MANUEL OCANDO – EL CANDIL – AÑO V – N° 220.-
El autoengaño es la estrategia mental que permite escaparse de la realidad refugiándose en una “inconsciencia más o menos deliberada”.
Se acude al autoengaño para evitar asumir las consecuencias de los propios acontecimientos al no ver ciertos aspectos personales o del entorno social que resultan desagradables, al fingir y ocultar lo que se siente o al justificarse para salir airoso de una circunstancia.
Ese grave peligro que se denomina autoengaño es una tentación constante que nos acecha a todos y hay que saber permanecer en guardia ante la adversidad o la mentira para no buscar vías de escape frente a los problemas en vez de afrontarlos.
Existen diversas formas de autoengaño. Hay quienes necesitan que se les siga la corriente, aunque sea mintiendo; otras se rodean de aduladores que los manejan a su antojo y, aunque perciban que se trata de un engaño, prefieren aceptar la farsa; a otras les molesta enfrentarse con la verdad para no tener que adoptar un nuevo compromiso que no desean.
En definitiva, son personas que huyen de la realidad porque no les gusta. También nos servimos del autoengaño para fines menos honorables, como embaucar a los demás, ocultar aspectos indeseables o lograr un objetivo a toda costa.
Robert Trivers, un biólogo evolutivo norteamericano, opina que el autoengaño es una sofisticación de la mentira, ya que ocultarse algo a uno mismo lo hace más invisible y difícil de descubrir para el resto.
Hay evidencias históricas que demuestran hasta dónde puede llegar la capacidad de autoengaño. Cuentan los biógrafos de Hitler que se fue creando un mundo de ficción que le llevó a huir de la realidad de manera asombrosa. Cuando los tanques soviéticos estaban ya cercanos a la puerta de Brandenburgo, Hitler gritaba a su Estado Mayor que los rusos sufrirían una gran derrota. Cinco días antes de su suicidio, rodeado de mapas cada vez más irreales, hablaba con gran seguridad a sus generales de la victoria final.
Un ejemplo sorprendente del extremo al que puede llegar un hombre encerrado en una situación imaginaria: sus derrotas eran victorias. El autoengaño funciona tanto a nivel de la mente individual como en la conciencia colectiva de un grupo. El precio de pertenecer a cualquier tipo de grupo es aceptar no percibir las propias dudas y errores y no aceptar nada que pueda contraponerse a la modalidad grupal de hacer las cosas.
Ese mismo precio que paga el grupo es que cualquier tipo de disenso, aun el más constructivo, es suprimido. Decía Goleman: “La culpabilidad, la vergüenza y el miedo son los móviles inmediatos del autoengaño”. En Venezuela muchos no quieren romper con el silencio que impide que verdades vitales lleguen a la conciencia colectiva.
El coraje de buscar la verdad y de manifestarla públicamente es lo que nos puede salvar de la anestesia del autoengaño. Ya que cada uno de nosotros los venezolanos tienen acceso a esa verdad incontrovertible que necesita ser proclamada. La paradoja de nuestro tiempo que quienes detentan el poder se sientan demasiados cómodos como para advertir el dolor de quienes sufren, y quienes sufren no tienen poder.
Para salir de ese callejón sin salida es necesario, como dijo el escritor húngaro Eliezer Wiesel, “tener el coraje de decirle la verdad al poder”.
Este artículo fue publicado originalmente en el diario venezolano “Versión Final” el 24 de mayo 2016 y su autor lo comparte gentilmente en El Candil.
Manuel Ocando
Dr. en medicina interna, medicina ocupacional, toxicología y administración sanitaria. Máster of Science en Toxicología, Universidad de Arizona EEUU. Demócrata, liberal, defensor de la democracia, justicia y libertad. Articulista.