ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO III – N° 153.
Los «éxitos» de una economía planificada son un claro ejemplo de aplicación de la famosa frase de Bastiat: «Lo que se ve y lo que no se ve».
Muchos consideran un logro el que, mediante la redistribución forzada de la riqueza, se reduzca el coeficiente Gini de un país, el cual mide el grado de desigualdad de ingresos. Esto es lo que se ve.
Pero de lo que nunca hablan aquellos que defienden este tipo de políticas es que con ellas erosionan la productividad (muchos prefieren dejar de trabajar para vivir de subsidios, y las empresas querrán producir menos para que se les expolie en menor cuantía), desincentivan las inversiones (en vista de que el inversor será gravemente expoliado), y, en consecuencia, generan desempleo, desabastecimiento y encarecimiento de insumos, y el total estancamiento de la economía nacional. Esto es lo que no se ve.
Otro caso muy citado por los defensores del socialismo implementado en la Unión Soviética (un socialismo científico «a la Lenin»), es aquel en el que se pavonean de que la extinta nación fue, en su momento, una potencia en la carrera al espacio y del desarrollo científico. Esto es lo que se ve.
Lo que no cuentan o deliberadamente omiten es que, para que eso fuera posible, se tuvo que obliterar casi todas las libertades individuales, forzando a millones a trabajar para satisfacer los enfermizos deseos de los líderes del partido por mostrarle al mundo su inexistente grandeza, quienes, junto a su entorno, eran los únicos que vivían cómodamente; y a quienes no se alineaban con su postura, se les enviaba a los Gulag. Esto es lo que no se ve.
Como se puede advertir, ninguna política que requiera socavar los derechos individuales para lograr sus objetivos puede ser plausible. Ante los ojos de quienes no analizan lo que sucede a su alrededor, muy en especial en tiempos como los actuales en donde la enorme mayoría es absorbida por los medios masivos, esos «logros» podrán parecer el ideal a alcanzar, pero para quienes no han cedido ante el encanto de un discurso cuya engañosa retórica solo maquilla lo pútrido de sus fundamentos, no solo es algo que se tiene que rechazar de facto, sino que se necesita de su participación activa para ayudar a hacer entrar en razón a otros, y así procurar el colapso de la sociedad.
Solo la gente de bien, aquella que se esfuerza por un mejor futuro, es la única que puede salvar a su nación.
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