ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 229.-
Leyendo sobre el ultimo escandalo internacional en los deportes, me llamó la atención algo que me parece que pudiera estar empezando a gestarse y es la disminución de la dañina polarización. Pareciera que sí podemos empezar a liberarnos de ella. Por lo que se ve en las noticias, en menos de una semana luce como si el mundo entero se hubiera puesto de acuerdo casi que espontánea y naturalmente, sobre un tema sensible, vital, para la supervivencia humana. Bueno casi todo el mundo, una sola persona hasta ahora se ha manifestado en contra y hasta ha tomado la extrema acción de declararse en huelga de hambre, por lo que considera un juicio injusto y desproporcionado al actor principal de la noticia, su hijo.
La señora no está de acuerdo con lo que se está presentando como el juicio mundial deportivo del momento, y que cuenta hasta con el pronunciamiento, diligente y categórico de la ONU.
Obviamente no basta una disculpa, se requiere el linchamiento, la pena de muerte (o el ostracismo y escarnio) como ejemplo para un delincuente que a pesar de declararse arrepentido pidiendo disculpas, no alcanza a caer en cuenta, y hay que obligarlo a que lo reconozca, que su crimen no tiene en este momento parangón en el mundo y por tanto merece cualquier castigo ejemplar que se esté gestando. Probablemente producto de tantas mentes trabajando en ello, va a ser bien refinado, como para que sirva en el futuro, si no logramos salvar el mundo, como elemento de estudio reflexión y clave para entender la raza humana, y su concepto de adelantada justicia, por parte de los antropólogos extraterrestres que algún día visiten los restos que hayamos dejado de la tierra.
Nosotros los habitantes actuales podemos empezar a investigar un poco sobre la trayectoria humana y probablemente así logremos encontrar algo que calme nuestro deseo de justicia.
Creo que, primero que todo y aprovechando la unanimidad, el castigo debe ser público, transmitido en forma virtual a los rincones más escondidos, (probablemente se pudiera declarar ese día como de no pago de los servicios de internet) En un sitio especialmente simbólico (¿El coliseo romano podría ser? ¿O un templo budista? ¿El templo del Oráculo de Delfos? ¿O tal vez la plaza del Vaticano?) Con la indudable presencia de la mayor representación posible de niños, para que empiecen a entender desde muy jóvenes el verdadero concepto de justicia y el rescate, el renacer, de lo que se llamara en algún momento la “vindicta pública”, especialmente si se logra hacer con personajes verdaderamente reconocidos por ejemplos de vida, como maestros de ceremonias. (¿Algún reconocido presidente o expresidente ejemplo de rectitud? ¿Un aguerrido líder que le da el verdadero valor a las armas como medio de imponer la razón?) Las herramientas a utilizar para completar la experiencia, que debe volverse casi mística, deben lograr el objetivo final: que el castigo se aplique lentamente. ¿Pudiéramos pensar en nuestros antepasados con la Cicuta, o la crucifixión, o tal vez la participación protagónica de los asistentes, como podría ser el apedreamiento? Es difícil imaginarse el costo y éxito de un minuto de publicidad televisiva en un evento de esta naturaleza.
Si no fuese por lo bizarro de la situación, pareciera que a gran parte del mundo “interconectado” le pudiera parecer afortunado que se presentó esta “agresión sexual” (ya está más que catalogada) trascendental para la humanidad para que así, aunque sea temporalmente, el mundo puede librarse del stress que le producen otros hechos que parecieran de indudable menor importancia, como las invasiones de un país a otro, los incendios forestales, los picos extremos de calor, las muertes de emigrantes en todas partes del mundo, las matanzas en escuelas, la siembra de minas antipersonas en zonas perfectamente identificadas como rurales, o la tortura de presos políticos.
Creo que es digno de estudio y reflexión el fenómeno en que se convirtió “el beso”.
¿Que está sucediendo? ¿Una nueva pandemia? ¿La de rescatar valores como pilar fundamental?
Es reconocido que las empresas exitosas, le dan al cliente lo que este quiere. Aparentemente nuestro pueblo, por millones, está pidiendo la noticia sobre el beso y su tratamiento. Los medios de comunicación no pueden ser ajenos a esa solicitud y probablemente la entienden tanto, que responden no solo reseñando, sino cultivando su propagación.
¿En este caso el motor de la demanda será la sed de la sociedad por cambiar el destino de la humanidad a través de reconocer su sitial a la mujer y el colocar a la luz de los reflectores para su juicio, la violación de los derechos de otros o el abuso de poder, o las injusticias?
En primer lugar, no podemos pensar que es un hecho aislado. Ya algunas otras actividades nos han producido reacciones multitudinarias de la mano del mecanismo moderno de la inmediatez de las comunicaciones en dirección no aparentemente “lógica” en un marco de convivencia esperado. ¿De qué otra forma puede percibirse el disparo en las encuestas de un expresidente al exponerse ante el mundo pruebas de su deshonestidad y violación de la ley? ¿O la masiva consulta y seguimiento a influencers enseñando “retos” mortales a los jóvenes? ¿O el resurgimiento y denuncia hoy, de delitos de acoso ocurridos hace décadas por alguien que pareciera, que coincidencia, haber adquirido una sólida capacidad económica?
Por otro lado, será coincidencia que siempre, detrás de todos estos eventos, alguien, o algunos, o muchos, ¿aumentan significativamente su capacidad de “facturar” a muy corto plazo?
¿También será coincidencia que estos hechos opacan otros que normalmente alcanzan con sus efectos el presente y futuro de millones de ciudadanos, aunque no se den cuenta? El concepto de “circo” muchas veces opaca hasta el concepto de “pan”. ¿Qué pensaran los lideres políticos y el gobierno en general, cuando se habla de sanciones penales relacionadas con “el beso”? ¿A dónde alumbrarán los reflectores cuando se anuncian las tragedias por naufragios de cientos de migrantes?
Sin dejar de lado el respeto que me merece el interés de millones de “demandantes” de noticias y comentarios relacionados con “el beso” no creo que nos haya alcanzado, o nos hayamos contagiado con características de epidemia, del deseo de rescatar valores en forma arrasadora y reponer todo el tiempo perdido.
En mis altibajos de optimismo y pesimismo sobre el futuro de nuestras generaciones venideras, no se si en medio de la contaminación creciente que destruye nuestra naturaleza, también empieza a haber hechos o excusas (¿El beso?) que destruyen algunas defensas naturales a nivel de comportamiento grupal, al convertirse en elementos detonantes de características que pudieran hibernar controladas en las mayorías, pero que adecuadamente estimuladas se desbocan.
Creo que algunas condiciones de la naturaleza humana, aunque percibidas como perjudiciales, pueden ser enfocadas para el crecimiento y desarrollo. La ambición es un ejemplo de ello, entre otras cosas, por el propósito y la disciplina que nos puede generar. También el empecinamiento, lo podemos convertir en tesón para alcanzar buenas causas. Sin embargo, honestamente me cuesta trabajo, y de allí mi lapsus de pesimismo, encontrarle una buena utilización al “MORBO” como motor de crecimiento intelectual. El morbo pareciera que puede adquirir, por el contrario, la característica de ser el ingrediente que dañe cualquier receta de progreso, ya que, como decían mis abuelos, puede corromper hasta la sal. Puede llegar a ser la enfermedad letal silenciosa de la humanidad.
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.