Por Milton Quero Arévalo

A Miguel Ángel y Carmen Victoria, mis padres.
A veces caen los rayos de sol por los pupitres tatuados y con maravillosa precisión iluminan los surcos, llenos de tantos sucesos de los años, donde otras voces hablaron de sus amores, donde otras historias se hicieron con la navajita y la punta del lápiz.
La tarde suele venir así, acompañada por un sol que se viene arrastrando desde la sierra, porque es pinchado por todos estos cujíes que tenemos.
Entonces, la férula de la maestra Ramos nos muestra a Juan de Ampíes, fundando en 1527 la ciudad de Santa Ana de Coro y Chucho comienza a llorar la semblanza del feral conquistador, porque después de tantos meses de pizarrón rayado puede repetir la crónica sin equivocarse. Sin embargo, me dice:
-¿Cómo es posible que un hombre atraviese el océano, para venir a fundar esta ciudad, que lo único que tiene es este sol tan arrecho?
Yo no le contesto, porque estoy como siempre, mirando el globo terráqueo y pensándome en un país lejano y remoto, pero de nieve, más el hispano es avieso, porque nos enseña una fe que no es la nuestra y que con el tiempo se ha hecho carne.
-¿Cuántos nombres tenemos que aprendernos Milton? Oigo a Monche a mi costado.
-No muchos mi rey -le digo.
Porque Monche, el hijo de la señora López, es más fuerte y glorioso que Juan de Ampíes. En los urinarios nos lleva a otros descubrimientos, donde impera la carne y el deseo. A su oficio de prestidigitador asiste toda el aula “C”. Entonces el sencillo hijo de la señora López es obsequiado con brazaletes de perlas, penachos de vistosas plumas, chágualas de oro y hamacas de curiosas labores.
El rey Monche hace su acto. Saca de su bolsillo un papel azul, pero que intuimos será de otros colores, lo despliega poco a poco y aparece ante nosotros una hermosa pierna, con vellitos de oro. Monche ríe. Nosotros no. Nadie habla, sólo nuestros pechos agitados se pronuncian, con la firme intención de apresar esas nalgas blanquísimas perfectamente redondeadas. ¡Y el orine de todos estos años traspasándonos de deseo!
Monche saca su lengua y recorre esas tetas y pezones y las paredes que estallan sudorosas, al igual que nosotros, porque la miel de esa carne no la olvidaremos nunca.
Germán y sus cinco cigarras al pecho, con las alitas recortadas nos las muestra orondo como trofeos de guerra, una guerra que nunca existió y que sólo él se pensó. Lee unas letras al borde que nadie observó: ¡Laura es capaz de conquistar a cualquier hombre! A esta hora de la tarde Laura está completamente desnuda, con tan sólo un látigo en la mano y yo pienso en mi primera blasfemia: “Cambiar la fe de los cristazos por la fe del látigo”.
La maestra Ramos se sube los anteojos con su dedo índice y nos habla de los españoles, entretanto Armando, que se viene arrastrando por los pupitres me dice:
-¿Por qué tantos conquistadores en estas latitudes?
Germán se agarra la camisa y su sudor salta con sus cigarras, mientras el deseo se nos empoza en la ingle, donde se hace nudo y dolor.
-¿Por qué esta brisa estival que no cesa?
En esta tierra seca, donde los almendrones cuando caen dejan una mancha negra, todo el mundo se pregunta algo: ¿Qué verano éste tan lleno de preguntas?
Mi madre se queja de su suerte, se muerde las sienes y entrega por encargo tortas Royal. Yo le hablo del conquistador y ella se maravilla de Juan de Ampíes, mientras bate con sus manos las tortas. Se lleva el dedo a la boca y con ese sabor a Maizina Americana me dice:
“Persona de suposición
autoridad y talento
y factor de la real hacienda"
Yo apruebo la lección, pero ya es tarde, porque ella es la hija del cacique Manaure y el español está pidiendo su mano, para juntos fundar el Virreinato de Coro con la venia de Carlos I de España y V de Alemania.
Mi madre corre loca de alegría por los médanos, ya que es dueña de todas estas tierras y se complace en entregar granitos de arena a todos sus súbditos.
-¿Cuántas tortas he entregado en este verano mamá?
Y mamá abre el fruto del cardón con sus dos manos y se lo obsequia al español. Éste lo muerde gustoso y corre por sus labios la sangre de la fruta y el sexo de mi madre.
-¿Cuántas tortas he entregado en este verano mamá?
Pero mamá no contesta, porque hace el amor con el hispano, mientras mi padre se traga todos esos gases de la refinería y es rechazado por todos, menos por mí, que tomo su vianda y su casco y aspiro esos gases para que la cabria no tenga la última palabra.
El mechurrio rompe la pureza de este aire que tenemos, mientras la escuela se despereza, ante la sombra de los árboles que la toman por asalto. Entre tanto una voz se alza solícita en el aula “C”.
-¿Quién fue Juan de Ampíes?
Nadie contesta. Solamente yo tengo el valor para levantarme y decir:
-Fue un amante de mi madre.
Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela
Sábado 13 de abril de 2019

Excelente!