El que y el como

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 206.-


Es interesante ver como en el desarrollo de la vida cotidiana de nuestras sociedades se ha implantado y pareciera que de manera casi que irreversible, la polarización. Prácticamente no hay tema que escape a una forma cada vez más popular de analizarlo, conduciendo las opiniones diversas a la adopción de posiciones enfrentadas, irreconciliables, que a partir del momento que “aparecen” se presentan y divulgan como banderas, reclutando seguidores. La aparente creencia es que la razón y específicamente el “triunfo”, corresponde a la posición que tenga más seguidores. En otras palabras, que la razón y el triunfo es de quienes se alinean en mayor número, los demás son “perdedores”. Y claro todos queremos ser “exitosos”, “ganadores”.

En forma paralela, ante el deseo de alcanzar el objetivo, para muchos es fácil pensar que cualquier herramienta es buena para derrotar al enemigo, ya que como corolario se acepta, que la mayoría, exitosa, ganadora, no se equivoca. La destrucción del adversario, no de sus argumentos es una de esas herramientas de amplio uso. El ser humano racional, rey de la creación, de la mano de los medios, de las redes y de actores especializados, ha encontrado el método para buscar la forma de sentirse exitoso, y no, la forma de encontrar la razón, las verdades, entenderse, acordar, sumar. Exactamente como en las peleas escolares (bulling y muertes incluidos), las peleas a muerte de animales (apuestas incluidas), los golpes de estado (incluidas muertes), son los fans, seguidores, apostadores, que quieren apuntarse a ganador, quienes hacen el negocio prospero, rentable y, guardadas las proporciones, indispensable como medio publicitario. ¿Nos imaginamos como sería el volumen del negocio de los medios, de las redes y por ende la publicidad y mercadeo sin el filón que se ha cultivado más últimamente, como es el de la polarización? Si cabe alguna duda preguntémonos si el último celebre divorcio de una artista y un deportista, no ha influido en los récords de ventas, sintonización de programas, artículos, postgrados de comentaristas y crecimiento del número de influencers. Muchos declararan con orgullo que facturan y eso para ellos es lo importante

La mesa (la metodología) está servida, solo falta encontrar el alimento, el tema sobre el cual polarizar a los lectores, televidentes, seguidores o simplemente fanáticos. Lo demás es seguir el libreto que incluye ver como se destrozan esos seguidores, no solo epistolarmente o ante las cámaras, sino en vivo mientras otros observan y graban. ¿Fácil verdad? Por lo menos así parece en sesiones “privadas” (aunque no tanto porque las publican después para ayudar a la polarización) donde se definen estrategias para el asesinato mediático de otro u otros actores importantes. 

En el pasado eran los fundamentos de los partidos, los colores escogidos y que supuestamente representaban esos fundamentos, los símbolos de las disputas. Las creencias religiosas eran otro motivo de guerras en algunos ambientes. La disputa por territorios a dominar y explotar. Hoy las causas de asesinatos son más variadas al utilizar la metodología de la polarización. Hoy no se matan por el color del partido. Hoy hay causas mejores:  matarse por el uso de la máscara, por creer o no, en la utilidad de las vacunas, por la frase que acuñó un candidato o candidata, por la decisión del dueño de una red, de limitar la expresión, o por ejercer el derecho sagrado a la rebelión, la validez o no de la diferencia de géneros, por el derecho a portar armas, por el derecho a invitar a destruir el congreso, o el derecho a violar la ley si no estoy de acuerdo con ella, o el derecho a tomar subrepticiamente, recursos de entidades públicas para fundar agrupaciones que luchen contra la corrupción. Todas las anteriores son ejemplos de causas buenas para destruir y hasta asesinar al adversario que no esté de acuerdo, y aspire a ser exitoso, es decir, pretenda ser parte de la mayoría, aun pensando diferente a mi.

El objetivo ya no es ni siquiera económico para algunas mayorías.  Ya no es de principios y valores. Ya no es de seguridad personal o supervivencia de los descendientes. El objetivo es aplastar al adversario que, si no tiene la mayoría está automáticamente errado, no tiene la razón y debe admitirlo y someterse. Pareciera que adquiere hoy mayor vigencia y legalidad la frase: “los ganadores escriben la historia” Si yo obtengo la mayoría soy el ganador y estuvo bien, y tuve la razón, destruyendo el metro como dirían algunos ciudadanos de un país hasta hace poco próspero, del sur del continente. O caerle a balazos a una multitud desarmada, o sitiar un pueblo sin oxígeno para sus enfermos, o comida, o apropiarse de inversiones privadas y publicas.   

Se entiende que con la popularidad que ha adquirido como metodología exitosa de uso generalizado, es casi imposible eliminar la práctica de utilizar, de la mano de la publicidad y los especialistas de contenido, la polarización para todo. Desde “vender y facturar” alrededor de una canción, lograr la facturación creciente de productos malsanos para los niños, hasta invitar a unos seguidores a matar o morir, asaltando cualquier corte o grupo de semejantes, por solidaridad con su ídolo todopoderoso.  El nivel a  mantener de falsedad o engaño para alimentar la polarización y no dejar que se reduzca, es lo único importante para todos. Vender el aparentemente fácil, pero realmente escurridizo “Todos Ganan”, que no aparece en la perinola.

Sin embargo, no deja de ser preocupante por el impacto y el fundamento que tiene para una sociedad, de cara a los resultados, el hecho de dar por normal la práctica de obtener resultados independientemente del método. La utilización de la opinión favorable sobre cualquier tópico no debería poder ser utilizado como prueba de veracidad o mandato de una sociedad. Como ejemplo simple se puede recordar que en el pasado la mayoría de los habitantes pensaban que la tierra era plana. Hace solo unos años que era imposible el trasplante de órganos y hasta hace unos meses que una máquina pudiese opinar, diagnosticar y prescribir medicamentos.  

Esa polarización hoy casi que admirada especialmente en el campo de la publicidad para obtener resultados de cualquier tipo, es el marco, algunas veces abiertamente presentado y otras disfrazado, de la prédica de algunos líderes latinoamericanos que proclaman la importancia de cambiar la democracia basada en la representatividad, por la democracia de la participación directa del pueblo. Entendiendo, eso sí, por participación, la aclamación permanente y aprobación de todas sus propuestas, anulando el valor del conocimiento y accionar de las instituciones, llámense estas poder legislativo, judicial o academias de ciencias, salud o económicas.  Su razonamiento y aspiración de fondo, de buena fe o tendencioso, es vender la ilusión de salvar a la humanidad convirtiéndose en su ídolo.  

Ese fundamento errado de la veracidad o garantía de éxito y justicia con solo la opinión, por cierto, muchas veces precaria, es lo que ha dado estruendosos fracasos a algunas sociedades, desperdiciando generaciones y destruyendo su economía y verdadero bienestar.

La mayoría se debe rendir ante el conocimiento y hechos reales comprobables. Esto no se puede perder de vista si no deseamos perder el rumbo. Imaginemos si la justicia se administrase solo por la opinión de la mayoría. Cuantos inocentes condenados a muerte habría si no se considerasen los hechos reales, comprobables, y se aceptase (como ya se pretende en muchos ámbitos) solo la opinión de la mayoría como prueba de veracidad y justicia.

Es incuestionable la participación como elemento clave para la gobernabilidad y crecimiento de las sociedades. Lo lamentable es que la utilización de la polarización como herramienta de manipulación, destruye las instituciones y mina las bases dejando de lado lo que el conocimiento les aporta a los seres humanos como racionales. La capacidad de analizar.

La representatividad es necesaria para el funcionamiento de cualquier sociedad, tanto como la participación activa de la ciudadanía. La materia pendiente es la definición adecuada de los requisitos que debe cumplir cualquier representante, a cualquier nivel, de otros ciudadanos. La representación no puede ser escogida con base en la visceralidad o las circunstancias. Especialmente en la época actual, con la complejidad de los avances tecnológicos, del derribo de barreras de ignorancia con la investigación y del aumento en la complejidad del interactuar de los seres humanos, las sociedades no pueden darse el lujo de relajar los requisitos que deben cumplir sus representantes. Todo cuerpo colegiado debe estar compuesto por miembros con dominio de algún área del conocimiento y del quehacer económico. No bastan las buenas intenciones o las habilidades de venta de imagen, es necesario el conocimiento como aporte que sumado al de todos los demás, permita configurar soluciones o acciones que eviten descalabros a las sociedades representadas. Es rescatar la importancia de la diferencia entre la “charlatanería” y la rectitud, como dirían nuestros antepasados y que hoy probablemente se entienda mejor si se expresa coloquialmente como la diferencia entre la fama y el prestigio. (Espero no tener que enfrentarme con esto a la polarización y encontrar que alguien hable y promueva un bandido de prestigio)

No se trata de eliminar los cuerpos e instituciones representativas. Es cómo hacerlas sólidas y valiosas. NO ES EL QUE, ES EL COMO, configurarlas en los requisitos y en la selección de los miembros

Viene a mi mente la imagen de un parlamentario que después de ser encontrado en flagrancia en un hecho bochornoso e ilegal, declaraba en su defensa, que HABIA SIDO ELEGIDO PARA HACER LEYES, NO PARA DAR EJEMPLO.

¿Como le enseñamos a nuestros hijos a elegir los miembros de nuestra comunidad de vecinos? ¿Quiénes prometen las cuotas más bajas, no importa cómo? ¿O quienes cumplen las reglas de convivencia?



Álvaro Ramírez
Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.  



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