CUENTOS DE A LOCHA EN UNA CUARTILLA – LUIS RAMÍREZ SÁNCHEZ – EL CANDIL PEDREGALERO – AÑO II – N° 86.-
La pródiga bodeguita de Tanano en el Barrio “La Quebraíta” era una de esas fieles y simpáticas dispensadoras de víveres y servicios del viejo pueblo.
Tanano, quien era tan puntual como impaciente cerraba a las seis de la tarde, y viajaba semanalmente a Coro para proveerla, y cada vez que planificaba el viaje se le hacía difícil conciliar el sueño por temor a quedarse dormido, por lo que le dijo al conductor del vetusto autobús entablado en madera por los costados, que lo anotara en el cuaderno de pasajeros; y José Manuel (el chofer), así lo hizo; sin embargo, Tanano, por temor a que el olvidadizo chofer no recordara, optó por sugerirle que él lo esperaría en el Hospital José Vicente Zavala, y así acordaron.
No obstante el haber estado puntual a las 3 de la mañana, Tanano divisó el viejo autobús que venía por la calle Comercio en dirección hacia él, pero José Manuel, el olvidadizo chofer, de lo más relajado, le pasó por el frente y cruzó en la Democracia, directo a la salida del pueblo, mientras Tanano le hacía señas, a lo que José Manuel alcanzó a decir: -Ahoora ¿ Y qué le pasa a Tanano que tiene una manoteadera allá en la esquina del hospital?
Al día siguiente Tanano abrió puntual su candorosa bodeguita olorosa siempre a paledonias recién horneadas, y al primer marchante que llegó de compras le contó lo ocurrido con José Manuel, y el viejo autobús muy parecido al de Ciprianito, y este le manifestó:
– ¿Y es que tú no sabes lo “trascoldao” que es José Manuel?
Y comenzó a referirle que una vez, en una de esas tardes lluviosas de octubre, alguien lo contrató para el traslado de un cuerpo que debía ser velado y sepultado en Coro; por lo que José Manuel aceptó al viajero sin alma siempre y cuando le permitieran llevar el resto de los pasajeros en los puestos de adelante.
Acordado el trato, se inicia la travesía sin novedad; sólo que, al llegar al Caserío Agua Clara, el Rio Pedregal estaba de “vega a vega”, y le recomiendan los tanteadores que no cruzara, tanto por las aguas encrespadas como por la oscuridad de la noche. Decide él, quedarse hasta el amanecer del día siguiente, y bajaron el féretro para poder conciliar el sueño, y así lo hicieron.
A la mañana siguiente, bien temprano José Manuel arrancó el bus y cruzó el río olvidándose del ataúd en la ribera occidental. Llegaron a Coro, y al mediodía recibió un telegrama “urgente y contestación pagada”, reclamándole que donde estaba el cuerpo del difunto, y allí fue donde él se acordó, y regresó como alma que lleva el diablo, y a gran velocidad, con tan mala jugada del destino que encontró el río aún más crecido que la vez anterior y no podía atravesarlo, por lo que hubo de pasar el féretro por el artesanal teleférico, convirtiéndose aquel “predestinado” difunto en el primer pedregalense que cruza el Rio Pedregal, sin el alma de la que Dios le hubo provisto.

Coro-Estado Falcón-Venezuela
Sábado, 18 de enero de 2020
