ANTONIO IVAN RODRIGUEZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 243.-
En 1976, el historiador y economista italiano Carlo Cipolla, publicó un interesante ensayo en el que proponía 5 leyes básicas de la estupidez humana.
La 1ª ley es que siempre, e inevitablemente, todo el mundo subestima el número de estúpidos en circulación.
La 2ª ley era que la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona: no depende del nivel cultural, la riqueza o el estatus social, y se distribuye prácticamente igual por todos los segmentos de la población.
En palabras del propio Cipolla: “Ya sea que frecuentes círculos elegantes, te refugies entre caníbales o te encierres en un monasterio, siempre tendrás que lidiar con el mismo porcentaje de gente estúpida”.
La 3ª ley básica de la estupidez era la que el propio Cipolla consideraba más importante de todas, y rezaba así: “Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o a un grupo de personas mientras que ella misma no gana nada o incluso sufre pérdidas”.
A partir de esta ley, Cipolla estableció cuatro categorías en las que se podría clasificar a todos los seres humanos en función de su comportamiento, valorando los beneficios o pérdidas que sus acciones causan a los demás y los que se causan a sí mismos:
De este modo, mientras que las personas estúpidas serían aquellas cuyos actos perjudican a los demás sin que les aporten ganancias a ellos, las personas malvadas –a las que Cipolla llama ‘bandidos’– serían aquellos que perjudican a los demás para obtener un beneficio personal.
Por contra, las personas inteligentes serían aquellas cuyos actos les benefician a sí mismos y a los demás. Y quienes ayudan a los demás, aun a costa de perjudicarse a sí mismos, son denominados ‘gente indefensa’: contribuyen al bienestar de la sociedad y son explotados por ella.
Son personas altruistas que pueden aceptar su rol por razones morales, y se convierten en la presa ideal para los bandidos, cuyas acciones siguen un patrón de racionalidad.
A diferencia de los estúpidos, que suelen actuar de manera irracional, los bandidos –los malvados– saben perfectamente lo que están haciendo, son conscientes de su comportamiento.
Y por eso los individuos inteligentes son capaces de entenderlos, prever lo que intentarán hacer y, por tanto, tomar medidas para defenderse ante ellos.
En cambio, los planes de las personas inteligentes pueden verse frustrados por los estúpidos, ya que estos son totalmente impredecibles y muy destructivos.
Y como todas las sociedades están plagadas de estúpidos, los inteligentes no pueden contribuir al bienestar común tanto como se espera de ellos, debido a las fuertes resistencias y obstáculos que se encuentran en el camino por la irracional acción de las masas.
Cipolla destaca que no resulta sencillo determinar si una persona de verdad es inteligente, ya que normalmente nos guiamos por la opinión de los demás acerca de esa persona. Sin embargo, al analizar con detalle sus actos, podemos descubrir que en realidad actúa como un estúpido.
La 4ª ley afirma que las personas no estúpidas siempre subestiman el poder dañino de los individuos estúpidos: los no estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia tratar y/o relacionarse con estúpidos siempre resulta ser un error costoso.
Según Cipolla, las personas inteligentes tienden a pensar que los estúpidos solo pueden hacerse daño a sí mismos, y que ellos, dada su inteligencia, son inmunes a los actos del estúpido.
Sin embargo, como mencionamos antes, a las personas inteligentes les resulta difícil imaginar y comprender el comportamiento de los estúpidos, por lo que los ataques de estos los pillan por sorpresa, lo que da pie a la 5ª y última ley básica:
La 5ª ley “Las personas estúpidas son el tipo de personas más peligrosas”. ¡Mucho más que los bandidos, que las personas malvadas! ¿Y dentro de la categoría de los estúpidos? ¿Quiénes creéis que se llevan el mérito de ser considerados como los más peligrosos?
Exacto: los estúpidos que ocupan puestos de poder. Para Cipolla, no hay nada más amenazador que un estúpido con poder.
Y por desgracia, las masas de estúpidos, a través de sus votos en las elecciones, logran que el porcentaje de estúpidos que ocupan puestos de gran responsabilidad en los gobiernos de un país se mantenga aterradoramente alto.
Finalmente, en cualquier momento o circunstancia no hay nadie que esté exento de tener un comportamiento estúpido. El problema se vuelve serio cuando esa conducta es persistente y presa del miedo, la rabia, la frustración, la ignorancia o la disonancia cognitiva, entre otros.
Antonio Iván Rodríguez L
Grado de Educación Primaria (mención de EF)