La culpa no es del mono, es de quien le da el garrote

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 207.-


Las últimas semanas han estado cargadas de noticias lamentables. Hechos cuya divulgación es masiva en los medios y las redes, aportando su ración de estrés a una sociedad cada vez más expuesta a acontecimientos que no deberían suceder, ni en la cantidad que se presentan, ni en la forma y características que los acompañan. Ya el término catástrofe se está desdibujando en las noticias. Casi que no podemos pasar una semana sin una nueva tragedia. Algunos de ellos tienen, además del tratamiento asociado a la descripción, la reacción de las autoridades en forma propagandística con el fin de disminuir su potencial impacto político, ante lo que en fechas pasadas aunque recientes, sería la consternación de la mayoría de la sociedad. No se trata en todos los casos, de delitos claramente identificados por la ciudadanía, como tales y ejecutados por actores materiales evidentes.

Se trata de verdaderas tragedias, aunque repito ya casi no se “aprecian” como tales por su cantidad y la propaganda, entre otras cosas. Se prefiere asociar parece que inequívocamente “tragedia” solo con “accidente” y de allí dar el salto a “desafortunado” y a hacer ver como de poco valor el análisis de la cadena de hechos que condujeron al “accidente” o a promover la elección de culpables fácilmente visualizables por la mayoría (siempre la necesidad de las mayorías absolutorias). Claro las declaraciones siempre, casi que en forma pregrabadas, anuncian la investigación “hasta las últimas consecuencias”.

Son muchos de ellos, casos donde además del delito de acción se presenta el “delito por omisión” Alguien que deja de hacer algo en la cadena de acciones que conducen al “accidente”.

Recuerdo en los entrenamientos de empresas serias, cuando se hablaba y aprendía la importancia de identificar la causa raíz, tanto en los incidentes (“casi accidentes”) como en los accidentes”.

En estas semanas circunscribiéndonos a América, se presentó la tragedia del incendio de un centro de migrantes donde fallecieron una cantidad de ellos. En otro país, se presentó la muerte de representantes de la autoridad que fueron en un caso rodeados, secuestrados previamente y en otro simplemente atacados por “ciudadanos reivindicando derechos” con los cuales el estado está negociando la paz. En otro país se presentaron nuevos casos de asesinatos a sangre fría, tiroteo, de niños en sus escuelas. En otro país, salió a la luz pública, un secreto a voces. El resultado de un “equipo de trabajo” que casi remata financieramente a la empresa estatal pilar de la economía. El “eficiente equipo” recientemente identificado, era multidisciplinario, Vicepresidentes, Gobernadores, Alcaldes, Empresarios. Eficientes ejecutivos todos. En otro país un simpatizante del nuevo presidente mato a tiros al simpatizante del gobernante saliente, en una discusión política. En otro país, en las últimas dos semanas fueron asesinados dos policías en servicio. En un caso también escandaloso un país suramericano a través de su embajador en otro permitió la fuga de un solicitante de asilo, condenado por corrupción mientras ocupaba un alto cargo. En el caso de un país centroamericano el grupo de expertos de derechos humanos afirmó al presentar su informe que: “el delito de lesa humanidad de persecución” se comete “desde las más altas esferas del Gobierno”. A estos, recientes, se pueden sumar muchos más, previos, que ya hacen rutinaria la situación. Caída de trenes elevados, caída de puentes, asaltos masivos, explosiones de minas u otras instalaciones y hasta nombramiento de delincuentes en cargos de representación del país.

Como se puede ver en los casos anteriores, todos ellos deberían ser considerados graves para la vida democrática y en convivencia de cualquier sociedad. Sin embargo, ¿cuántos de ellos tienen las características mencionadas antes? ¿Una minimización por parte de mandatarios, la ausencia de una verdadera investigación de las causas raíz? ¿El correspondiente reemplazo por una nueva masacre, la desaparición de la parrilla de eventos importantes en un par de semanas y el conveniente tratamiento de accidente?

La responsabilidad por omisión especialmente en el caso de funcionarios públicos manejando bienes y vidas de todos los ciudadanos, es especialmente grave cuando se trata de una responsabilidad asignada específicamente en el desempeño de sus funciones. Una declaración de un representante de la justicia o de la autoridad, manifestándose permisivo con actividades delictivas como el robo o asesinato, o restringiendo la actividad de subalternos establecida por la ley, como ordenar a la fuerza pública no actuar contra el delito, o a los jueces liberar culpables o a castigar inocentes, es desde todo punto de vista inadmisible si no deseamos que los delitos asociados proliferen. En alguna cultura oriental en casos de delitos por omisión de la adecuada supervisión de subalternos, simplemente y haciendo gala de la aceptación de sus responsabilidades, algunos ocupantes de altos cargos preferían suicidarse, mediante el Seppuku o Hará-kiri,  a sufrir la deshonra de ser objeto de juicio y condena de los ciudadanos que lo consideraban su representante defensor.

Creo que en nuestra cultura occidental nadie podría esperar el suicidio. (Aunque un expresidente suramericano lo prefirió, a ser juzgado) Sin embargo, por lo menos debería catalogarse de complicidad el no llevar a cabo la prometida investigación “hasta sus últimas consecuencias” o el cubrir con un manto simplificador de “lamentable accidente” el hecho.

Acordándome de mis etapas de matemáticas de bachillerato, se podría hacer un símil con el “máximo común divisor”. La búsqueda de un elemento común en la actuación de los responsables por omisión. Fácilmente podríamos encontrar que, factor común es la selección y nombramientos en posiciones de defensa de los valores de la sociedad, a personajes que no están capacitados para el cumplimiento de las responsabilidades del cargo bien sea por ignorancia, conflicto de intereses (¿Habrá salido esta frase del léxico de nuestros pueblos y representantes?), o simplemente carecer de los valores necesarios.

Mirando la otra cara de la moneda y aceptando la responsabilidad correspondiente, el pueblo elector, el que vota y el que se abstiene, que también es una forma de elegir, es en la mayoría de los casos el elemento clave (¿CAUSA RAIZ?) de muchas de las tragedias que aquejan a nuestras sociedades.

Es necesario para salir de este laberinto en que se ha convertido el hábitat de nuestras sociedades, que pensemos todos en una nueva versión de algunas máximas que utilizaban nuestros antepasados. Recuerdo una: “No solo hay que ser, hay que parecer”. Nuestros abuelos daban por un hecho la necesidad de SER y promovían la conveniencia de apoyarse en “parecer” para multiplicar la importancia de “ser”, útil, por ejemplo, o disciplinado, u honesto, o respetuoso. Creo que llego la hora de revisarlo. Tuvo mucho éxito y se volvió muy importante el PARECER. El éxito de esa forma de predicar llevó a las sociedades a moverse en forma pendular e incrementar la importancia del “parecer”, olvidándose que lo realmente importante es “ser”, especialmente a la hora de escoger representantes o educar descendientes.

Seguir practicando el “parecer” como de mayor importancia es seguir teniendo cada vez más “tragedias” inexplicables. Es seguir poniendo en práctica otra máxima que vale la pena recordar y que está vigente y se hace cada día más real: “LA CULPA NO ES DEL MONO, ES DE QUIEN LE DA EL GARROTE”

Creo que es importante sumar granos de arena teniendo en cuenta que los monos una vez tienen el garrote, no hacen diferencia entre quienes se lo dieron y quienes trataron de evitarlo. Destrozan irracionalmente todo lo que está a su alcance. Los monos y sus masacres golpean o le causan “accidentes lamentables” a todo aquel que se les atraviesa en su camino. Inclusive a aquellos que les dan el garrote y luego se arrepienten y tratan de quitárselo.

Creo que es posible con el apoyo decidido del mundo empresarial, con su enfoque de inversión en su recurso humano, pero también el aporte individual de muchas voluntades, crear mecanismos, desde cualquier parte del mundo para ayudar a formar realmente a jóvenes de nuestras sociedades, a apoyar emprendimientos, a ayudarlos a proyectarse en otros mercados, a premiarles su esfuerzo con más oportunidades de mostrarles el mundo posible, a darles herramientas, formación técnica, no adoctrinamiento. Creo que ese es el punto de partida para evitar que ellos mismos en nuestros países, sean quienes sigan repartiendo garrotes a falsos justicieros que no cumplen los requisitos para responsabilizarse por sus acciones,

Logros así sean modestos, pero obtenidos con esfuerzo, disciplina y el empeño de “ser”, más que el de aprovechar el “parecer”, deberían ser objeto de divulgación masiva. Nuestros comunicadores y todo aquel que tenga a su alcance la posibilidad de divulgar, podría poner su grano de arena y establecer redes de promoción y realce de acciones positivas, de emprendimientos y de ejemplos que se conviertan en buenas noticias. Por lo menos, esperanzadoras y aglutinadoras al saborear el premio a los esfuerzos honestos.  

¿Seguimos repartiendo garrotes? O… tratando de negociar y hacer entrar en razón a los monos, o… tal vez, ¿empezamos a “ser” creando oportunidades e incentivos para evitar que haya más monos armados y más “tragedias”?



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.  


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One comment

  1. Buenísimo. En mi criterio la deplorable situación de Venezuela, se le debe en primer lugar, a los millones de venezolanos que le entregaron al mono difunto la hojilla y luego por supuesto al difunto y a su batallón de araguatos. Tristemente.,..

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