RICHARD M. EBELING – EL CANDIL – AÑO VI – N° 271.-
Una de las palabras más acusadoras y negativas que se utilizan actualmente en diversos círculos políticamente “progresistas” es la de “neoliberalismo”.
Ser llamado “neoliberal” es ser condenado por estar en contra de “los pobres”, ser un apologista de “los ricos”, y un defensor de las políticas económicas que conducen a una mayor desigualdad de ingresos.
El término también se utiliza para condenar a todos aquellos que consideran que la economía de mercado es la institución central de la sociedad humana, por estar en contra de la “comunidad”, del cuidado compartido y de la preocupación por algo más allá de la oferta y la demanda.
Un neoliberal, dicen los críticos, es aquel que reduce todo a los dólares y centavos del mercado y desprecia el lado “humano” de la humanidad.
Los que se oponen al neoliberalismo, es decir, los progresistas o comunistas, afirman que los neoliberales son rabiosos y “extremistas” defensores del laissez-faire, es decir, de una economía de mercado sin restricciones por parte del gobierno o de políticas fiscales redistributivas. Nada mas lejos de la verdad.
El origen de este término se remonta a hace unos ochenta años, con la publicación en 1937 de un libro del periodista y escritor estadounidense Walter Lippmann (1889-1974), titulado An Inquiry into the Principles of the Good Society (en español: Una investigación sobre los principios de la buena sociedad), y a una conferencia internacional celebrada en París, Francia, en agosto de 1938, organizada por el filósofo y economista liberal clásico francés Louis Rougier, centrada en los temas del libro de Lippmann.
En 1937, el libro de Lippmann sobre La Buena Sociedad fue una declaración contundente y lúcida de los peligros que representaban para una sociedad libre los sistemas colectivistas totalitarios -el comunismo soviético, el fascismo italiano y el nazismo alemán- que estaban envolviendo a Europa en la década de 1930. Además, advertía del peligro complementario del “colectivismo rastrero” en forma de políticas reguladoras e intervencionistas que crecían entonces en las democracias occidentales, incluso en Estados Unidos bajo el New Deal.
Afirma Lippmann en su libro que el “poder” está injusta e inequitativamente distribuido en una economía de mercado no regulada, lo que conduce a abusos contra los consumidores y los trabajadores empleados por la empresa privada desenfrenada. Propone que el gobierno debe regular el tamaño de las empresas y la forma en que utilizan su poder de decisión y que debe ser supervisada por organismos del gobierno. Deben establecerse e imponerse impuestos para asegurar una distribución más equitativa de la riqueza entre los miembros de la sociedad, y los impuestos recaudados en mayor medida sobre “los ricos” deben gastarse en “salud pública, educación, conservación, obras públicas, seguros [sociales]” y otros proyectos y programas asistencialistas.
¿Cuál fue entonces el resultado de la conferencia? ¿Y qué nos dice sobre el significado del neoliberalismo?
El neoliberalismo no nació como un intento de racionalizar y restaurar un capitalismo desenfrenado de laissez-faire, sino como una idea para introducir una amplia red de programas reguladores y redistributivos que salvara políticamente algunos de los elementos esenciales de un orden de mercado competitivo.
El neoliberalismo no nació como un intento “extremista” de racionalizar e implementar un capitalismo desenfrenado y un sistema social inhumano. Se concibió como la creación de una sociedad más humana y justa precisamente al rechazar el laissez-faire. Mas bien pretendía ser un sistema aceptable y aceptado por “las masas” de la sociedad democrática.
Mas tarde, el programa neoliberal se aplicó con éxito en diversos países después de la Segunda Guerra Mundial, como Alemania Occidental, donde se produjo un “milagro económico” de recuperación tras la destrucción de la guerra, al liberar las fuerzas del mercado y el espíritu empresarial.
Sin embargo, el triunfo del Estado de Bienestar intervencionista, a partir de la época inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial y hasta el presente, se debe en parte a que muchas de las políticas aplicadas eran compartidas con “la izquierda”. Sólo que esperaban mantenerlas dentro de unos “límites más manejables” para que una economía de mercado vibrante pudiera seguir funcionando eficazmente.
Los “progresistas” de hoy en día hacen todo lo posible por negar cualquier parecido familiar.
Los orígenes, la agenda y las consecuencias del neoliberalismo apuntan a la necesidad de una nueva agenda para la libertad: una que reconozca y reafirme la idea y el ideal de ese liberalismo original y verdadero del laissez-faire y la sociedad civil voluntaria.
Richard M. Ebeling
Profesor Distinguido BB&T de Ética y Liderazgo de la Libre Empresa en The Citadel, en Charleston, Carolina del Sur