La fiesta de los Nicolases – Simón Petit Arévalo

Por Simón Petit Arévalo

Mi abuelo Ladislao Arévalo, fue un hombre con quien descubrí eso que llamaríamos, costumbres y tradiciones. Solo algunas, por supuesto, no toda la diversidad que tenemos en Falcón. Por ejemplo, con él pude conocer sobre las peleas de gallos, los toros coleados y las corridas de toros, cuando éstas se hacían en aquellas ferias de la ciudad mariana a finales de la década de 1960 y principio de la siguiente.

Mi abuelo, hombre de campo y por esencia, rudo, se deleitaba viendo los distintos tipos de ganado que se exhibían esos días en el complejo ferial de Coro y aprovechaba a su vez el paseo para ver esa actividad tan criticada al maltrato animal y su matanza.

Luego en las noches, disfrutaba del espectáculo de la lucha libre o alguna rutina de los payasos del circo que religiosamente, año tras año veíamos en la feria. Por cierto, feria en la que no llovía y adicionalmente no te empapabas y te ensuciabas de barro, no era feria.

También con Papalao, tan pronto empecé a garabatear mi nombre a los cinco años, me llevó una madrugada a la oficina de identificación de la calle Comercio de Punto Fijo a sacarme la cédula. Allí me registré como ciudadano codificado de Venezuela. Y con mi abuelo, escuché las primeras décimas y salves serranas, en un viaje que hicimos a San Luis para asistir al velorio de uno de sus amigos cercanos.

En ese momento me habló de los haitones y de los duendes, de los trapiches y leyendas de la sierra, de la guerrilla campesina y de algunos personajes que todavía existían para la época. Me enseñó que no hay más cruz que la de mayo y que si el ser más grande de todos los tiempos murió con los brazos abiertos, ¿por qué yo tengo que cruzarlos ante las dificultades de los hombres y el mundo?

A decir verdad, con Papalao tuve la fortuna de ser ese nieto que le acompañaba en distintas faenas y actividades de la tercera edad como ir al banco, sentarse en la plaza a conversar con sus contemporáneos, moler el maíz, preparar la mazamorra de la tarde y compartir su tiempo de ocio mientras tallaba algunos juguetes de madera que, sinceramente, eran muy rústicos y feos, cabe decir. Pero también cada vez que podía me llevaba de viaje.

De esos viajes, recuerdo que ibamos al año dos veces a Pedregal para las fiestas de San Nicolás, las de Tolentino y las de Bari. En aquel entonces no prestaba atención a ello; pero me interesó lo curioso del santoral. Entonces supe que San Nicolás de Bari era quien hacía los regalos a los niños en navidad y por él surge esa tradición que posteriormente comercializaron su imagen con una historia impuesta y distorsionada, llegando incluso a cambiarle el nombre por Noel y Klaus. De San Nicolás de Tolentino, a esas fiestas fui unas tres veces entre 1970 a 1972.

La de Bari era en Piedra Grande, con una iglesia cuya historia dice que fue construida en 1879, con paredes de barro, techo de tejas, ventanas y puertas de madera. Una estructura que cambió en 1928 sustituyendo el piso original por cemento pulido. Así mismo las puertas de madera se reemplazaron por hierro y ahora las paredes son de ladrillo y cemento al igual que las columnas. Jacinto Morles hizo las campanas y estas, junto a las tejas, son lo único original que en la actualidad queda de la iglesia.

La iglesia de San Nicolás de Tolentino, fue construida en 1904 con paredes de adobe y piedra, con piso de ladrillo y ventanas y puertas de madera. El campanario fue construido por iniciativa del padre Angel Fuguett y la iglesia fue remodelada en el 2002.

Al menos las han considerado para mejorarlas en sus instalaciones; pero destruyeron lo original de su estructura. Lo patrimonial se perdió con estas remodelaciones. De eso conversé con el padre Alejandro Cerviño hace muchos años quien fue párroco de Pedregal y para ese momento lo era de La Vela de Coro. Alejandro como buen jesuíta criticaba al gobierno regional y al nacional por esa pédida de la memoria.

Pero recordaba las fiestas de San Nicolás, que como toda fiesta patronal de cualquier pueblo, incluía misas, juegos de mesa, festival gastronómico, peleas de gallo, música ambiental, el templete de la noche y los fuegos artificiales que no podían faltar. Papalao las disfrutaba mucho. Allí se reencontraba con los amigos, entre quienes recuerdo, los Pulido, los Ferrer, los Riera, los Gutiérrez, en fin, familias cuyo aprecio era entrañable y sincero. Yo asistía a la misa con la negra Alfonsa, la mamá de Angel Chirinos y quien crió a mi primo Victor Gutiérrez. Allí Papalao me dejaba a cargo de ella y la negra se ocupaba de entretenerme durante mi estancia en el pueblo.

Esas fiestas, sin duda, eran un bálsamo para mi abuelo, cuyo semblante brillaba con su sonrisa que dejaba al descubierto su diente oro. Con su flux azul marino y camisa blanca, sin corbata, y sobre él, su sombrero pelo e’ guama que celosamente guardaba en un escaparate de la casa cuando regresaba a Punto Fijo.

Entonces uno va creciendo y, por naturaleza propia, busca otro espacio. Los amigos de la cuadra, los panas de la escuela y los juegos con los compañeros contemporáneos, te van alejando de quien siempre quiere que estés con él.

Hasta 1973 mi abuelo fue a esas fiestas. Nadie quería acompañarlo porque cada cual tenía sus ocupaciones. Y tampoco querían dejarlo salir sin compañía por su avanzada edad (en ese momento ya tenía 84 años) A veces lo notaba nostálgico al llegar las fechas de esas fiestas, imaginando lo que estarían haciendo sus amigos de farra y en dónde estaría él.

Un 5 de julio de 1976 se nos fue; pero quisimos que se fuera bien vestido, como solía hacerlo cuando se iba de viaje, porque seguramente esperaba llegar ante los Nicoláses con su flux y su camisa blanca (ahora sí: encorbatado) y, claro está, con su sombrero pelo e’ guama y una sonrisa plena e iluminada con su diente de oro.

Punto Fijo – Paraguaná- Estado Falcón – Venezuela

Domingo, 3 de mayo 2020

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2 comments

  1. Muy lindo recuerdo de nuestro Papalao. Suerte que pudiste acompañarlo por tanto tiempo y escuchar sus cuentos de otras épocas. Escríbelos que ese pasado hay que recuperarlo.
    No recuerdo nada de la negra Alfonsa que cuidaba a nuestro primo Vitico. Tienes fotos de Vitico?

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