ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 250.-
Es interesante ver lo que viene sucediendo con la economía después de controlada la pandemia. Desde hace tiempo, más de un siglo, el sector industrial, ha venido progresando permanentemente en forma sistémica para mejorar su productividad. La mejora permanente de los métodos de trabajo para la producción de bienes y servicios que requiere la humanidad para cubrir sus necesidades ha sido el mecanismo para sumar esfuerzos en la vía de hacer posible producir cada vez más, con menos esfuerzo. Esa búsqueda permanente de mejora ha hecho posible que el progreso sea innegable en todas las áreas de la actividad humana: La salud con cada vez mayores expectativas de vida, la capacidad de producción de alimentos, las mejoras en la educación, el transporte, el desarrollo de infraestructura, las comunicaciones y hasta las actividades de diversión e interacción social.
En el camino se ha cumplido con hitos como la especialización del trabajo, inicialmente en manufactura, pero luego extendida a todas las demás actividades administrativas y técnicas; la producción en serie, la normalización, la tercerización, la introducción del concepto de cadena de abastecimiento y el reto de su administración coordinada. Finalmente, y como un paso lógico en ese funcionamiento de la cadena de abastecimiento, se llegó a la globalización. Esta permite la integración de esfuerzos regionales según sus ventajas competitivas, en una maximización ambiciosa del rendimiento del esfuerzo invertido a nivel mundial para la producción de bienes y servicios.
¿Qué ha sucedido después de la pandemia? El temor experimentado y manifestado por muchos, sobre el derrumbe de las cadenas de abastecimiento, ante los diferentes impactos regionales del virus y la capacidad también de las diferentes regiones para superarlo. Ese temor producto de los hechos y la reflexión, hacía dudar si efectivamente la globalización podría tener futuro ante el impacto de los factores de producción integrados y su necesidad de funcionar como las antiguas cadenas de manufactura, cual mecanismos de relojería, integrando materias primas, equipos, personas e insumos. Es historia el impacto de los puertos, de la disponibilidad de contenedores, de chips y otros componentes y servicios. Para sorpresa de muchos, la catástrofe posible no se presentó en toda su magnitud. Aunque hubo un impacto enorme reflejado en las cifras de crecimiento, poco a poco, el mundo ha venido mostrando su resiliencia y capacidad de responder por el esfuerzo futuro empeñado para resolver la crisis. Se ha puesto de presente que no en vano con la suma de esfuerzos a nivel mundial, ante el deseo de progreso colectivo y satisfacción de la demanda, se había llegado a definir capacidades de producción, respaldadas por infraestructura, procedimientos, y sistemas administrativos y de comunicación, que seguían allí. Esos años, vieron crear sistemas adicionales de soporte y reacción aceleradamente, para apoyar los procesos. Tuvieron éxito ante el propósito de las empresas y la sociedad en general, de no perder los esfuerzos capitalizados.
Sin embargo, hay algo que pareciera que estamos descubriendo como sociedades. Se necesita algo más que todo lo anteriormente descrito para tener un mundo funcionando coordinadamente y en forma confiable. El Comportamiento Humano.
Los dos últimos años nos han dado la muestra. El comportamiento humano está sustentado por creencias y valores. Esas creencias y valores que rigen la actuación están fundamentados en el conocimiento.
Los dos últimos años, ya con la pandemia prácticamente superada, se han presentado en el mundo conflictos bélicos, atentados, y saboteos a infraestructuras, con el solo fin de tomar control y poder, o sabotear a quien los tiene, dando al traste con capacidades de producción y desarrollo que afectan gravemente, aun a quienes ejecutan o permiten esos atentados. Es la extrapolación y proyección a nivel mundial, de lo que sucede con la seguridad ciudadana a nivel regional. Como a nivel regional, pareciera que no hay soluciones para evitar la repetición de hechos. Pareciera que la única vía es aceptar que tenemos que aprender a vivir, con la interrupción de las cadenas de abastecimiento que suplen nuestras necesidades, tanto a nivel regional como mundial.
En mi concepto, pareciera que es tener que aprender a vivir sin justicia. Entendiendo por justicia para una sociedad o individuo, evitar en primer lugar que se repita el acto violador del deber ser. No se trata de lo que se ha extendido mucho como la necesidad de castigar, o escarmentar, u obligar a pagar. Se trata de crear los mecanismos para impedir que se repita el acto violatorio. Que quien comete la falta, no pueda volver a hacerlo. Y evitarlo inmediatamente y en forma permanente. Después puede venir la resocialización, la reparación que difícilmente es posible, o la concesión de restablecerle al delincuente sus derechos a tratar de vivir normalmente. Es evitar inmediatamente que un dictador ataque a otro pueblo, además del suyo que lo eligió. Es evitar que un asesino, menor, enfermo mental o simplemente criminal, pueda volver a hacerlo. Es evitar que un evasor de impuestos pueda volver a hacerlo. Es evitar que un violador, secuestrador, o terrorista repita el hecho. Que un anárquico vuelva a destruir bienes ajenos. Claro, estaremos en un grave problema el día que aceptemos que golpear la esposa, o comer carne humana como los caníbales, es respetable y que debemos aprender a dormir con vecinos caníbales, o debemos mudarnos de edificio.
Hace unos días, en un programa televisivo mostraban en forma documentada, el hecho de un menor de 15 años que cometió un crimen por encargo fue detenido y juzgado.
Defensores de menores reclamaban el hecho con el razonamiento de que un menor sin oportunidades no debe ser castigado porque él mismo, ya es una víctima de esa falta de oportunidades, por tanto, no debe ser mantenido en retención, porque es victimizarlo nuevamente. Pudiera ser filosóficamente correcta esa forma de pensar, pero lo que creo que es primordial, es evitar que repita el hecho. Después de evadirse del lugar de retención, el jovencito asesinó a otras dos personas como sicario, dejando huérfanos victimas que se podrían haber evitado. Extrapolando, no se puede permitir que, reincidiendo, un golpista, un dictador, o simplemente un loco, conduzca a la sociedad que dirige, a la guerra y cause cientos o miles de muertes de inocentes, por no ser detenido a tiempo.
Hoy, como diría don quijote: Con la iglesia hemos topado.
La globalización con sus cadenas de suministro no podrá seguir progresando a pesar de su fortaleza, demostrada en la adaptación en la pandemia, si la sociedad no trabaja en aprender a neutralizar a tiempo, asesinos antes que reincidan. Y esa neutralización debe ser alrededor de los valores que como sociedad adoptemos. Me aterra pensar que un loco con poder de cerrar válvulas de combustible o cerrar vías de navegación, o masacrar una multitud, pueda envenenar los alimentos que exporta a determinado país, porque en su interpretación de justicia, se lo premie algún grupo que comparta o se someta a sus delirios.
¿Será que tenemos que abandonar nuestro intento de mantener la globalización como una fortaleza con todas las bondades que nos ha demostrado y volver a vivir como pequeñas agrupaciones sociales, republiquitas y pequeños vecindarios agrupados solamente alrededor de su cultura y creencias (según su grado de conocimiento), por no entender que formamos parte de una comunidad mayor que es la humanidad, que hasta hoy tiene un balance positivo de crecimiento?
No parece posible integrarse al progreso mundial si continuamos valorando la pobreza como virtud y satanizando la riqueza como maldad. Si continuamos aceptando y promoviendo como valiosas, las actividades productivas basadas en bajos niveles de conocimiento, pretendiendo que pueden ser competitivas, en un mundo donde, basado en el conocimiento y desarrollo tecnológico, el ser humano está conquistando el espacio y creando la inteligencia artificial como apoyo.
¿Promoviendo la siembra con bueyes, la conversión de bicicletas en limusinas y el transporte de cosechas en carretas, nuestras aldeas podrán integrarse al mundo que está sembrando y recolectando cosechas u ordeñando, en forma completamente automatizada y transportando bienes y entregándolos desde el otro lado del mundo en 24 horas? ¿Será que tendremos que volver a las aldeas y comunidades indígenas tirando por la borda todo el crecimiento de los últimos siglos? ¿Volveremos a sentirnos cómodos con el guayuco nivelando por debajo según el conocimiento? ¿O… estaremos tan avanzados filosóficamente que podremos darle trabajo de guardaespaldas a todos los sicarios para crearles oportunidades y así los resocializamos? ¿Quién fijará los precios de su trabajo? ¿El estado contratador o el personaje a “cuidar”?
Yo personalmente creo que prefiero para mis descendientes, ropa más cómoda, a pesar de que respeto profundamente como viven las tribus, pescan y cultivan, se ganan la vida y crían sus descendientes.
No creo que nuestras sociedades puedan ser competitivas y prosperas y justas, si no se adopta formalmente el concepto de aceptar el premio a las actividades basadas en el conocimiento y el esfuerzo.
Evitemos el error, aparentemente casi normal para gran parte de la población en América Latina, de confundir pobreza con virtud, riqueza con maldad, inversión con bondad y limosna con buena administración y que el mundo debe vivir de la solidaridad y la filantropía, sin promover la riqueza. Evitemos que mientras observan la conquista del espacio, sin contribuir activamente a aportar esfuerzo y conocimiento, nuestras aldeas se comporten como el animal de la canción: “ESE TORO ENAMORADO DE LA LUNA QUE ABANDONA POR LAS NOCHES LA MANAAAA”, sin proponerse rechazar la viveza y en su lugar adoptar como prioridad, el premio al conocimiento y esfuerzo, para tratar de alcanzarla.
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios, operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.