El mundo perfecto, el panal y Paris

VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 163.

Recordando en estos días “El Mundo Perfecto” y pensando en los eventos que están en desarrollo en nuestros países, donde puede ponerse en duda la capacidad de convivir como seres humanos sin la amenaza de la violación flagrante de nuestros derechos a pensar, discrepar y desarrollar actividades que nos proporcionen como a cualquier animal, el adecuado sustento y calidad de vida, pareciera que debo llegar a la conclusión que sin el concepto de  la superautoridad y la droga suministrada a la sociedad, es imposible lograr la “felicidad” de todos.

Con nuestro apreciado léxico con el cual es posible transmitir conceptos, especialmente al cargarlo con la forma de decir las cosas, y que ayuda a transmitir la intención con la cual se dicen, encontramos muchas vías de aplaudir, condenar, justificar, promover, o rechazar comportamientos según nuestras creencias, valores y el marco cultural.

Palabras y frases como, “el deber ser”, “el sagrado derecho”, “el abandono”, “el maltrato”, “la injusticia”, “la desatención”, “los marginados”, “los poderosos”, “los imperialistas”, forman parte de repertorios que pudieran ser componentes del pensum mínimo de formación de aspirantes a líderes, que esperan motivar y conquistar seguidores de causas que muchas veces no están ni siquiera bien definidas, pero que solo raras veces se distancian objetivamente del interés personal.

No pretendo filosofar sobre la bondad y la maldad y entrar en los análisis de San Agustin y sus charlas con Evodio sobre la bondad de todos los seres humanos al nacer. Veo si, la ansiedad en estos días de la mayoría de la sociedad por vivir tranquila, y es aquí cuando buscando en posibles modelos de, por lo menos en apariencia sociedades felices, viene a mi mente Aldous Huxley y las lecturas de nuestro profesor de bachillerato de filosofía. También nuestra discusión de sociedades aparentemente “perfectas” como la de las abejas donde la división de actividades y la responsabilidad por cumplirlas logra el trabajo permanente en armonía y “felicidad” si ningún agente “externo” perturba la paz del panal. Si analizamos un poco, vemos como la máxima ambición de la mayoría de quienes se nos presentan como potenciales lideres benefactores, lograr que les demos la representatividad y poder, para darnos la “felicidad” colectiva a todos. No importa si se trata de la del mundo perfecto o la del panal de abejas.

Como comunidad. ¿Cuál es el fin? ¿Estaríamos de acuerdo en que es “mantener sostenible la sociedad”? ¿No poner en peligro su existencia?  ¿Evitar en lo posible, acciones individuales o colectivas que atenten contra su funcionamiento armónico? En otras palabras, pareciera que su objetivo es preservar las condiciones para el desarrollo de las generaciones venideras como vía a la preservación de la especie ante la finitud de la vida individual.

¿Esa es la sociedad que queremos y que deseamos preservar para que nuestros descendientes vivan mejor?

¿Ese es el mundo feliz de Huxley que deseamos? ¿Ese es el modelo de panal que perseguimos?

¿Sin embargo, cuáles son los objetivos individuales dentro del objetivo colectivo? ¿Podría decirse que la felicidad individual? Es allí donde entran las diferencias. En la concepción de felicidad y realización.

¿Mantener la comunidad y que cada uno desarrolle su potencial y pueda impactar hacia donde vamos, con base en su ejemplo? ¿O tomarse el tiempo y “sembrar” invirtiendo en la formación, para que su descendencia pueda interactuar proactivamente sin olvidar los compromisos de cada quién?

¿Qué pasa en nuestras democracias?        

Es notable como hoy se trata de aglutinar conceptos de logros hacia el alcance de la “felicidad”. Las situaciones presentadas últimamente en la selección de mandatarios pueden dar algunos indicios sobre ello. Pareciera que están basados en la obtención inmediata de la retribución o premio. Los últimos mandatarios electos en Suramérica muestran menos de la mitad de popularidad o aceptación a escasos meses de su elección, por no cumplirle a sus electores sus expectativas al elegirlos: quitarle a unos para darle a otros, (Expropiaciones), evitarle a sus electores responsabilizarse por sus acciones, (Condonar crímenes y actos terroristas), derogar algunas leyes que le impiden hacer cosas a sus electores, (Cambiar de un plumazo la constitución),  eliminar deudas a “su pueblo”, (Condonar pasivos por decreto), cambiar las leyes de previsión social, (Jubilaciones por decreto, Salud gratis sin aportes, Salario mínimo sin trabajar), apoyo al emprendimiento, (Prestamos obligatorios sin intereses, por decreto, imposición inmediata de aranceles a bienes importados y rompimiento de acuerdos internacionales), eliminación de competencia laboral, (decreto de eliminación de asilo a inmigrantes).

¿Elegimos por mayoría (democráticamente), líderes que prometen la lista anterior y esperamos que la cumplan en 2, 3 o 4 meses?

Probablemente alguien podría contestar, que esa es la democracia y la democracia es el mejor sistema para la organización y gobierno de las comunidades. Donde el imperio de la mayoría se impone y se establecen reglas y se hace lo que el interés de esa mayoría decida. Según esta definición así de simple, la democracia puede garantizar una sociedad feliz. ¿Aceptamos como “Democracia” y “Mundo Feliz” y un sistema donde, si no haces lo que digo incendio el país, ¿porque tengo seguidores dispuestos a hacerlo?

Si bien es cierto, que tanto en un mundo feliz, con la droga, como en el panal con el instinto individual de supervivencia, en teoría existen sociedades felices al menos en apariencia, en una sociedad “inteligente” debería ser posible tener un sistema que nos conduzca a la sostenibilidad de la especie a la vez que permitir la realización y desarrollo individual de diferentes capacidades.

¿De qué adolecemos como sociedad aparentemente organizada?

Que otra cosa que el deseo de satisfacción inmediata pudiera reflejar ese desencanto en pocas semanas con un “líder electo”, que esperar que imponga en forma inmediata y sin apelación sus deseos, para cumplirle a sus electores el compromiso electoral.

Pareciera que no es nuestra mayor habilidad o característica, tener los medios para evitar que los mecanismos de búsqueda de satisfacción inmediata pongan en peligro la sostenibilidad de la sociedad y el respeto por el derecho de los demás. Tenemos identificadas violaciones flagrantes de los derechos de otros, por parte de miembros de la sociedad que buscan la satisfacción inmediata a costa de cualquier método sin importar el cómo, hasta llegar a crímenes de lesa humanidad. Nadie reconoce que su deseo es elegir “democráticamente” a alguien, pero esperando que cumpla sus promesas convirtiéndose en dictador para lograr sus objetivos inmediatamente. Todos hacen una exaltación de su concepción de la democracia, hasta aquellos que la manipulan para dañarla desde dentro.

Recuerdo a alguien que mencionaba que no podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo lo mismo (Einstein).  ¿Que esperamos como resultado si tratamos de hacer en forma oculta y sobresaliente las cosas prohibidas o contra la ley para que no sean condenadas (Como la corrupción), y además hacemos mal las cosas positivas (Como sabotear la democracia), para que no nos limiten?

Dejemos de amar la música en forma de cantos de sirena y de pensar que sobrevivir es gratis. Necesitamos aprender a usar escudos de información contra cantos de sirena, aprender que la recompensa inmediata tiene por lo general un precio muy alto, y que necesitamos exigir un sistema de justicia que prevenga los atentados contra la humanidad y los derechos de los demás.

Si te engañan una vez podrías echarle la culpa al encantador, pero si te engañan nuevamente no puedes buscar otro culpable que tú mismo.

La felicidad si es posible trabajando para lograrla, no se puede “encargar” a París  

    

BOGOTÁ – COLOMBIA

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