Hasta que la muerte los separe

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 252.-


Oyendo las noticias en estos días pareciera que nos estamos transportando a un mundo de ciencia ficción. Efectivamente los desarrollos tecnológicos nos están ofreciendo un mundo virtual donde cada día empiezan a asombrarnos menos los resultados de los esfuerzos de investigación y desarrollo que conducen a posibilidades hace poco no imaginadas. Vehículos que se conducen solos, centros comerciales virtuales, lentes que permiten “vivir” y experimentar en un mundo solo existente en la imaginación. Juegos y simuladores recrean situaciones hipotéticas y las transmiten a los sentidos de los actores. Un mundo virtual donde el precio de las cosas se basa en circunstancias y en la apreciación de “valor” que se vende a la sociedad y que impacta directamente sus características de demanda.

Este ambiente de avanzada contrasta con algunas realidades que se hacen presentes en nuestras comunidades latinoamericanas. A pesar de las proyecciones en un mundo aparentemente “pragmático”, de resultados, donde pareciera que es de importancia clave el parecer más que el ser, conceptos tradicionales como el de familia, amistad y hasta creencias religiosas ocupan un lugar importante en buena parte de nuestras sociedades. La cercanía familiar en momentos difíciles o de celebración, las redes de amistades como una extensión de la familia y la manifestación de creencias religiosas o en fenómenos sobrenaturales, más que la misma práctica de deberes asociados a esas creencias, están muy presentes y formando parte de la idiosincrasia de nuestros pueblos.

Si incursionamos en la apreciación del funcionamiento de estas creencias y valores a la hora de hacer emprendimientos de negocios, probablemente ilustra un poco algunas frases que he escuchado en más de una oportunidad en nuestros países: “Uno hace negocios con amigos, no con enemigos”. “Es mejor tener amigos que tener dinero”. “A mi no me den, pónganme donde haya”. Se pone de manifiesto la voluntad de sumar esfuerzos hacia el resultado favorable grupal y la disposición a compartir oportunidades dentro de la familia extendida y en el marco de creencias. Estas características, aunque promueven el emprendimiento y la búsqueda de oportunidades circunstanciales, no necesariamente apuntan, como disciplina y creencia, a negocios estables, permanentes, sostenibles en el tiempo. Son populares los latinoamericanos, a propósito del escrutinio que se viene haciendo desde hace unos años a la migración, como recursivos y rebuscadores.

En estas condiciones, Latinoamérica parece terreno fértil para reforzar algunos conceptos. Apuntándole al favor popular, a los lideres aspirantes a representar la sociedad, les produce buenos réditos hablar de las características mencionadas previamente como factores positivos para el éxito: Ser recursivo, aprovechador de las oportunidades, creyente, y dispuesto a compartirlas con la familia y sus amigos, cuando se presentan. También produce réditos el reforzar la creencia que “el pueblo no se equivoca”. Las anteriores características o aspectos asociados a la idiosincrasia, en sí mismos no son indeseables en una sociedad. Parecieran características loables considerando la importancia de la comunidad de valores familiares. El problema es cuando se presentan en conflicto con algunos otros valores y creencias que no se analizan y ventilan objetivamente.   

Esos otros valores y creencias regionales tienen que ver con la concepción del rol del estado. El supremo “repartidor” de oportunidades. Bajo este rol es popular encontrar “malo”, “pecaminoso”, “imperialista”, “esclavista”, que se hagan negocios sostenibles y productivos a mediano y largo plazo por representar una amenaza del capital para el rol de reparto de oportunidades por parte de quien establece las reglas y las maneja. Como antídoto para evitar la escasez de “oportunidades” y regular su reparto, se han definido reglas que parecen cumplir este objetivo, pero no necesariamente el de hacerse más eficiente y productivo cumpliendo el objetivo de cada contrato. Estas reglas normalmente son pública prédica, como banderas de reivindicación popular: 

Las relaciones de la empresa privada con el estado y sus públicos, no puede ser “negocio”.

Todos deben tener igualdad de oportunidades para el reparto de la contratación, inclusive quienes no tengan conocimiento sobre los objetivos de los contratos.

La vigencia de los contratos debe ofrecer salida fácil al estado. Especialmente considerando que las “autoridades contratantes” cambian con cualquier cambio de gobierno, nacional, regional o local.

Aspectos como la propiedad intelectual, la inversión en infraestructura, la capacidad de investigación y desarrollo, el riesgo de la inversión, parecen aspectos descartables a la hora de evaluar potenciales suplidores de bienes y servicios al estado. La consideración de la orientación política de los clientes o usuarios de los bienes o servicios a contratar y el potencial reparto de oportunidades en la nómina del proveedor, parecen un factor muy importante a la hora de evaluar un proyecto y escoger una empresa. La estandarización de equipos y repuestos que redundan en menor complejidad de mantenimiento y operación, no parecen de mucho valor en las evaluaciones de inversión. (Recuerdo la compra de un avión presidencial cuya característica primordial fue la no consideración de determinada marca a pesar de su prestigio internacional, aunque para cumplir este requisito fuera necesario hacer inversiones cuantiosas para tratar de crear infraestructura de mantenimiento local independiente y el proveedor escogido no pudiese avalar el resultado de esas actividades ejecutadas por las fuerzas locales.) 

La toma de control por parte del estado, de empresas prestadoras de servicios de impacto parece un objetivo común en un grupo de mandatarios latinoamericanos. Ejemplos muy cercanos tenemos de empresas tomadas, con el pregón de ser convertidas en propiedad del pueblo, y lo que han logrado a partir de esa toma.

En paralelo, el mundo de los negocios a nivel internacional, más allá de lo regional, se ha venido afianzando en la conveniencia de emprender asociaciones estables, sostenibles, que permitan niveles de productividad cada vez mayores, no solo fuertemente soportados por el conocimiento y la tecnología sino también apoyados en procesos con aportes interculturales orientados a objetivos comunes y de conveniencia mutua a mediano y largo plazo. Empresas verdaderamente apreciadas y bien representadas en ambientes internacionales por los mandatarios de sus estados, que entienden que el éxito empresarial es parte muy importante del fortalecimiento de la economía de un país. Relaciones a mediano y largo plazo, que se tratan de mantener y adaptar por encima de circunstancias adversas o simples cambios políticos. Muestra de la resiliencia, es la recuperación post pandemia y el mantenimiento de canales de flujo como situación primordial aun en el ambiente de conflictos internacionales.  La exploración espacial, los establecimientos carcelarios, la salud, pueden ser un buen ejemplo de la contratación entre estados y empresas en países desarrollados.

Como se podrá comprender fácilmente, la relación y contratación de las actividades no puede ser puntual y fácilmente descartable según los caprichos del líder de turno.

La relación se basa en “alianzas estratégicas”

?             Alianza (RAE): Conexión o parentesco contraído por casamiento.

La acepción tomada del diccionario RAE, se explica sin duda: Establecimiento y mantenimiento de una comunidad de vida e intereses, “para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad”

Las verdaderas alianzas estratégicas empresariales en estos días, en la medida que se establecen dándole su apropiado valor a cada aspecto involucrado en el alcance de los objetivos comunes, probablemente tienen más estabilidad y proyección de visión y misión, que muchos matrimonios.

¿Cuántos matrimonios con discrepancias graves en la disposición del producto del esfuerzo común, tienen una real visión a largo plazo?

Según la concepción de los mandatarios que representan y supuestamente desean el progreso de nuestras comunidades, promoviendo y pregonando que los objetivos de nuestras sociedades deben estar en contraposición con los objetivos de las empresas que nos suministran bienes y servicios, ¿tendremos alguna oportunidad de integración en el mundo desarrollado? 

¿Lograremos mantener la cultura y propósito de sumar esfuerzos familiares solo hasta que la migración nos separe?



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.


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