EDUARDO TURRENT DÍAZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 182.-
Hace un par de semanas falleció a los 91 años de edad el último jefe de Estado que tuvo la extinta Unión Soviética, Mikhail Gorbachov. En nuestro medio, ese fallecimiento detonó una catarata de notas periodísticas y piezas editoriales marcadas en su mayoría por una, que creó, la gran incomprensión que ha rodeado a esa figura histórica. Gorbachov fue poco comprendido en su momento histórico y lo sigue siendo hasta la fecha. En tal sentido, más que como un reformador y pacifista hay que evocarlo como la que en efecto fue: como un realista con poca fortuna, que fracasó en su intento de salvar la supervivencia de la Unión Soviética mediante su reforma económica (“perestroika”) y la apertura política (“glasnost”).
En su momento de poder a la cabeza de la Unión Soviética, Gorbachov hizo una observación adecuada, pero un diagnóstico totalmente incorrecto. La observación fue respecto a que la economía de la Unión Soviética y de sus países satélites ya no podía sostener la carrera armamentista con el Occidente capitalista. Esa carrera armamentista había dejado a las poblaciones del bloque socialista en un atraso fatal, en cuanto a nivel de prosperidad y bienestar material. El atraso era evidente, imposible de ocultar. Y fue por esta razón que Gorbachov aceptó negociar el desarme con EE.UU. No porque hubiese sido en gran pacifista y un filántropo.
Pero el error de diagnóstico de Gorbachov resultó catastrófico. Pensó que el sistema económico y político del comunismo tenía arreglo para poder subsistir. Ese fue el sentido de las reformas “perestroika” y “glasnost”. Pero el modelo no tenía arreglo posible. De ese tamaño era la inviabilidad de la economía estatizada y planificada. Y el costo humano del sistema político totalitario había sido inmenso, afectando de paso tremendamente a la actividad económica. Una economía no puede avanzar, cuando el sistema político convierte a sus ciudadanos en robots atemorizados, sin iniciativa propia alguna.
Más que la caída simbólica del Muro de Berlín, lo que comprobó el desplome de la Unión Soviética fue la disfuncionalidad flagrante de la economía de Estado planificada. Cuando después de la caída del Muro, los curiosos observadores de Occidente fueron a revisar las instalaciones industriales de Alemania Oriental, encontraron solo chatarra.
Así ocurrió, pero en América Latina cientos de profesores de economía y miles de alumnos en las universidades públicas no se enteraron. De hecho, siguen sin enterarse hasta la fecha.
Este artículo fue publicado originalmente en El Economista (México) el 8 de septiembre de 2022.
NOTA DEL EDITOR: Artículo tomado de la página del «Instituto El Cato. org», y publicado en «El Candil» con autorización de sus administradores.
Excelente sintesis del fracaso comunista…!
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