Para quien empieza a curiosear y conocer sobre el municipio Democracia, tiene por obligación una parada fija en el sector El Solitario, vía a Pedregal. Y la verdad el caso es digno de reseñar porque, por lo general, hay quien tiene de mascota algún animal doméstico como los gatos o los perros, o pájaros, e incluso hicoteas o tortugas. Hay quien en su excentricidad puede tener serpientes o monos, o ratas y lagartijas, en fin, de todo un poco y eso en este tiempo ya no es extraño.
Sin embargo, en El Solitario hay algo bien curioso desde hace unos 20 años atrás. Y es que muy cerca de allí está la represa Las Piedras, donde muchos animales van a calmar su sed, incluidas las iguanas. Pues sí: de iguanas se trata esto. Y la historia me la contó Vitermina Gutiérrez poco antes de dejarnos del plano físico.
Resulta que Vitermina observaba a diario una cantidad de iguanas que desfilaban frente a sus ojos, y el paso de éstas a la represa para ir a beber agua, era justamente el patio de su casa.
En lugar de ahuyentarlas lo que hizo fue ganarse su confianza. Sabía que la dieta de las iguanas eran hojas, alguna que otra fruta, y entonces comenzó a alimentarlas con hojas de lechuga, repollo, desperdicio de vegetales, legumbres y hortalizas.
Las iguanas fueron aumentando en su número, porque de alguna manera, si en los humanos se corre la voz, en las iguanas no sé cuál será su correo, pero lo cierto es que allá iban a dar. Lo más asombroso era que las iguanas esperaban la salida de Vitermina al patio y ésta las acostumbró que cuando ya “la mesa estaba servida” les llamaba con un sonido característico que se convirtió en un código para las iguanas de que era la hora de comer.
“Pipipipipipipipi…” Vitermina así las convocaba al centro del patio donde las iguanas junto a los gallos y gallinas se peleaban por la ración diaria que esta mujer compartía para los animales. Comenzó a llamar la atención -al resto de los habitantes de la casa y a quienes se acercaban a ella-, el espectáculo de tan singulares visitantes, porque eso era otra de las curiosidades: tan ponto quedaban satisfechas en su apetito, las iguanas, al mejor estilo de cualquier humano aprovechado, hacían como San Blas, es decir, ya comiste…ya te vas.
Hay que agregar que con el tiempo se fue aprovechando esa circunstancia y se pensó en hacer un criadero de iguanas para subsistir. Y así fue; aunque a Vitermina no le gustaba mucho eso de vender y beneficiar las iguanas para comercializarlas porque ese negocio tiene restricciones y prohibiciones legales; pero a la “chita callo” fue haciéndose fama hasta que llegó el momento en el que decidió no venderlas, sino seguirlas alimentando y manteniendo.
Entonces El Solitario y Vitermina se convirtieron en una referencia curiosa, tanto así que cuando alguien quiere conocer a Pedregal, le recomiendan, primero recorrer sus pueblos circunvecinos para compartir con la gente; segundo, disfrutar de la gastronomía local y de las inexploradas minas de cuarzo y carbón, y por último, llegar hasta la casa de Vitermina y tomarse un selfie con las iguanas como prueba de que sí fue a Pedregal.
Lo que comenzó como una acción noble de alimentar esos animales, hoy es un comentario jocoso y una estampa de que donde come uno comen dos comen tres y así sucesivamente. Una manera de honrar y alabar no solo a Dios sino a nosotros mismos al considerar que el planeta es de todos y hay que convivir con quienes lo habitan, a pesar de las diferencias.
Punto Fijo-Estado Falcón-Venezuela
Domingo, 24 de mayo 2020

Que bueno que Vitermina las alimentaba, tuve una vecina una viejita «mal encarada» llamada Catalina, en Dabajuro, que tenía enterradas en el patio unas «pipas» que tapaba con latas de zinc, donde criaba las iguanas para venderlas…..pero le gustaba asustar a los muchachos con el ruido que hacían las pobres iguanas….
Muy bueno tu cuento Simón,. No sabía nada de Vitermina y sus iguanas. Gracias.