INSTITUTO LIBERAL – TIAGO PEDREIRO DE LIMA – EL CANDIL – AÑO III – N° 156.

Ben Shapiro, y yo, creemos que no vivimos en un mundo perfecto, ¡pero vivimos, sin duda, en lo mejor que jamás haya existido! Sobre la base de esta premisa, el autor más vendido, editor en jefe del Daily Wire y presentador de uno de los programas de radio de mayor auge en los Estados Unidos, resolvió dos grandes misterios que nos persiguen como sociedad hoy en día: ¿cómo llegamos aquí? Y lo más importante, ¿por qué estamos tirando todo esto a la basura?

Manifiestamente judío, Shapiro afirma: «Creemos que la libertad se basa en los cargos complementarios de que Dios creó a todos los seres humanos a Su imagen, y que somos capaces de desentrañar y desentrañar el mundo de Dios». Jerusalén y Atenas, respectivamente, dieron lugar a estas ideas, que dieron forma a Occidente durante 3.000 años. ¿Es nuestra generación responsable de tirarlos a la basura?

A través de una lectura cautivadora, Shapiro nos introduce en la concisa historia de la construcción de las ideas que dieron forma a nuestra civilización desde los griegos hasta los defensores de la Escuela de Frankfurt. A continuación, trataré de reconstruir la línea de razonamiento del autor, cuyas enseñanzas no tienen otro objetivo final que salvar a Occidente. No para nosotros, sino para los que realmente importan: nuestros hijos. ¡Buena lectura!

La búsqueda de la felicidad

«Estrictamente nunca y nunca importa lo que todavía tenemos que esperar de la vida, sino más bien exclusivamente lo que la vida espera de nosotros.» -Viktor Frankl

La felicidad, más precisamente la búsqueda de la felicidad, reaparece en este blog. Una vez más, un autor afirma que para ser feliz uno debe buscar ser virtuoso y tener un propósito moral. La diferencia aquí es que Ben Shapiro afirma que se necesitan cuatro elementos para crear este propósito moral:

Propósito moral individual. Sin este propósito que surge de la relación con el Creador, buscamos significado en el mundo exterior o nos destruimos a nosotros mismos en las aguas profundas del libertinismo. Incluso Voltaire, un ateo, declaró: «Quiero que mi abogado, mi sastre, mis siervos e incluso mi esposa crean en Dios, porque eso significa que seré engañado, robado y traicionado con menos frecuencia […] Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo».

Predisposición individual. La virtud y el propósito no son suficientes. Para ser felices, necesitamos creer que es posible encontrar la felicidad y que somos capaces de ser mejores.

Propósito moral colectivo. Las mejores sociedades son aquellas cuyos ciudadanos son virtuosos hasta el punto de sacrificarse por el bien común, pero no admiten verse obligados a sacrificarse.

La necesidad de una predisposición colectiva. La fe en el poder central es el camino a la tiranía, pero la buena predisposición colectiva concibe un gobierno capaz de prevenir las amenazas externas sin, por lo tanto, castrar a los individuos.

La felicidad para Shapiro es la fusión de estos elementos. Occidente se levantó sobre ellos cuando la razón de Atenas y la divinidad de Jerusalén se fusionaron. Sin embargo, estamos olvidando estos valores, ridiculizándolos y llevando a nuestra civilización a la ruina. Los mismos líderes occidentales que se llaman a sí mismos «valores occidentales» son contundentes al atacar las raíces de estos valores; a menudo, tratan a los religiosos como ignorantes intolerantes.

Jerusalén y Atenas

La razón puede enseñarnos a no ser malos. Sin embargo, es apocalipsis la que nos enseña a ser buenos. Nos enseña qué valores debemos tener, qué virtudes debemos cultivar, qué espera Dios de nosotros. La revelación es necesaria para que trascendamos el reino de los mediocres.

¡Pero eso no es suficiente! La tradición bíblica no enfatiza la capacidad de las personas para razonar, a priori, porque la revelación está por encima de la razón. Sin embargo, no es suficiente, ya que el alma busca lo divino a través de la razón. Esta es la importancia de Atenas.

La primera contribución de los antiguos griegos fue la filosofía de la ley natural, que afirmaba que la naturaleza —o el Dios detrás de ella— tenía un propósito, un télos. El valor de un objeto está en la capacidad de lograr ese telos. Por lo tanto, lo que hace virtuoso a un hombre es su capacidad de dedicarse a la actividad que lo hace hombre: razonar.

El nacimiento del cristianismo representó el primer intento real de fusionar el pensamiento judío con el griego. Mientras que el cristianismo se parece al judaísmo en su visión de Dios, es mucho más griego acerca de su universalidad. Si bien los mandamientos del judaísmo son complejos, en el cristianismo es suficiente creer. Dios se hizo así accesible a todos.

Dios ha muerto

A partir de ahí, Shapiro discute la historia del cristianismo, presentando cómo se extendió y salió victorioso en el debate de ideas, filosóficas y científicas. De hecho, a diferencia de la propaganda de un movimiento ateo posmoderno, casi todos los grandes científicos hasta la era del adventismo eran religiosos. La era del progreso científico no comenzó en la Ilustración, sino en los monasterios medievales.

Este viaje culminó en el primer país que se erigió sobre la base de la filosofía: los Estados Unidos. La filosofía de los Padres Fundadores, dice Shapiro, es la mayor bendición para la humanidad en toda la historia; pero somos decadentes, y los cimientos de la felicidad humana se están erosionando.

La explicación dada por el autor para este cambio fue el distanciamiento de Dios de los faros morales. El maquillaje fue el primero en romper con esta moral. Tu virtù no es virtud aristotélica. Después de él vinieron Hobbes, Spinoza, Voltaire, Kant, Bentham. Todos asumiendo que la razón podría construir la moralidad desde cero. El darwinismo— y la biología evolutiva permitieron el surgimiento de una teoría unificadora sobre la vida: el accidente.

No pasó mucho tiempo antes de que la humanidad fuera equiparada con los animales y finalmente pudiera liberarse de los lazos de lo divino.

El mundo de hoy

«La fiebre de la autoestima ha cambiado la forma en que se administran innumerables organizaciones, cómo se educó a toda una generación, los millennials, y cómo esa generación se dio cuenta (bien malcriada)».

La sustitución de Dios simplemente daría lugar al surgimiento de verdaderas utopías: la del nacionalismo, la de la igualdad, la de la burocracia. Mientras que la Ilustración francesa alejó a Dios y reprimió al individuo, creyeron demasiado en los colectivos y en el estado formado por ellos.

En la Segunda Guerra Mundial, las grandes visiones colectivistas del mundo entraron en conflicto directo y mataron a entre 50 y 80 millones de personas. Esa esperanza de la Ilustración sin Dios y sin telos era una farsa. Algunos todavía mantenían la esperanza en el experimento soviético, pero con las revelaciones de los crímenes de Stalin, también desapareció. De repente, Occidente estaba en crisis.

¿Qué la reemplazaría ahora? Sin Dios y sin el colectivo, sólo quedaban individuos. ¡Solo! Así, la filosofía del existencialismo pasó a primer plano. Kierkegaard y Sartre postularon que la verdad es subjetiva: no hay bien ni mal. Sigmund Freud creía que no somos verdaderamente libres. Los científicos comenzaron a argumentar que la capacidad de libre elección era falsa. Somos criaturas de placer y dolor, animales arraigados en la biología, que responden a estímulos.

Al otro lado del Atlántico, surgió una izquierda que no aceptaba que el Us capitalista sería capaz de formar una sociedad más culta y tolerante. Para los miembros de la Escuela de Frankfurt, la clase media estaría formada por hipócritas, porque si el marxismo no triunfara en una sociedad, solo podría significar que está compuesto por fascistas o consumidores mediocres.

Para Marcuse, la solución estaba en la rebelión completa: en el sexo, en el arte, en el trabajo. Son las raíces de la liberación sexual, el victimismo y la corrección política. Los efectos reales de esta cultura no son generaciones de personas plenas, sino obsesionadas consigo mismas.

Conclusión

«La libertad nunca está a más de una generación del precipicio. No se lo transmitimos a nuestros hijos en el torrente sanguíneo. Uno debe luchar por ello, protegerlo y dárselo a ellos para que hagan lo mismo, o pasaremos la vejez diciéndoles a nuestros hijos, y a sus hijos, como lo era Estados Unidos cuando los hombres eran libres».

Shapiro dice que si queremos que nuestra civilización sobreviva, debemos estar dispuestos a enseñar a nuestros hijos. La única manera de protegerlos es hacerlos guerreros, mensajeros de verdades relevantes. Eso es arriesgado, pero un riesgo que deberíamos estar dispuestos a asumir.

Las enseñanzas de Shapiro a sus hijos:

Tu vida tiene un propósito. Te hicieron usar la razón para descubrir un objetivo a través de la investigación de la naturaleza. Esto incluye defender los derechos individuales y volverse virtuoso.

Puedes hacerlo. No eres una víctima. Mira tu propio ombligo antes de culpar a la sociedad. Y si la sociedad viola los derechos individuales, es su trabajo reformarla.

Tu civilización es única. Lo que habéis recibido es único en la historia de la humanidad. Maravillas conquistadas con sudor y sangre. Sé agradecido por ellos y defiéndelos.

Todos somos hermanos. Nuestra causa común es una civilización decidida— colectiva e individual—, y que celebra las predisposiciones —individual y colectiva—. Por lo tanto, debemos compartir las mismas definiciones de libertad y virtud.

Nuestro trabajo es continuar la tradición, llevar adelante la tarea. Si lo hacemos, seremos dignos de las bendiciones de Dios y capaces de proclamar la libertad en toda la tierra a todos sus habitantes. Elegiremos la vida, para que nosotros y nuestros hijos podamos vivir.

Autor: Tiago Pedreiro de Lima. Mayor del Ejército Brasileño.

NOTA DEL EDITOR: Tomado de la página «Instituto Liberal» con sede en Brasil, con plena autorización de su administrador para compartir sus artículos en El Candil.

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