Las dictaduras no son iguales ¿cuál te gusta?

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO III – N° 142.

En estos días hablando con alguien muy allegado, a raíz de una publicación de las intimidades de los astros deportivos profesionales, los “Influencers” y los “Gamers”, me preguntaba si las redes ahora hacían el papel de los bancos centrales, pero con dinero “virtual”: Imprimir dinero para hacer a la gente feliz. Porque, me indicaba, que había leído sobre los millones de seguidores de artistas y nuevos personajes de las redes que obtenían ingresos multimillonarios según la cantidad de seguidores que tenían. ¿De donde sale ese dinero, se preguntaba. En ese mundo virtual no existe inflación por emitir dinero sin respaldo?

Apoyándome en una afirmación que utilizo frecuentemente “Si quieres aprender, trata de enseñar” intenté explicarle algunas cosas alrededor de esos ingresos que se obtienen por las actividades virtuales dirigidas a participantes que juegan, opinan, reciben premios y reconocimientos y hasta dinero “gratis”.  Para tratar de entender fácil lo de la gratuidad pensé en los niños. Entiendo que los niños son los principales clientes en muchos casos de juegos, canciones, tiras cómicas, que empiezan a volverlos adictos a edades cada vez más tempranas y ellos no pagan. Quién paga por esa distracción, ese pacificador, ese disparador de reacciones que requiere de tantos psicólogos, programadores, administradores y fabricantes de equipos y accesorios?

Fácilmente cualquiera al llegar aquí, puede pensar que es una tontería no saber que los padres son quienes compran todos los juguetes, los equipos, y reciben y responden con creces las cartas a San Nicolás, que desde los equipos móviles se envían a toda hora, no solo los diciembres. El pequeño problema que nos podría hacer pensar un poco es el relacionado con la competencia entre los diferentes juegos que se le ofrecen “gratis” a los niños para que estén tranquilos y dejen trabajar más a los padres, para que les puedan comprar más juguetes. Los amigos psicólogos tienen un reto y es cada uno hacer que “su” juego sea el más utilizado. Es necesario medir cuan efectivo es el juego. Cuantas veces es utilizado. Cuantas veces es visto y cuantas veces “ha gustado”. Y como era de esperarse de la inteligencia humana y su capacidad de administrar y crear empresa, nació el indicador medible de resultados, el “LIKE”.

Según el número de “Likes” que me den como respuesta yo tengo o “soy” un buen producto para el mercadeo de algo.  Hasta aquí me parece todo comprensible y explicable. Inclusive que te paguen en dinero físico por ver o jugar algo. En otras palabras ponerle un precio a los “Likes”

Esto se entiende muy fácil con la explicación de los niños, pero aplica a cualquier actividad en la red. Desde sitios de recetas, modas, predicadores, hasta recomendaciones de salud, sexo o pornografía.

Los cantantes hoy en día no venden discos. Conquistan Likes. ¿Y los políticos? Pagan a equipos que obtengan “likes”, que como en todos los casos, se pueden convertir en compra de algo, llámese alimentos o votos.

Sin embargo hay otro problema. ¿Como obtener los likes? ¿La población que accede a los diferentes medios de divulgación tiene que ver muchos videos? ¿O jugar muchos juegos? ¿O leer muchos artículos? ¿O comparar muchos cantantes, productos y candidatos?

El volumen de información en las redes es impresionante. Captar la atención de los consumidores y lograr sus “likes” es el gran reto. Se debe apelar a mecanismos para lograr la atención. Análisis muestran que después del primer contacto visual con una información, invitación o simplemente combinación de sonidos y diseño de la pantalla, se dispone de menos de 10 segundos para que el observador mueva el dedo y mediante el pulsar de una tecla, cambie de pantalla o permanezca. Después de captada la atención, quien publica dispone de otro lapso igual de corto para despertar la “simpatía” como reacción del receptor del mensaje ante lo que percibe, permanezca conectado, y pulse la tecla de “like”, o empiece a interactuar activamente y esa interactuación genere los “likes” deseados por el mercadeo.

¿Quién duda que el proyecto ha sido exitoso? ¿Que todos entramos todo el tiempo y otorgamos “likes» o rechazos? ¿Quien no percibe la dependencia desarrollada?

En días pasados una pareja de amigos llegó media hora tarde a un almuerzo porque “llegando nos dimos cuenta que se nos había quedado la tableta del niño y si no la tiene no nos deja almorzar. Nos devolvimos a buscarla»

Unos niños que conozco le “ordenan a su madre» lo que desean para el almuerzo» vía la red, antes de llegar a casa y otros hicieron una encuesta y el 80% de sus amigos quiere ser “you tuber» o “instagramer».

¿Cuál ha sido entonces el mecanismo para lograr ese “éxito»? La “Revolución de las Emociones».

Apelar a las emociones del receptor. La ira, el odio, el amor, la compasión, son disparadores de respuestas, no necesariamente racionales o meditadas. Por otra parte el reforzamiento del “derecho” a la gratificación inmediata y la satisfacción asociada al ejercicio del “poder”, complementan el marco dentro del cual se presenta cualquier información o contenido en las redes. ¿Qué faltaba para completar la receta perfecta y vender los “likes” a una audiencia deseosa de ejercer el poder de concederlos o negarlos? Una presentación adecuada. Un título, imagen o sonido prometedores, para captar esa atención inicial necesaria. El trabajo de diseñadores de páginas, psicólogos, y redactores de titulares, ha sido incansable pero les está dando sus frutos. Hemos llegado a la “realidad de la virtualidad” y no a lo que fuera al comienzo, la interpretación de la realidad mediante la comunicación virtual. Hoy lo “virtual” es una realidad, apoyada inclusive por la “monetización” de los click casi que independiente de los contenidos, solo los títulos.

Acciones que parecen increíbles se asocian a ese ejercicio de tratar de obtenerlos. Acciones en el marco de lo legal o ilegal. Fakes news, engaños, manipulación de las mentes infantiles, invitación a exponer la vida con “retos” y practicas peligrosas, manipulación de hechos, degradación de la dignidad humana, y muchas cosas más, se practican con tal de ser partícipe del mundo de los “Likes”. ¿Lograr que las redes se vuelvan el mecanismo por excelencia para las convocatorias a multitudes a convertirse en hordas salvajes o instrumentos de su propia destrucción no son manifestación o síntomas de ese mundo de los “likes” como resultado del manejo de las emociones? ¿Acciones como el ataque concertado a las instituciones, la destrucción irracional de reputaciones, la creación de matrices de opinión, no son el resultado de explotar la emoción reactiva de los seres humanos y el ejercer su poder de castigo, venganza, o premio, como gratificación inmediata mediante el accionar de una tecla ante lectura de un simple titular o un párrafo de 140 caracteres?

Definitivamente hemos llegado, probablemente en forma de comportamiento democrático de una mayoria, a la “Dictadura de los Likes” a partir de la “Revolución de las Emociones”

¿Ud. también promueve o es partícipe de esa dictadura? ¿Cómo calma Ud. a sus niños y los prepara para ser electores? ¿Los forma dispuestos a votar con solo leer 140 caracteres, o ver una foto, u oír un “jingle»?  ¿Disfruta Ud el poder de dar “likes”? ¿Le gusta esa “dictadura”?   

BOGOTÁ – COLOMBIA

   

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