ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO IV – N° 201.-
La frase «el Estado somos todos» es un recurso al que apelan demagogos y populistas para hacer creer que todos los ciudadanos son parte de un mismo grupo
El sector privado, el mercado, el conjunto de agentes económicos que efectúan intercambios comerciales en un marco de acción delimitado por la dinámica de la oferta y la demanda y los derechos individuales… todas y cada una de estas expresiones hacen referencia al conglomerado de ciudadanos quienes no forman parte del sector público, es decir, del Estado ?en cualquiera de sus componentes?, y que, por medio del trabajo e inversión, generan la riqueza con la cual se desarrollan sostienen las sociedades del mundo.
El Estado, por su parte, es una institución fundada con la finalidad de servir a la ciudadanía como agente protector de los derechos individuales, y nada más que ello. Los ejes cardinales del Estado son constituidos por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, encargados de la administración de la ley, la justicia, la protección del orden interno y la soberanía nacional.
Pretender conferirle mayores responsabilidades al Estado conlleva irremediablemente a corromper su naturaleza, tras lo cual se torna inevitable el envilecimiento de sus funcionarios y servidores. Si alguna vez uno se ha preguntado por qué la corrupción campea en los estamentos del Estado, ahí está la respuesta.
La frase «el Estado somos todos» no pasa de ser un recurso al cual suelen apelar los demagogos y populistas con la finalidad de generar un sentido de pertenencia en los votantes y así estos se sientan parte de un mismo grupo, cuando en realidad solo están siendo timados para favorecer a tan inmorales personajes.
Asimismo, es habitual el uso de tal eslogan cuando un país está sufriendo los estragos de una mala gestión estatal, siendo el propósito de esto el concientizar a la gente de que tienen el «deber patriótico» de pagar por los males cometidos por quienes en campaña prometieron trabajar por el bienestar de todos, lo que, en términos reales, se puede interpretar como el bienestar de los agentes del Estado.
Que no te vuelvan a engañar. El Estado no somos todos, nunca lo hemos sido y nunca lo seremos. Solo lo compone un puñado de políticos y su grupo de sirvientes quienes, contrariamente a la única y legítima finalidad del Estado, que es la de ser protector de los derechos individuales, meramente se han dedicado a obtener réditos de la posición de poder que la ciudadanía les confió. ¿Esto amerita la abolición del Estado? Definitivamente no, pero sí la delimitación de sus funciones y alcance, como siempre tuvo que ser.