LEONARD BATISTA – EL CANDIL – AÑO V – N° 238.-
La discusión en torno a la cancelación y la libertad de expresión ha sido un tema central en las conversaciones contemporáneas. La máxima «El hombre libre es incancelable» invoca una perspectiva liberal que enfatiza la importancia de la libertad individual, la responsabilidad personal y el estado de derecho. En este sentido, es importante explorar cómo estos valores se entrelazan para formar la base de este principio.
La libertad individual es uno de los pilares fundamentales de las sociedades liberales. Desde John Stuart Mill, quien proclamó en su obra Sobre la libertad que la única justificación aceptable para restringir la libertad es evitar el daño a los demás, hasta Isaiah Berlin, quien distinguió la libertad positiva de la libertad negativa, los pensadores liberales han enfatizado la autonomía y el derecho de cada individuo a perseguir sus propias elecciones y creencias. Según Berlin, la libertad negativa, es decir, la ausencia de coerción externa es esencial para garantizar que los individuos no se vean obstaculizados en sus acciones.
Sin embargo, la libertad no debe verse aisladamente, sino en conjunción con la responsabilidad individual. Friedrich Hayek, un destacado economista y filósofo liberal, afirmó que la libertad no es un estado de anarquía, sino más bien un sistema en el que se establecen reglas y límites para permitir que las personas vivan juntas en armonía.
En el mismo sentido, el Estado de Derecho, cuyo objetivo es garantizar la justicia y la igualdad ante la ley, complementa esta visión. El liberalismo clásico valora la idea de que nadie está por encima de la ley, independientemente de su estatus social u opiniones. Autores como Montesquieu, con su teoría de la separación de poderes, y John Locke, que discutió la limitación del poder gubernamental en «Dos tratados sobre el gobierno», destacaron la necesidad de un sistema legal que proteja los derechos individuales y evite los abusos de poder.
La expresión «El hombre libre es incancelable» resuena con la convicción de que la verdadera libertad trasciende las opiniones de los demás y las consecuencias efímeras de la cancelación. Desde esta perspectiva, el individuo emancipado no ve su vida significativamente afectada incluso cuando está sometido a la presión de la cancelación, porque su valor no depende de la aprobación externa.
Por lo tanto, este punto de vista desafía la concepción convencional de las consecuencias de la cancelación, en las que la coerción social no resulta en pérdidas relevantes para la vida de un individuo. Esto se basa en la comprensión de que la auténtica libertad no requiere la validación constante de los demás, sino que se nutre de la confianza en uno mismo y de la propia contribución al mundo. En este sentido, la libertad, la responsabilidad personal y el estado de derecho convergen para crear un entorno en el que la capacidad de forjar el propio camino sigue siendo inquebrantable, incluso frente a los desafíos sociales.
En conclusión, la máxima «El hombre libre es incancelable» trasciende la visión convencional de la libertad y la responsabilidad. No solo resalta la independencia de las opiniones de otras personas, sino que también nos recuerda que la verdadera libertad se manifiesta cuando el valor de un individuo no está definido por puntos de vista externos. Autores como Mill, Berlin y Hayek han contribuido al panorama de estas ideas, reforzando una visión que sitúa el poder de ser «incancelable» en el corazón de los principios liberales. Así, la libertad se vive con autenticidad, la responsabilidad se ejerce con conciencia y el derecho se defiende con la igualdad que resuena en la esencia de la libertad inquebrantable.
Leonard Batista – Asociado III del Instituto Líderes del Mañana.
Leonard Batista
Asociado III del Instituto Líderes del Mañana.