tipo de otras indignidades y peligros que se evitarían fácilmente con las tecnologías comunes existentes.
Es un error sugerir que la tecnología es la razón de nuestra prosperidad. Claramente, algo más debe estar presente: algo que promueva el avance tecnológico y, lo que es más importante, fomente el uso del conocimiento tecnológico para producir y hacer ampliamente disponibles los bienes y servicios que muchos de nosotros damos por sentado hoy. Y ese algo es el modelo de organización económica y social que convencionalmente se denomina capitalismo y que Adam Smith denominó “Sistema de Libertad Natural”, el único sistema que proporciona los incentivos para la división y especialización del trabajo a gran escala.
Como lo describe el Instituto Cato, “Los pilares de la libertad económica son la elección personal, el intercambio voluntario, la libertad para competir y la seguridad de la propiedad privada”. Como han demostrado repetidamente los investigadores que estudian la relación entre prosperidad y libertad económica, cuanto mayor es la libertad económica, mayor y más extendida es la prosperidad.
La declaración de Fabio Kanczuk sobre la inflación Si el liberalismo es tan bueno, ¿cómo puede ser reemplazado por el estado leviatán?
Estado leviatán: Estado absoluto. No hay sobre la tierra quien se le parezca. Animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios.
NOTA DEL EDITOR: Tomado de la página del «Instituto Liberal» con autorización de sus administradores.
Muy buena reflexion para estos momentos…!