En los años sesenta la discusión acerca de la viabilidad del capitalismo o del socialismo para el futuro de América Latina, tenía importantes partidarios en cada bando. A pesar de las de las denuncias de Kruschef acerca de los crímenes de Stalin y de la sangrienta invasión soviética a Hungría en 1956, paradójicamente dirigida por el mismo Kruschef, existía en las mentes de muchos intelectuales la utopía socialista.
La llegada de Fidel Castro al poder había alborotado las lumpias a buena parte del estamento político. Les hizo creer que tocaban el cielo con la mano. En Venezuela, nació el MIR como división de AD. Paralelamente muchos jóvenes políticos se armaban y se dirigían a las montañas. Las guerrillas se convirtieron en el camino más corto llegar a la revolución socialista.
– ¿Y ustedes con esas montañas tan grandes no han hecho una revolución? – preguntaron los barbudos cubanos el 23 de enero de 1959 cuando acompañando a Castro en su visita a Caracas, observaban la majestuosidad de El Ávila.
Seguramente el cerro les parecía gigantesco al compararlo con la Sierra Maestra. Para ellos la revolución era cuestión de montañas. Algún deslenguado observó que si ese era el indicador para medir revoluciones, la primera debió darse en el Himalaya.
Los intelectuales del boom literario, figuras mundiales del realismo mágico latinoamericano, eran fans de Fidel y su revolución. Mario Vargas Llosa fue el primero que se apartó de esa idea y le costó no pocos sinsabores.
La invasión a Checoslovaquia en 1968 tuvo un importante costo para el ideario comunista. Teodoro Pettkoff cuestionó a fondo el llamado socialismo real en su libro “Checoslovaquia o el socialismo como problema”. Nacieron el MAS y otras organizaciones de izquierda en esa línea. En Europa tomaba auge el eurocomunismo. Ahora se hablaba del socialismo democrático. Algo así como llegar al comunismo sin pasar por la dictadura del proletariado. Socialismo rosa, le dijeron algunos.
El derrocamiento de Allende hizo reflexionar a muchos socialistas acerca de la inviabilidad de este sistema por cualquier vía. En España Felipe González marcó ruta al deslindarse del marxismo. En Francia, los catorce años de gobierno de Mitterrand demostraron que el socialismo no marxista tenía pocas diferencias con el liberalismo.
La estocada final al comunismo la dieron: los chinos con el cuento de los gatos de cualquier color que cazan ratones, la caída del Muro de Berlín, y la Unión Soviética cuando abandonó su revolución de setenta años.
El comunismo quedó para la historia, con pocas excepciones en el mundo. Entre ellas la Cuba de Castro, de quien por cierto se dice que el día que apoyó la invasión a Checoslovaquia y no dejó dudas de su sumisión al comunismo de la URSS, los tanqueros soviéticos repletos de petróleo que se dirigían a la isla, bajaron la velocidad a la espera de acelerar o regresarse, de acuerdo al sentido de las declaraciones de Castro, quien no lo dude, en su infinita sabiduría habría recordado aquel refrán de cuando el perro muerde al amo…
EL CHAVISMO, UN FENÓMENO YEYÉ GOGÓ
Cuando el mundo creía que el comunismo era una cuestión superada en el siglo XX por represiva, totalitaria e improductiva, apareció el “socialismo del siglo XXI”. Por Dios…
Algo así como que en pleno siglo XXI, aparezca un “pavo” yeyé gogó con copete, pantalones brinca pozos, medias gruesas, zapatos machote, camisas cuello largo y con un cuarenta y cinco de César Costa en la mano.
El chavismo es un fenómeno político de ideas superadas. Fidel Castro, indudablemente el Lex Luthor latinoamericano, en un alarde de estrategia y hasta de adivinación, recibió a Chávez en La Habana con honores de Jefe de Estado en 1994, cuando éste salía de la cárcel. Lo deslumbró, lo educó y… lo aprovechó.
– Dios mío, tu sabes que yo soy ateo; pero gracias por mandarme este muchachote – y que rezaba Fidel.
LA IZQUIERDA REFORZADDA
En los años sesenta había en América Latina tres referencias políticas: Betancourt por la democracia, Castro por el comunismo y Chapita por las dictaduras. Hoy el esquema ha cambiado. Los políticos de izquierda ya no están solos. La nueva forma de ser izquierdista ahora los muestra acompañados con guerrillas que a su vez se alimentan del narcotráfico y se refuerzan por movimientos terroristas árabes. Todo un bloque. No hay que ser muy avezado para vislumbrar a ese bloque izquierdista ha participado en las desproporcionadas respuestas que se han dado ante problemáticas de Chile, y ahora de Estados Unidos.
Ya quedaron para los inocencios aquellas peleas que anunciaban en esta esquina el capitalismo y en esta la otra el comunismo. Es fundamental comprender estos cambios que han generado los nuevos bloques de izquierda, para comprender a qué nos enfrentamos hoy los defensores de la democracia.
LAS SECUELAS DE LA “REVOLUCIÓN”
Para los venezolanos quedaron atrás las discusiones ideológicas acerca del capitalismo o el comunismo. Todos los palpamos en carne viva el verdadero significado de los conceptos que maneja la “revolución”. Que la “inclusión” es una corrida de venezolanos que, como en la Cuba de los años sesenta, se excluyen de su país en busca de una sobrevivencia decente. Que la “igualdad”, es para los enchufados. Que la “solidaridad”, es con los países panas. Que la “democracia electoral” está plagada de ventajismo gubernamental, de partidos políticos y dirigentes inhabilitados, de protectores en sitios donde gana la oposición, de árbitros rojitos. Que el “hombre nuevo” es uno de los nueve millones de venezolanos que padece de hambre en su pavoroso marco de pobreza crítica. Que la “productividad socialista” (¿círculo cuadrado?), es una Pdvsa destruida, hiperinflación record mundial y los sueldos más bajos de América Latina.
Ante tan cruda realidad, los teóricos izquierdistas han quedado tan demodé como los alquimistas que buscaban transformar el plomo en oro, o como los buscadores de petróleo con varas.
Cual Rey Midas al revés, la “revolución” ha tocado al país con más potencial de América latina y lo han convertido en uno de los más pobres. Ninguna teoría “revolucionaria” podrá justificar este desastre.
Y menos cuando los venezolanos palpamos todos los días en carne viva (herida abierta, hipersensible y sin cicatrizar), este deterioro en la calidad de vida. Usted querido lector seguramente mientras lee estas palabras padece de escasez de agua, cortes de electricidad, el peor internet de América, televisión por cable ídem y además escaso, un sueldo mínimo infinitamente inferior al de Haití, hospitales desahuciados, comida inalcanzable. Y ahora sin gasolina, sin gas, sin renta petrolera. Nos acercamos a la primera hambruna petrolera de la historia.
¿Por cierto, desde cuando no sale usted de vacaciones con su familia? Y si no hubiera pandemia, ¿le alcanzarían los ingresos para ir al cine o para comer perros calientes con sus hijos?
Dicen que los países no llegan nunca a tocar fondo. Sin intención de asustarlo le invito a proyectar: si esta “revolución” sigue digamos diez años más en el poder, ¿Cómo estaría Venezuela?, y ¿Cómo sería su nivel de vida?… ¿velas, siembras en los balcones, leña, gallineros verticales, caballos con carretas, señales de humo pada comunicarse?
Proyecte y no se preocupe, ocúpese. Ocúpese de participar, de no ver los toros desde la barrera, de liderar, de exigir a sus líderes que dejen de estar parcelándose en varias oposiciones que constituyen el gran capital del gobierno.
Ocúpese de exigir Unidad y Estrategia, Pactos Unitarios como el de Punto Fijo, La Moncloa, el de Chile o el de Colombia en el 58.
El problema es muy serio y requiere soluciones de fondo. Sin exagerar, es la hora de salvar a Venezuela.
Pilas y guáramo siguen siendo nuestras primeras necesidades.
NOTA: Tomado del Blog «Petróleo sin reserva» con autorización de su autor.
Caracas-Venezuela
Domingo, 7 de junio 2020