José Antonio y las lágrimas de lluvia

CUENTOS DE A LOCHA EN UNA CUARTILLA – LUIS RAMÍREZ SÁNCHEZ – EL CANDIL PEDREGALERO – AÑO II – N° 55.-

La maestra Carmen Celinda, con el polvoriento borrador impregnado de la blanca tiza escolar, se apresta a impartir la lección del Libro Primario de Fuenmayor; que cuenta en prosa la tragedia de un tal ANTONINO y que se enunciaba en aquel libro de texto, de la forma siguiente: «ANTONINO fue por vino, quebró el vaso en el camino, pobre vaso, pobre vino y pobres piernas de ANTONINO»; y que nos hacían inferir que el susodicho recibiría una brutal paliza, dado el asombro y llanto copioso que observábamos en la ilustración, en donde ANTONINO miraba el vaso y el vino derramado en la calzada.

Todo era posible en el torrente de conclusiones emanadas desde las neuronas de nuestros tiernos cerebros, en aquel amplio salón de primer grado en donde 38 alumnos recibíamos clases de primaria, acrisoladas, éstas, por las palmetas y palmetazos aplicados a nuestras manos como parte del pensum de enseñanza en aquel tiempo de la dictadura perezjimenista

Era el mes de Octubre y los densos nubarrones, oscuros como la década y los pizarrones de otrora, hacían presagiar lluvias sobre el tejado percolado de aquella solariega casa en la Calle Guillermo D León con esquina Miranda en donde funcionaba la Escuela Nacional Graduada «Fabio Manuel Chirinos» y que ha sido simiente innegable de la infinidad de profesionales, talentos e intelectos que hoy son parte del Pedregal ausente.

ANTONINO llora… y mientras Carmen Celinda intenta explicar el castigo que a él le aguarda; se desencadena un palo de agua con rayos, truenos y centellas; a raudales baja el agua desde el Cerro Miracielos y El Calvario, rumbo al cajón del río en los predios de Santa María, mientras el llanto estridente de otro niño sentado en el último pupitre interrumpe la clase y en aquel mar de aguas del cielo las alarmas se encienden , pués el niño de seis años de nombre: José Antonio Pulido (+), desconsolado en gran llanto exclamaba: – ¡Ay mi madre, mi mamaíta Felipa, se la va a llevar el río-¡

El clamor y el llanto llegó hasta el Director Zavala quien habilitó al bedel Brisio y a la auxiliar Salomé, para localizar a José Antonio Pulido,padre(+); quien se apersonó en la escuela con sombrero y sobretodo de lona, montado en un caballo desde donde hizo trepar al párvulo José Antonio (+), para alejarse al pasitrote mientras el llanto continuaba inalterable bajo la lona de resguardo, aún cuando la quijotesca figura en escena se acercaba briosamente a aquella morada, diagonal al boulevard Gual y España en donde habitó esta honorable familia del viejo Pedregal de aquellos tiempos.

Coro, Estado Falcón, Venezuela

11 de mayo de 2019

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