SIMÓN PETIT ARÉVALO – EL CANDIL – AÑO IV – N° 182.-
Qué difícil es hablar cuando son tantas cosas por decir. Aquiles Báez, la pone difícil. Primero porque el afecto quizá exagere las bondades de una persona que fue puro corazón. Segundo, por la estatura, calidad y trayectoria que como músico nos dejó en cada entrega de sus proyectos. Y agregaría un tercero, que fue su sencillo apego a la tierra, su música y costumbres.
Aquiles además tenía vena de escritor, de cronista, y por fortuna dejó testimonio en algunos portales web. Disfrutaba mucho de esos textos en los que posteriormente complementaba la información cuando venía de visita a La Vela y coincidíamos en los días de fin de año. A veces cuando acompañaba a su mamá, Ana María, para algunas diligencias en Coro, nos encontrábamos en la Plaza Bolívar y allí planificábamos vernos en la Casa Azul para terminar la tertulia.
Digo que es difícil decir tanto en tan poco espacio. En este momento solo llega a mi memoria ráfagas e imágenes atropelladas. Cuando Ana María se despidió de este plano, volvió el dolor que vi en su rostro cuando murió su hermano Gustavo. No lo pude acompañar ese momento por circunstancias ajenas a mi voluntad; pero en los videos lloró su guitarra en pleno sepelio y eso me conmovió mucho. Cómo quise haber estado allí para abrazarlo a él y a Julio, su hermano mayor.
Aquiles siempre tuvo una sonrisa a flor de piel. Su humor traspasaba cualquier momento que pudiera ser desagradable. Los amigos del pueblo también fueron su familia. Como lo fue el tambor veleño y el vals de Rafuche, los 28 de diciembre con la Fiesta de los Locos, la guitarra de mi padre y de Fidel Marín que junto a él alegraron las noches con la voz de Memo Zárraga.
Cuando Líl Rodríguez, en la mañana de ayer me dio la noticia, sentí un ahogo y brotaron las lágrimas por el pana, el jodedor, el amigo, el hermano, el orgullo de todos y el guitarrista que nunca se negó a las solicitudes que le hicieran para tocar en cualquier espacio donde pudiera ayudar y aportar con su música. No podía dar crédito a quien solo días lo vi en una entrevista que le hicieran en España hablando de su gira.
Nos deja una tarea: rescatar la Casa Azul. A quien me lee, los invito a iniciar esa jornada para honrar a tres personas que fueron incansables promotores de la cultura y la historia. Por Ana María la guerrera y defensora del patrimonio, por Gustavo el cineasta y también músico, y por Aquiles, al que su gran corazón le jugó esta mala pasada lejos de su tierra.