El mito de las fallas del libre mercado

ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO VI – N° 257.-


Es bastante habitual escuchar y leer, tanto a críticos del mercado libre como a quienes pretenden defender dicho modelo, el que, a pesar de ser un sistema económico que indefectiblemente genera riqueza y progreso, este presenta «fallas» que originan una serie de inconveniencias para unos y el beneficio económico para otros.

En tal sentido, se acusa al mercado libre de ser causante de desigualdades e injusticias, existiendo una serie de ejemplos empleados para intentar justificar dicha acusación: las enormes diferencias entre los ingresos de un maestro de escuela y un futbolista; el éxito de productos poco o nada favorables para la salud (bebidas azucaradas, comida rápida, etc.) en oposición con las bajas ventas de productos que sí le hacen bien a una persona; el que exista gente «con talento» que no logra progresar por falta de recursos, mientras que otros «menos talentosos» llegan lejos porque cuentan con los medios necesarios; entre tantas otras imputaciones que buscan apelar al lado emocional de las personas, ignorando todas las implicaciones relativas a cada caso que presentan.

Asimismo, se acusa al mercado libre de ser «peligroso» dado que, al no ser regulado por el Estado, cualquiera podría hacer «lo que sea», desde hacer negocios con la trata de personas, con el tráfico de órganos, con el sicariato, o con cualquier otra manifestación de la irracionalidad e inmoralidad de algunos individuos, que es lo que constituye el verdadero problema.

Lo cierto en todo esto es que los principios del mercado libre son los únicos coherentes con la naturaleza del ser humano, específicamente con la naturaleza de su mente racional y los medios que requiere para prolongar y desarrollar su vida, siendo el más importante entre ellos la libertad que exige la mente para poder pensar y trasladar el producto de ello a la realidad.

El mercado libre premia a quien logra satisfacer a sus consumidores; y el premio es aún mayor cuando se los satisface mejor que lo que logran hacerlo los demás, siendo la dinámica de la oferta y la demanda el regulador natural del mercado que procura la justa distribución de las ganancias.

El que alguien pueda beneficiarse por intercambiar el producto de su trabajo por el producto del trabajo de otra persona no es algo malo por sí mismo. Pero, entonces, ¿cómo se detiene a quienes quieren obtener un beneficio por medio de perjudicar a los demás si el Estado no tiene injerencia en un mercado libre?

En principio, hay que saber identificar las funciones del Estado. Dicha entidad tiene por finalidad proteger los derechos de las personas, teniendo la potestad legal para emplear la coerción en contra de quienes vulneren los derechos de sus semejantes.

En ese sentido, si en el calor de las actividades que se desarrollan en el mercado, una persona causa perjuicio en contra de otra, es decir, socava uno o más de sus derechos, el Estado tiene la autoridad de intervenir y castigar al autor del hecho.

Esto no implica una intervención en el mercado, sino que meramente se actúa dentro de los límites del campo de acción de la entidad estatal en materia jurídica, específicamente en lo referente a la defensa de los derechos individuales.

Es por ello que las estafas, por mencionar un ejemplo, son punibles. Y del mismo modo, y por las mismas razones, sería completamente legítimo el accionar estatal en contra de cualquier persona que pretenda encubrir sus fechorías bajo el manto de las actividades mercantiles.

El problema, pues, no viene dado por los principios del mercado libre… sino por la moralidad (o más bien, por la falta de ella) de quienes cometen actos reprochables.

¿Esto quiere decir que la solución que plantean los liberales se circunscribe únicamente a la «educación moral» de las personas?

Si bien es la ausencia de dicho tipo de educación, específicamente de una ética racional, la raíz de los males que aquejan a las sociedades modernas, también es necesario establecer límites y medidas preventivas a nivel jurídico e institucional.

Leyes que castiguen con severidad los actos criminales; reformas carcelarias que conduzcan hacia la resocialización de quienes aún tienen salvación; separación del Estado y la economía, junto con la delimitación racional del campo de acción estatal, para evitar más casos de corrupción de funcionarios y malversación de fondos; son solo algunos de los puntos que requieren ser abordados con la seriedad y energía que la situación actual exige.

Intervenir el mercado para frenar sus «fallas» siempre logra lo opuesto, beneficiándose solo quienes están del lado del gobernante de turno y aquellos que saben cómo evitar el peso de la ley, mientras que la gente de bien, aquellos que se esfuerzan día a día por un mejor devenir, los que no buscan torcer la ley y solo tratan de ganarse la vida de forma honesta y honrada, son los mayores perjudicados por las «buenas intenciones» de unos arrogantes con ansias de poder y control.


Enfoque Liberal

Concebido con el objetivo de difundir las ideas liberales en los distintos campos que rigen la vida del hombre, tales como la Economía, la Política, la Ética y la vida en sociedad. Las publicaciones que se realizan en esta página se basan en el conocimiento adquirido del estudio del Liberalismo Clásico, el Objetivismo y la Escuela Austríaca de Economía.


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