ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 188.-
Oyendo los últimos acontecimientos en Colombia y las experiencias de los últimos 25 años de Venezuela, es tentador a pesar de lo polémico que puede ser, pasearse por algunos aspectos similares, con el fin de tratar de capitalizar lecciones para las generaciones venideras, sobre lo que según mi apreciación pueden ser los procesos de cambio que marcan un antes y un después en la historia reciente de estos nuestros países.
A mediados del siglo pasado los dos países tenían una dictadura militar que, a pesar del soporte de su origen, perdió el respeto y confianza del pueblo que con la guía de lideres formados desde jóvenes en el quehacer político, a logró expulsarlas sin las encarnizadas y sangrientas «revoluciones espontaneas» que hoy se ven y frecuentemente ocultan objetivos no tan altruistas como la libertad de pensamiento. Después de las últimas dictaduras los dos países entraron en una etapa de desarrollo y funcionamiento dirigida por partidos políticos fuertes que negociaron periodos de alternabilidad que les garantizaran tranquilidad para la organización y funcionamiento del estado alrededor de poderes independientes y claramente definidos en su alcance. Apareció en su esplendor el impacto del petróleo como “arma” y elemento importante para el balance de poder y perdición o ventaja, de los estados según los actores envueltos.
El «Diablo está en los detalles» y «la Carne es débil» eran expresiones aceptadas por el pueblo y que reflejaban un marco de actuación del estado en nuestros países.
Con la organización y a pesar de los pretendidos pesos y contrapesos, plasmados en las constituciones, pronto empezó a ponerse de manifiesto el increíble poder de contratación del estado y de los funcionarios públicos y a su vez de quienes manejaban las posibilidades de negociar esos nombramientos que se convirtieron en coto de los partidos políticos y sus dirigentes. Los “jefes” de los partidos se convirtieron en los «caciques» y caudillos, a quienes se recurría y apoyaba si se quería disfrutar del poder que concedía una posición de «servidor” público. Por extensión también surgieron los «dirigentes sindicales y gremiales» que, en muchos casos, asociados al poder político, ponían a su disposición «desinteresadamente» las simpatías y poder de elección de sus representados. Que otra cosa han venido siendo desde hace años las “federaciones, confederaciones, centrales, uniones”, ¿de “servidores públicos”?
Esa situación se gestó, incubó y ha operado muchos años, no solo en nuestros países sino en el continente y más allá. El mercado con su oferta y demanda funciona y el nicho para los favores políticos en democracia o dictadura, adquirió con el tiempo un sitio preponderante.
El estado como tal, teniendo en cuenta su sostenibilidad y el velo institucional, ha permitido que con el aporte de algunos lideres realmente comprometidos con el pueblo, se haya hecho esfuerzos para introducir controles y reglamentaciones como los procesos de licitación para la adquisición de bienes y servicios, las declaraciones de bienes e ingresos, las declaraciones de conflictos de interés y el control de flujo de capitales entre otros. Sin embargo, con el tiempo parece que el atractivo se ha incrementado. Prueba de ello ha sido la proliferación de partidos políticos aspirando a participar en las elecciones, así como los fraudes electorales y la manipulación de las instituciones.
Es, por decir lo menos interesante, ver no solo en Colombia y Venezuela sino en toda América en los últimos 50 años, la cantidad de mandatarios y miembros de los gobiernos que han tenido que salir de los países para protegerse del alcance de la justicia, manipulada o no.
Todo ese clima ha sido caldo de cultivo para el descontento de la mayoría trabajadora productiva y honesta. Este descontento condujo en nuestros dos países, Colombia y Venezuela al ambiente para que la mayoría descontenta quisiera y confiara en lideres que mediante su presentación como individuos casi que filántropos, ofrecían un CAMBIO que significaba un beneficio para toda la sociedad, especialmente la clase trabajadora, partiendo de una aparente concepción de igualdad general en los DERECHOS de todos.
Hace poco más de 20 años en Venezuela y unos meses en Colombia se concretó el mandato de cambio, a lideres aparentemente carismáticos y comprometidos.
Todos sabemos lo que ha pasado en Venezuela durante estos últimos 20 años y ahora estamos expectantes sobre lo que viene sucediendo en Colombia, después de la campaña electoral. Los síntomas son preocupantes. Ya hay declaraciones del presidente y su entorno acerca de imponer impuestos a los capitales que salgan (Para obligarlos a permanecer en el país aunque no quieran?) Imponer cargas tributarias casi que impagables a tierras que a criterio del gobierno no sean lo suficientemente productivas, para obligar a vender a los propietarios a precios bajos y distribuirlas a personas que no tengan tierras. (Para promover los minifundios como si fueran la solución al bienestar de los pueblos. Pobre Japón) Anuncios de aumentar los impuestos a las ganancias ocasionales (¿Para obligar a los individuos a pagar derecho de pernada a los feudales sobre sus riesgos, emprendimientos y aventuras económicas?) Criticas para imponerse y evitar las medidas del Banco de la República (Para pretende mostrar que no hay inflación aumentando los pagos en moneda local como si la divisa internacional del comercio no fuera el Dólar, y la energía no se comercia y consume en esta moneda) Creación de más burocracia estatal incluidos ministerios completos (Para dar la impresión de ser un aparato productivo y distribuidor de oportunidades y riqueza y bienestar y no un grupo generador de gasto improductivo) Solicitud a órganos de control a pasar por alto medidas judiciales (Para cancelar deudas relacionadas con “eventos de campaña”) Envilecimiento del trabajo y esfuerzo local, aumento de la corrupción asociada a la circulación de moneda extranjera, incluyendo la corrupción de las autoridades, confiscando como vengadores religiosos, los diabólicos dólares y pasaportes en los aeropuertos. Circulación de bonos subrepticios para motivar los empleados públicos, compra de decisiones en la justicia y en el poder legislativo, pérdida de competitividad de los productos nacionales, “mendicidad” encubierta para vivir de remesas a las cuales también se les impuso tributo, una vez se detectó su volumen y oportunidad paras los “jefes de turno”.
Acordémonos de Venezuela, Argentina, Cuba Ecuador, donde después de su demonización, la dolarización de hecho y luego de derecho, ha sido la única salida que ha permitido un respiro a su población, La eliminación de la capacidad productiva de bienes a pesar de la confiscación y entrega a las asociaciones de empleados para su administración, la necesidad de recurrir al financiamiento y formalización de deudas oficiales como préstamos para mantener así sea al mínimo el funcionamiento de industrias vitales como la petrolera. Han sido todas ellas, declaraciones y acciones ventiladas, para no decir denunciadas, porque no fueron ocultas.
A pesar de las acciones apresuradas, la improvisación y el sufrimiento del pueblo, y del esfuerzo para salir de pesadilla en algunos casos, el mal de origen continua. Es la capacidad de contratación de los estados que generan una clase política y hasta empresarial que por acción u omisión se encamina fácilmente por la distribución del botín más allá de limitaciones éticas y morales. La incorporación estratégica en el reparto ha hecho que la oposición que se puede ver como una esperanza, cause desaliento y sentido de rendición, al detectarse que es igual y hasta superior en su ambición, a los aspirantes circunstanciales a CAMBIAR la situación, como se ha podido poner en evidencia con casos concretos.
Las acciones descritas anteriormente y asociadas a las últimas elecciones, parecieran el recetario fácilmente identificable en cada GRAN CAMBIO prometido. Creo que no es que podamos decir que no hay lecciones aprendidas, es que este término es imposible de aplicar cuando los últimos 50 años se han caracterizado por la aplicación práctica en campo de las teorías que los describen, con el consecuente “disfrute” evidente de los resultados.
No se trata necesariamente de una confabulación de poderes internacionales y grandes intereses mundiales para imponer un tipo específico de creencias que conduce inexorablemente a llevar a los países y sus sociedades, casi que a convertirse en estados fallidos. Es la atracción de la riqueza fácil y la extensión cual mancha inexorable de aceite, entre quienes aspiran a beneficiarse a todos los niveles de ella, lo que no permite a las sociedades progresar. Dudo que haya principios o valores comunes entre “lideres tan disimiles” como los de Centro, Suramérica y Norteamérica. El único valor común es el deseo de disfrutar la riqueza fácil mediante la táctica de mostrarse como los mesías salvadores y en algunos casos, por qué no aceptarlo pretender, cargado de solo buenas intenciones, cambiar una situación que han sufrido algunos lideres en carne propia, para caer, al saborear las mieles del poder y la capacidad de enriquecimiento expedito, olvidándose de cualquier buena intención. Es permitir que opere la riqueza fácil que hasta la sal corrompe como decían los abuelos. Es haber logrado que, así como en las malas situaciones los juegos de azar se multiplican, nuestros ciudadanos apuesten que en algún momento les va a tocar el turno de estar cerca de alguno de esos lideres todopoderosos para que la llovizna de riqueza les alcance.
Es la espera de que en uno de esos intentos, se le aparezca el mesías buscado, porque el hombre es la criatura que cree que actuando de la misma forma obtiene resultados diferentes. La suma de ilusiones hace que nuestros pueblos en mayorías, frecuentemente precarias, con esos intentos, actúen de manera pendular y mientras unos tratan por todos los medios de salir del GRAN CAMBIO, otros busquen, pareciera que desesperadamente, entrar.
Hay quienes creen que la afición al juego y las apuestas es una enfermedad. Independientemente si lo es o no, es mucho lo que nuestros pueblos “ponen en juego” apostando en las campañas y eligiendo a quien seguir. Creo que es hora de pensar en soluciones basadas en la actitud y conveniencia de la sociedad como un todo y disminuir la posibilidad que, en una de esas apuestas, algún mesías en su locura acabe, ya no solo con un país sino con el mundo.
Revisar los mecanismos de formación y elección de lideres es una tarea que pudiera ser la solución para más de un tema de los que está en este momento en la difícil agenda mundial. Convocar a generar y analizar propuestas debe ser de alta prioridad en las organizaciones creadas para preservar la convivencia pacífica y segura de la humanidad. No será una labor fácil, pero parece mandatorio abordarla. El tema de liderazgo debe ponerse al alcance de todos.