VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 160.
En estos días, pasando por un casino veía sus sugestivos anuncios, con invitaciones a entrar y lograr los sueños de su vida con solo apostar y jugar. Aunque era un casino real, no difiere mucho de lo que encuentras en cualquier página o centro comercial a donde vas de paseo, en tu explorar de los nuevos «universos virtuales»
Pensaba en ellos como el paraíso de la liberación de las inhibiciones para llegar a inevitables realidades, o como un centro de aprendizaje de toma de decisiones. Algo así como el sitio donde es posible soñar con darle todo a ROSALINDA, o Venderla. La ilustración es un poco extrema, aunque conocida por muchos, aunque sin llegar allí, también puede imaginarse la «decisión» de alguien entre el deseo de darle la mejor fiesta de 15 años a la hija o hipotecar la casa.
En cualquier empresa a sus empleados se les juzga por sus capacidades. Una de ella es la de «tomar decisiones». Esa puede ser un factor clave para que una empresa coloque su futuro en manos de un director, presidente o gerente.
En cualquier empresa se entiende que la sostenibilidad de la empresa depende de esas decisiones que tomen sus miembros y de las que toman sus accionistas propietarios. Esas decisiones deben tomarse a partir de información. De análisis del pasado y de la cuantificación del impacto de las potenciales acciones a partir de la proyección de eventos anteriores o del conocimiento cierto de hechos que sucederán en el futuro. Lo que anteriormente para nuestros ancestros era especulación sobre algunos eventos que asociaban con fenómenos sobrenaturales, hoy en día se conoce por análisis técnicos y conocimiento científico. Los ciclos de la luna, su impacto en las mareas y la agricultura, los ciclos de lluvia, invierno y verano permiten proyectar ciclos de producción y venta de bienes y servicios y el comportamiento del mercado. Acciones como desarrollar proyectos de modificación, fabricación o eliminación de instalaciones, se basan en información, no en de opiniones y “feelings” de chamanes de las tribus.
Cobra importancia entonces el valor de la información en la toma de decisiones. ¿A qué hechos concretos recurres para decidir? ¿Cuánto estás exponiendo? ¿Cuánto puedes obtener? ¿Recurres como nuestros ancestros a la observación de la luna? la interpretación de los sueños? Allí es donde se fundamenta el aprecio de las empresas por la adecuada toma de decisiones. El recabar la información acertada, la formulación de escenarios potenciales, y el cálculo del impacto de las diferentes variables, hace que las decisiones dejen de ser una simple apuesta, para convertirse en una actividad sistemática, perfeccionable y de contenido racional importante, teniendo en cuenta los resultados en juego, que a veces pueden ser tanto como la supervivencia. La definición de escenarios potenciales permite proyectar el funcionamiento de las variables seleccionadas y el cálculo de su impacto permite poner valor, en forma disciplinada, a la “inversión a arriesgar” y al éxito posible.
Extrapolando la situación de cualquier empresa a la de una sociedad en cualquier país y sus decisiones, encontramos que la democracia se basa en que «probablemente» la mejor decisión para una comunidad frente a más de una opción, es aquella por la que «la mayoría» se inclina, partiendo obviamente de la base que todos los integrantes de la sociedad son iguales y tienen el mismo derecho de opinar. Factores muy importantes a la hora de transmitir que, como igual tienes los mismos derechos de todos y el líder más justo es quien te los reconoce y hace cumplir, para tu beneficio. Un presidente latinoamericano dijo una vez y se ha convertido en muletilla de venta para captar seguidores: “El pueblo nunca se equivoca”.
Probablemente en la mayoría de las decisiones de una sociedad para su país, imaginarse lo que se desea obtener, no es la parte más difícil. Todo el mundo se imagina el mundo, país, ciudad, familia, ideal. Lo difícil de definir es «la inversión» a exponer para tratar de obtenerlo. Difícilmente la sociedad adopta el trabajo de analizar en forma disciplinada y sistemática las opciones posibles, simular los resultados de adoptarlas y calcular el impacto de cada una. Y es que la tarea no es fácil. Especialmente si tenemos en cuenta que, a pesar de la facilidad creciente para la divulgación de información, el contenido para dilucidarla en forma clara y segura no es siempre confiable.
En los casinos está muy claro que los apostadores lo único que hacen es dejarse guiar por cualquier corazonada o cábala. Los talladores son los únicos que siguen rutinas perfectamente claras basadas en cálculos y análisis estadísticos y los administradores de calcular el éxito económico esperado y según el mismo, la cantidad a repartir en “premios”. En ese mundo nunca nadie pone en duda de quién es la responsabilidad por apostar y del resultado de esas apuestas. Allí está perfectamente claro para todos que la responsabilidad por la decisión y de los resultados es del jugador. Nunca nadie ha visto en las puertas de los casinos a alguien protestando porque la decisión de entrar y apostar no fue ganadora.
En el mundo real, lejos de las ilusiones que un golpe de suerte les va a arreglar la vida y conceder cual genio sus deseos, los pueblos no terminan de internalizar que, si apuestan, aunque no sea casino, son responsables por los resultados de sus apuestas. La responsabilidad por los resultados de las malas decisiones, autónomas y gozando de su libre albedrio y del derecho a elegir democráticamente, no se puede delegar. No se puede culpar y exigir acciones de reparación a quienes “reparten”. No se puede culpar de las apuestas a los administradores electos o a las “injusticias de la vida”. No se puede exigir al país de al lado que obligue al país donde yo apuesto, a resarcirme del resultado de mi lanzamiento de dados y garantizarme que pueda seguir apostando sin consecuencias.
Es hora de buscar que los pueblos de países democráticos empiecen a hacer por lo menos una aproximación con algo de sensatez, a un análisis del costo de inversión. Se debe poder hacer el planteamiento aun cuando sea general o macro, de escenarios posibles, a la hora de decidir el tipo de vida futura que desean. Pensar un poco en la viabilidad realista de mantener el funcionamiento del país bajo diferentes enfoques. Hoy en día parece ineludible que se polaricen los pueblos y solo piensen en términos de blanco o negro. Sin embargo, el casino de la vida ofrece más posibilidades, aunque pudiera llegar a ser más complejo decidir. Existen el rojo, el verde, los números y las combinaciones. La combinación adecuada de blanco y negro genera diferentes tipos de GRIS que pueden ser un escenario diferente.
Pensando en forma realista, el país no es viable si: se pretende que haya dinero para todos en forma indiscriminada independiente de las diferentes capacidades de producir. Tampoco es posible tener un país próspero donde una proporción muy alta de la población no pueda con su esfuerzo razonable garantizarse un ingreso mínimo de vida sostenible. No es posible tener empresas prósperas si no hay mercado que consuma. Tampoco es posible que las empresas produzcan y vendan por debajo de sus costos, como tampoco es posible que se pueda garantizar el pleno empleo si no hay empresas productivas. Un país sin educación no tiene futuro, pero no es posible la inversión infinita en educación sin capacidad de producción. Ninguno de los extremos es viable por sí solo. La definición de escenarios contempla la combinación de variables donde alguna puede obtener valores extremos de un lado o de otro, pero también tienen su impacto aquellas que manejan valores intermedios. Así mismo con la combinación de valores en escenarios se puede llegar a diferentes niveles de riesgo, INVERSION y diferentes niveles de recompensa o retribución, RESULTADOS
Se hace muy difícil subsistir con la radicalización de BLANCO O NEGRO en todos los tópicos que conforman un escenario. Las posiciones extremas y su contenido subjetivo en decisiones de “Asamblea de Propietarios” hace que la polarización termine siempre debilitando la decisión adoptada democráticamente.
¿Llegó la hora de explorar escenarios de menos radicalismo total? ¿La hora de entender la existencia de GRIS? ¿No será posible solicitar a los lideres el planteamiento de escenarios confluyentes y aglutinadores, sin perder la perspectiva de la necesidad de compromiso y esfuerzo de la mayoría de los miembros?
¿Tendremos en caso contrario, que reconocer que nuestros pueblos deben seguir apostando a ROSALINDA con BLANCO O NEGRO?
BOGOTÁ – COLOMBIA