Gerencia por objetivos

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO VI – N° 265.-


En estos días, cuando el manejo de data se afianza cada día más como soporte para el trazado de planes y en general para la administración de cualquier actividad, se hace interesante recordar y revivir etapas que han caracterizado la incorporación de prácticas que ayuden a la obtención de resultados. Desde sus albores de la profesionalización de la administración y gerencia de negocios, se han hecho icónicas, actividades o procedimientos con nombres descriptivos de sus aspectos más importantes. Herramientas, o prácticas tales como “administración científica del trabajo”, producción en serie, mejoramiento continuo, círculos de calidad, cadenas de valor, análisis de causa efecto, reingeniería, planificación estratégica, y muchas otras, tuvieron su momento e impacto. Hoy, más cerca en el tiempo y con nombres como “Block Chain”, e Inteligencia Artificial, la carrera continúa hacia la mejora permanente de resultados.

Cada una tuvo su momento de gloria cuando era “la solución” a cualquier problema de una empresa. En cada caso, al llegar la nueva “herramienta” o propuesta, aparecían las desventajas de la anterior, aunque es interesante reconocer que la mayoría conserva ventajas con las que fue concebida.

El peligro general: creer que las herramientas por si solas, al utilizarse, podrán conducir al éxito. No bastan solas. El mejor carnicero no es el que tiene los más afilados cuchillos.

Las empresas tienen perfiles diferentes, trabajan en entornos disímiles y cambiantes, y se pueden encontrar en momentos diferentes de sus ciclos de vida.

El aspecto común resaltante y para apreciar, en esa sucesión de innovaciones en la administración de empresas, es el esfuerzo permanente del ser humano emprendedor, en busca de sistematizar el éxito.

En esa sucesión de herramientas y a pesar de haberse anunciado formalmente hace 70 años, me gusta recordar la GERENCIA POR OBJETIVO por sus bondades, aun presentes y en uso en muchas empresas. Probablemente sobresalen desventajas que pueda tener para su aplicación en algunas organizaciones, especialmente en estos tiempos de globalización y ambientes volátiles, cuando es relativamente fácil encontrar razones para justificar la desviación de una ruta, trazada a partir de premisas que se han convertido en volátiles, como la estabilidad política.  

Ese hecho, en mi concepto, no opacas ventajas duraderas que tienen que ver con el desarrollo de una cultura y la reafirmación de ciertos valores. Medir, Evaluar y Retribuir, son pilares de la Gerencia por Objetivos, difíciles de ignorar.

En mi permanente creencia del valor de comparar los emprendimientos privados, su organización y gobernanza, con las sociedades en las cuales funcionan, pienso que ese mismo esfuerzo por sistematizar el éxito podría aplicarse a tratar de sistematizar el éxito de las sociedades.

Aspecto importante en esa comparación, es el concepto de “éxito” en uno y otro campo.

Una expresión generalmente aceptada, especialmente al solicitar gastos, es que “los países no quiebran”, aunque los estados sean pésimos administradores.    

A diferencia de las comunidades empresariales privadas, aparentemente el éxito para muchas sociedades es producir lo necesario para “sobrevivir”. Baste escuchar los discursos de resultados y rendimiento de cuentas de sus “administradores” a sus “accionistas”, los ciudadanos miembros de la sociedad. En ellos se comparan preferiblemente, con otras sociedades con posiciones más bajas en el escalafón de indicadores importantes, especialmente los asociados a nivel de vida.  

Sobrevivir (ya lo decíamos en artículo anterior) no puede ser el enfoque permanente, aunque en nuestra región parece que se ha convertido en lo normal por parte de ciudadanos que pareciera que se consideran habitantes o inquilinos, y no propietarios, de países que podría perseguir, como indicador de éxito tener estándares de vida cada vez mejores. 

Si hablamos de una empresa, el éxito viene definido por los accionistas, a partir de la visión que tengan del emprendimiento donde depositan el fruto de sus esfuerzos. A partir del concepto de éxito se fijan objetivos y metas para todos los actores. Cada uno tiene claro como aporta a los objetivos y éxito de la empresa. Cada uno sabe cuál es su compromiso, por quienes, y cómo será evaluado, y cómo será retribuido. Los equipos de trabajo conocen también los riesgos de no alcanzar los objetivos. Aprenden a deducir que no puede haber éxito solo para unos equipos, e impune destrucción de valor por otros. Que no puede haber retribución sin obtener antes, resultados. Suena fácil, aunque no lo es en la realidad. Es necesario acordar, sumar, detectar, y corregir o reforzar a tiempo. Aprender de errores. Entender que sin visión, propósito, disciplina y constancia no hay éxito.

¿Qué se puede percibir de nuestros países, las sociedades que ocupan sus límites geográficos y de sus estados como organización política administradora? ¿Cuál es la visión como punto de partida? ¿Qué visualizan sus accionistas? (la sociedad que lo habita) Ante la pregunta, se puede esperar una serie de calificativos: Un país próspero, seguro, con oportunidades de trabajo, democrático. Hasta allí difícilmente se encuentra algún desacuerdo.

¿Como convertir esa visión en objetivos? Indudablemente por tratarse del cómo llegar a la visión, las posibilidades de definir objetivos parecen una tarea muy difícil, aunque supuestamente para eso se organizan las sociedades y buscan gobernarse democráticamente. Integrando para sumar esfuerzos. ¿Sin embargo, estamos siendo exitosos?

¿Debemos convencernos de abandonar vivir una utopía? No me refiero a que seamos exitosos definiendo nuestros objetivos como sociedades. Pienso que la utopía que debemos abandonar es creer y tratar de convencer a la sociedad, los pretendidos accionistas del país, que es posible distribuir sin producir. La realidad es que no es posible

Lo que es muy real y nada utópico es que, (a pesar de que fue enunciado hace 70 años) no se llega conscientemente a ninguna parte como individuo o como equipo, si no hay objetivos definidos.

¿Cuándo nos cayó el cáncer de la polarización hasta para seleccionar al rector de una institución educativa o el director técnico de la selección deportiva? O.. que un vicepresidente le haga oposición publica a su presidente y se divida la sociedad?  Es cierto que el ser humano es un animal político, pero reducir la política a la siembra de la polarización destructiva no parece ser el mejor camino para cumplir lo que debe ser un objetivo común: Ser mejores, no solo sobrevivir.

¿Cambiar la situación es también una utopía? Solo si nos empeñamos en ignorar la potencialidad de los ya “señoriales” pilares de la Gerencia por Objetivos. Si internalizamos como sociedad que debemos medir, evaluar y retribuir, deja de ser una utopía. Internalizar, significa “TODOS”. Los miembros de una sociedad deben aceptar medirse, ser evaluados y entender la retribución según resultados.

Lo contrario es lo que tenemos hoy, la Utopía de pretender que es posible distribuir sin producir. Que no es necesario ser competitivos, que primero se debe cumplir con los derechos que formulan los estados y luego ver como los pagamos.

Como podemos ver, tratar de emular los emprendimientos privados en su búsqueda de mecanismos para alcanzar el éxito, no es tarea fácil. Sin embargo, es casi imposible pertenecer a la liga de sociedades competitivas si no se intenta.

El éxito de las empresas apoyada sistemáticamente en herramientas como la Gerencia por Objetivos, equivale en nuestros países a convertir sus aparentes riquezas en ventajas competitivas de las comunidades y a nivel individual a convertir los talentos en verdaderas ventajas, mediante la disciplina dirigida a alcanzar objetivos medibles.

El mecanismo para hacerlo sistemáticamente empieza por incluir formalmente, como requisitos para el ejercicio de la representación de las comunidades, indicadores que midan efectivamente resultados, para definir el alcance de objetivos hacia el éxito. Paso complementario es la divulgación masiva del avance y la aplicación de la retribución correspondiente al éxito o fracaso.

Empecemos a abandonar la utopía de pretender “evaluar” sin medir y distribuir sin producir.



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.


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