EL CANDIL – AÑO III – N° 131.

El individuo tiene esencialmente dos opciones para vivir: mediante el uso de su mente o mediante el uso de la mente de los demás.

Los primeros son las mentes creadoras, los hacedores, los responsables del desarrollo y sostenimiento de la vida; los segundos, son la clase parasitaria y subhumana que infesta al mundo.

Aquellos individuos que decidieron pensar y actuar son los únicos que tienen el derecho de acceder, disfrutar y conservar aquello que produjeron o que intercambiaron con otros hombres productores; los vividores, solo tienen el derecho a empezar a trabajar y vivir de ello o buscar vivir de la voluntaria caridad de quienes producen los bienes y servicios necesarios para subsistir.

Pero cuando esa caridad es consecuencia de la coerción ejercida por nefastos sujetos quienes acapararon el poder del Estado y pretenden conferirle legitimidad a su actuar mediante el uso de sofismas colmados de pueril buenismo, ya no estaremos ante un acto de caridad, sino de un vil robo. Y ante esto, el hombre de bien solo tiene una alternativa: adoptar una postura intransigente de rechazo.

El fin no justifica los medios.

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