Historia, patrimonio y memoria: encuentros de lo tangible a lo intangible y viceversa

LA CALLE 2 – SIMÓN PETIT – EL CANDIL – AÑO III – N° 123.

Nuestra historia, es la misma de la mayoría de los pueblos del mundo: con habitantes originarios que fueron sometidos a una condición esclava y en algunos casos desplazados por una campaña de expansión política y territorial de otro país. La historia de Venezuela, la menuda en detalles y registros de los acontecimientos, comienza con la invasión de los colonizadores que borraron la presencia de nuestros aborígenes a punta de mosquete y espada, de mazo y cachiporra que en franca ventaja atropelló, vejó y asesinó a los originarios habitantes de esta tierra firme.

No intento exponer sobre tal genocidio; pero si comenzar de alguna manera lo que a continuación tal vez sea argumento y motivación para un debate, y también para reflexionar hasta qué punto lo que en la actualidad forma parte de nuestra historia es sólo un gesto ante lo patrimonial, y lo patrimonial un estadio emocional de la memoria que se bifurca entre lo tangible e intangible.

Visto así, entendemos que todo fue la ejecución de una instrucción imperial para trasladar réplicas adecuadas a ese entorno ocupado, con tradiciones, costumbres y lo construido de sus regiones al nuevo mundo en el proceso de la conquista (esto último con iglesias, viviendas, cuarteles, etc.) Por eso la arquitectura monumental adquiere un valor que en lo tangible, su historia es memoria de un hecho que probablemente en su tiempo era hasta desapercibido por la cotidianidad; pero ahora nosotros, con cierto romanticismo hemos declarado que son testigos de una época que nos permite hasta especular lo que ocurría dentro de esos inmuebles o espacios que ahora conforman la ciudad.

Lo cierto es que hemos armado una historia sobre lo tangible y también la hemos destruido para convertirla en intangible. Y a su vez hemos hecho de lo intangible un tangible muchas veces fabricado sobre un falso histórico ¿Cómo es eso? Sencillamente, para dar paso al progreso hemos optado por acabar con lo que es un obstáculo a nuestros intereses o en su defecto hemos desdibujado y desvirtuado de lo real a lo irreal, construyendo de lo irreal una realidad imprecisa en su soporte.

Si detallamos que en la diversidad se manifiesta un multiverso, en algunos casos, imaginario de planos y dimensiones que arropan nuestra demanda en la investigación, veremos con claridad que en la vida lo que existe es y no es, y también ella en su complejidad está, y puede, asimismo, no estar. ¿Cuántas veces nos extasiamos viendo con nostalgia alguna fotografía de una vieja casona o una estampa de la gente y la ciudad, que sabemos existieron, pero ahora ni se recuerdan? Quiero decir: relativamente hemos tenido bastante historia en el tangible, pero en el intangible no la tenemos y viceversa.

Es más complicado de lo que pudiera parecer a simple vista. Hablamos de Patrimonio y Memoria, nos regodeamos en visibilizar la historia regional, pero sólo nos vamos a lo que está frente a nosotros. Tememos perderlo, pero nos limitamos a advertir que podemos perderlo y no a sugerir como seguirlo manteniendo. Y me voy a lo estrictamente local y, básicamente, lo que es mi entorno. Por ejemplo: en Coro (Falcón) hay un ícono, diría universal. Se trata de la Cruz de San Clemente, la cual todo el mundo ve en el recorrido turístico de la zona patrimonial y se toma fotos junto a ella; pero quienes se toman esa fotografía desconocen su historia, quién fue la persona que la hizo, si realmente ese es el sitio donde se celebró la primera misa en tierra firme del continente, de la misma manera que tampoco existe junto a la cruz un dispositivo con la reseña informativa de por qué se llama San Clemente. Sencillamente está allí, y por la gracia y misericordia de Dios, sigue allí. Y bien es sabido que lo que no se conoce no se defiende ni se ama.

Entonces la gente pasa, se toma la foto y sigue; pero nadie en absoluto se pregunta ¿Cuánto de vida útil le queda al madero? ¿Tendrá comején? ¿Existirá algún procedimiento para preservarla 500 años más? Y si eso no se ha previsto, cuándo se caiga ¿a quién responsabilizamos? Lo que es un tangible puede convertirse en un intangible y en un vago recuerdo de que alguna vez existió un monumento que llamaban la Cruz de San Clemente.

Esto ya ha sucedido con otros monumentos de la época colonial y ni se diga de lo aborigen. Amén de la alfarería, de la que se ha recuperado en las excavaciones, los testigos de la cultura ancestral se manifiestan únicamente en tradiciones que como sabemos, en la evolución y dinamismo de los pueblos y en la inquietud y adecuación e innovación al gusto generacional, se le agregan nuevos elementos que no garantizan un evento o ritual químicamente puro, como por ejemplo es el caso de Las Turas.

Pero no crean que esto sólo haya pasado con los monumentos y tradiciones. Sucede también con la historia de sucesos que van transformándose hasta llegar un punto en el que no sabemos si creer o dudar por la forma en la que está planteada y escrita la recreación del hecho. Valga decir que una mentira dicha mil veces se convierte en verdad y he aquí que algunos personajes históricos son fabricados en un retrato que no corresponde a la realidad. Podemos mencionar como víctima de esos caprichos incluso al mismo Bolívar, a quien le hemos endilgado tantas cosas como Bolívar periodista, Bolívar ecologista, Bolívar abogado, Bolívar poeta, etc., cuando lo que más podemos endosarle a su genio es el haber sido un excelente estratega militar y un extraordinario soñador en medio de una ingenua pasión por la política que lo llevó a las traiciones más infaustas que hayan podido sufrir.

De lo que hemos visto y leído, quienes somos testigos de excepción en esta época, podemos hablar y escribir con propiedad para los próximos 200 años, siempre y cuando no llegue la piqueta que silencia la conveniencia del momento a las voces que se encargan de los registros históricos. Lo cierto es que por ahora lo que declaramos como patrimonio, debe ser defendido, resguardado, preservado, promocionado, consolidado, por sólo nombrar unos deberes que tenemos para con el patrimonio, la memoria y la historia.

Mucha gente tiende a confundir el patrimonio con la historia y la historia con la memoria, como si estuviera escondiendo una pelota en tres vasos con esos tres conceptos en uno solo ante los ojos del espectador. Aquí está nuestro papel: no podemos seguir avalando esa ilusión, porque no todo lo que es histórico es patrimonio cuando lo histórico ha sido en desmedro y humillación al ciudadano, y no todo lo patrimonial es memoria, cuando la memoria es una imposición sobre la base de la aculturación y la transculturación. Se escuchará ortodoxo y hasta radical; pero exaltamos lo que nos hace daño, nos miente y hasta nos burla; mientras que lo que nos engrandece, visibiliza y define, lo subestimamos.

Sigo con los ejemplos: ¿podemos decir que el Complejo Refinador de Paraguaná es un Patrimonio de los Paraguaneros? ¿O podemos catalogarlo como un referente histórico que es memoria de un pueblo? Para algunos sí; para otros, no. Aquí como decía Cheo Feliciano: se soltaron los caballos; y en esa polémica, se desatan las pasiones. ¿Quién entonces tiene razón, si en su concepto más común considera que lo patrimonial es lo que por tradición y costumbre el pueblo vive y comparte año tras año? ¿Cómo definimos entonces lo histórico si para las zonas adyacentes a ese “monumento” poco o nada tiene que ver con su diario qué hacer? Vemos y hasta coexistimos el tangible; pero ese tangible es un bien del cual el ciudadano común no siente suyo. Lo tangible es un intangible en este caso.

Algo más interesante ocurre con la destrucción completa de infraestructuras o elementos de alguna infraestructura que el pueblo ha considerado patrimonio así no esté declarado o decretado oficialmente. Y sin embargo, asistimos con tristeza al ver cómo funcionarios que deben velar por lo histórico y lo patrimonial dan muestra de la más absoluta e imperdonable ignorancia. Vuelvo a Coro: hace algunos años se demolieron las casas de Juan Crisóstomo Falcón y Virginia Gil de Hermoso, dos personajes de trascendencia e íconos del estado, para construir un centro comercial y un negocio de telecomunicaciones.

Una plaza en pleno centro de la misma ciudad tenía la esfinge escultórica del arco de la federación, que fue colocada en ese sitio para hacer la 1era reconstrucción del arco. Fue “desaparecida” para supuestamente instalar un busto de José Félix Ribas donde todavía el taco o base que está en la plaza espera por él. La exposición de motivos para cometer tal crimen es que esa era una réplica de la estatua de la libertad norteamericana cuando ni cerca está de parecérsele. Jocosamente los vecinos del sitio dicen que ahora esa plaza que se llamaba Libertad es ahora la Plaza de los Dados por los dos cubos de concretos fabricados para el busto y por la lúdica afición a ese juego del funcionario responsable que se atribuyó la remodelación del espacio que nunca se hizo.

En La Vela, municipio Colina, la casa del más grande de sus hijos, Rafael Sánchez López, Rafuche, en lugar de ser un museo como fue siempre el anhelo de los veleños, hoy es un supermercado. Y en la plaza Bolívar de ese pueblo, los bancos de granito y mármol fueron demolidos para construir unos de concreto simple para darle a ese sitio “algo más moderno”, quitando de un tajo todo lo que ellos significaron para los poblanos. Y Punto Fijo, es peor que peor. Lo que para gran parte de los habitantes de esa pujante ciudad era el arco de entrada, hoy sólo es la ruina de un pilar demolido a la mitad porque estorbaba para la prolongación de una avenida de cuatro canales. Ese arco construido en la época de la dictadura de Pérez Jiménez era la entrada principal a la ciudad recién llegada, y era por así decirlo, el recuerdo de una visión que la ciudad también tenía de sí misma.

Lo que le comento es apenas una muestra y no sigo porque es impresionante como hemos perdido, ahora sí, la memoria. Ese paso de lo tangible a lo intangible nos ha enseñado, al menos desde otro lugar, que es indispensable pelear para que lo intangible se vuelva tangible. Quizá no ahora a reconstruirlo en lo físico, sino en lo espiritual. Somos un pueblo que en su esencia sigue siendo ingenuo en su acción de construcción de patria. Seguimos pensando a lo europeo y a lo norteamericano, en fin, nada nuevo porque dependemos incluso de una comisión de extranjeros que nos certifiquen que somos patrimonio y a la expectativa del qué dirán para que no nos pechen por hacer algo fuera de su formato.

Para ejercitar la memoria, además de leer recomiendan recordar todo acontecimiento o suceso que nos haya impactado. Yendo desde lo más sencillo a lo complejo –porque nos encanta hacerlo todo complejo- comencemos por el principio: ¿Quién fue Manaure en nuestra historia precolombina cuando fue llamado “el Diao”? ¿Cómo dos cimarrones, despreciados por su condición afroamericana, José Leonardo Chirino y José Caridad González, siendo “inferiores” a los ojos mantuanos de la época, hoy son más referidos en la historia local que ellos? ¿Cómo una mujer llamada Josefa Camejo, sin haber participado en batalla alguna es considerada una heroína? y ¿Cómo los campesinos serranos siendo adolescentes y en su mayoría analfabetos, entendieron mejor que algunos letrados y “camaradas” de hoy, que el abandonarlo todo sin pedir nada a cambio por hacer una patria digna y justa, es el sueño que nunca termina de llegar?

No sólo son las casas coloniales, la cuadra del barrio y la nostalgia de una ciudad que crece desordenada en su amor. El Patrimonio, la Historia y la Memoria pueden ser tangibles e intangibles, o viceversa. Va desde lo más grande a lo infinitamente pequeño, aquello que no vemos pero que está allí y que también es importante en el universo donde vivimos. Lo trascendente es que no sea circunstancial, porque eso es lo que nos mata. Que cada niño o niña se sienta el orgullo de dónde es, de dónde viene y hacia dónde va. La diferencia con el resto del mundo la hacemos nosotros.

Tenemos tanto que no sabemos lo que tenemos. Cuando entendamos que lo aparentemente trivial tiene el mismo valor que aquello que se considera invalorable, entonces quizá podamos entender también que el pasado no tiene futuro, sino apreciamos el regalo que nos da Dios y la vida; un regalo al que todos llamamos presente y que dependiendo de cómo lo respetemos, podemos con toda seguridad tener futuro.

Punto Fijo – Estado Facón – Venezuela

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