Europa puede valerse por sí misma, la invasión de Ucrania lo prueba.

INSTITUTO EL CATO – BENJAMIN H FRIEDMAN Y JUSTIN LOGAN – EL CANDIL – AÑO IV – N° 159.

Benjamin H. Friedman y Justin Logan consideran que la invasión rusa de Ucrania ha revelado que las fuerzas armadas rusas han sido más débiles de lo que pensábamos, lo que hace que Europa sea más fuerte en comparación.

En Washington, el ataque de Rusia a Ucrania ha sido un llamado a las armas. EE.UU. no solo ha acelerado los envíos de armas a las asediadas fuerzas armadas de Ucrania, sino que ha anunciado el despliegue de 15.000 nuevos soldados a Europa del Este desde que comenzó la crisis, y es posible que haya más por venir. El Congreso acaba de votar para aumentar el presupuesto de defensa a $783 mil millones, un aumento de alrededor de $40 mil millones en un solo año, en gran parte para responder a la amenaza rusa.

Mientras tanto, los expertos ven una nueva realidad geopolítica: una en la que la seguridad europea no puede darse por sentada; donde EE.UU. no puede darse el lujo de cambiar su enfoque de Europa a Asia o a los problemas internos, y donde las visiones de la “autonomía estratégica” europea aparte de EE.UU. han demostrado ser una fantasía.

Estos puntos de vista están equivocados y la reacción militar de EE.UU. es innecesaria. De hecho, la invasión de Ucrania por parte de Rusia revela una debilidad sorprendente, y la respuesta de Europa muestra su capacidad para manejar la amenaza de Rusia sin la ayuda de EE.UU. La guerra en Ucrania es un crimen, una tragedia y una oportunidad para que EE.UU. transfiera la responsabilidad de la seguridad europea a los europeos.

Desde principios de la Guerra Fría, la razón principal para guarnecer las fuerzas estadounidenses en Europa ha sido equilibrar el poder soviético y luego el ruso para mantener la paz. El declive del poder soviético y la creciente riqueza de Europa permitieron que la mayoría de las tropas estadounidenses en Europa regresaran a casa: de más de 300.000 durante la última etapa de la Guerra Fría a alrededor de 65.000 para 2021. Pero la oposición en Washington a dejar que Europa madure hasta convertirse en una potencia independiente de las ataduras estadounidenses, más la creencia de que Europa seguía demasiado dividida para igualar la fuerza militar de Rusia impidió más reducciones.

La fórmula clásica sobre las amenazas dice que son producto de la intención y la capacidad. Según esta medida, la invasión de Rusia a Ucrania no la convierte en una amenaza mayor para el resto de Europa, de hecho su amenaza se reduce.

La invasión muestra una intención más maligna –o al menos más tolerante de riesgo– de lo que imaginaban la mayoría de los analistas. Pero hay poca evidencia que respalde la opinión de que el ataque de Rusia en Ucrania es parte de un plan para reconstituir el imperio soviético. El presidente ruso, Vladimir Putin, puede volverse nostálgico por los días de gloria, pero sus quejas sin reparo sobre Ucrania son únicas; no hace afirmaciones análogas sobre los países bálticos, ni siquiera sobre Georgia.

En cuanto a la capacidad, el caótico esfuerzo ruso hasta ahora en Ucrania es una buena noticia para Europa. Si Rusia fuera capaz de conquistar una parte de Europa, debería haber sido capaz de derrotar rápidamente a Ucrania, con sus 215.000 efectivos militares, vehículos más anticuados y una pequeña fuerza aérea.

Pero a pesar de las reformas tan anunciadas desde su desempeño decepcionante contra Georgia en 2008, Rusia ha tenido problemas con la logística y el apoyo a la infantería, dejó su armadura vulnerable al fuego antitanque y fracasó durante tres semanas en establecer la superioridad aérea. La moral es quizás el problema más grande, con tropas de reclutas abandonando vehículos y desapareciendo en los bosques. Más de 7.000 soldados rusos han muerto en Ucrania, según funcionarios estadounidenses, un ritmo que puede no ser políticamente sostenible.

Rusia podría superar estos problemas y ganar militarmente. Pero luego se quedarían tratando de pacificar a más de 40 millones de ucranianos, en su mayoría hostiles, lo que requeriría la mayor parte del ejército en servicio activo, dejando poco para futuras invasiones. Aunque es probable que la próxima guerra de Rusia no sufra de una planificación tan deficiente, sus problemas de moral –y la longitud de sus líneas de suministro– solo empeorarían contra un enemigo de la OTAN. Cualquier otra guerra sería financiada por una economía reducida por las sanciones.

Mientras tanto, la agresión de Rusia provocó un fuerte aumento en los esfuerzos militares europeos. El canciller alemán, Olaf Scholz, anunció un fondo especial de $110 mil millones para aumentar el gasto en defensa y se comprometió a llevar al país al estándar de gasto en defensa del 2% del PIB establecido por la OTAN. El 78% de los alemanes apoyaron la medida. Polonia anunció un aumento del gasto en defensa del 2,5 al 3% del PIB. Es probable que otros países europeos, especialmente en Europa Central y del Este, hagan lo mismo, como ocurrió hasta cierto punto después de que Rusia se apoderó de Crimea en 2014.

Este cambio se suma a la ventaja de poder colectivo de Europa sobre Rusia. Los miembros europeos de la OTAN tienen más de 10 veces el PIB de 1,6 billones (“trillions” en inglés) de dólares de Rusia. Tiene el doble de tropas activas que Rusia: 1,8 millones vs. 900.000. Su gasto militar supera al de Rusia, de $302 mil millones vs. $62 mil millones (o $178 mil millones ajustados por poder adquisitivo). En resumen, la guerra ha revelado que Rusia es más débil de lo que pensábamos, lo que hace que Europa sea más fuerte en comparación.

Ahora, el truco consiste en usar la energía de Europa para responder a Rusia y superar los problemas de coordinación entre los estados, para lograr lo que se llama autonomía estratégica: capacidad militar independiente de EE.UU.

La agresión de Rusia también ayuda a resolver ese problema. La respuesta europea a la guerra ha sido impresionantemente unificada al sancionar y condenar a Rusia, incluida la costosa decisión de Alemania de detener el oleoducto Nord Stream 2. Esa decisión incurre en el riesgo de represalias rusas que podrían aumentar los precios de la energía que ya son altos. Esta unidad de esfuerzo político podría transformarse en una mayor cohesión militar, si Washington lo permite.

Durante mucho tiempo, EE.UU. ha sido hostil a la idea de la independencia de Europa del liderazgo de EE.UU. y trató de utilizar la OTAN como un medio para evitarlo. La razón principal para cambiar esto es que gastamos mucho defendiendo a Europa, y podríamos usar parte de esa ganancia inesperada para mejores propósitos –en casa o en Asia– sin dañar la seguridad europea. La invasión rusa de Ucrania puede ayudar a producir un socio europeo más capaz, incluso si es uno que no sigue las órdenes estadounidenses. Eso comienza por traer gradualmente tropas a casa desde Europa, no enviando más allá.

La política exterior de EE.UU. ha sufrido durante demasiado tiempo por la idea errónea de que EE.UU. necesita resolver todos los problemas globales. Ucrania es una tragedia europea; Rusia es una amenaza principalmente para Europa, y es una que los aliados de EE.UU. pueden enfrentar por cuenta propia.

Este artículo fue publicado originalmente en The Week (EE.UU.) el 20 de marzo de 2022.

NOTA DEL EDITOR: Este articulo es compartido con El Candil con autorización de los administradores de la página El Cato.org.

Autores: Benjamin H. Friedman. Fue académico titular de estudios de Defensa y Seguridad Nacional del Cato Institute. Justin Logan. Es un académico titular en el Instituto Cato. Él es experto en la gran estrategia de EE.UU., la teoría de relaciones internacionales y la política exterior estadounidense. Sus investigaciones actuales se enfocan en el desvío del balance de poder hacia Asia –específicamente respecto de China– y la relevancia limitada de Oriente Medio para la seguridad nacional de EE.UU.

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