Mambrú no quiere ir a la guerra, ¡Que dolor, que dolor, que pena!

ÁNGEL ALBERTO BELLORÍN – EL CANDIL – AÑO IV – N° 202.-


La mayoría de los militares no escapan a la realidad de un modelo corrupto y fracasado que acabó con el concepto de Estado y sus instituciones fundamentales, destruyendo la nación y sus valores


1.- A MANERA DE PRÓLOGO

Está circulando por las redes sociales la fotografía de un oficio que, de ser cierto, fue elaborado en el Comando Estratégico Operacional (CEO) de la Fuerza Armada con fecha 12 de febrero del 2023.

2.- EN DOMINGO HIJO DE GATO NO CAZA RATÓN

Casualmente, el día de celebración de la Batalla de la Victoria y día de la Juventud Venezolana fue la fecha escogida para establecer » líneas estratégicas operacionales» en este vergonzoso y lastimero panfleto firmado por el General Domingo Hernández Lares que, si mal no recuerdo, hijo de un coronel homónimo que llegué a conocer en mis tiempos de joven oficial del Ejército.

3.- PRESENTE DE INDIGNIDAD, FUTURO POCO PROMISOR.

Al tener ante mis ojos el oficio, confieso que sentí mucha vergüenza, pena ajena y por supuesto recordé mi época de estudiante de bachillerato y el prestigio que en esa época significaba las academias militares.

Por esas casualidades, hace pocos días, en mi escrito anterior sobre salario mínimo vital, mencioné los compromisos rotos de  los prospectos de admisión de la década de 1970 y un slogan de la Escuela de Aviación que anunciaba a los bachilleres la oferta de «Un futuro promisor»

La Guerra revolucionaria» del Chavismo arrasó con Venezuela, cambió su pasado, acabó con nuestro presente y por supuesto nos robó ese futuro promisor ofrecido. La realidad está ahí, a vista de todo el quiera verla y para ello dos dedos de frente de cualquier joven son suficientes. La siguiente cita es pertinente para un breve ejercicio de comparación.

4.- LOS HOMBRES QUEBRADOS EN LA GUERRA DE LOS REYES NUEVE PENIQUES.

La situación de ausencia de motivación de los jóvenes militares venezolanos a continuar en la carrera militar, solicitar su baja o desertar por considerar que cometieron el error de ingresar, así como la poca motivación de jóvenes estudiantes a incorporarse a las academias militares, no es un hecho aislado al quiebre institucional y nacional como pretende hacer ver el oficio del CEO. Al solicitar esa baja difícilmente los muchachos escribirán sus verdaderas razones.

Al detectar la ceguera racional o complicidad inducida que se desprende del oficio al culpar nuevamente a la «guerra económica” como causa principal, me trasladé mentalmente   a un pasaje de una reciente y afamada  obra de ficción muy galardonada hace pocos años.

Para aquellos que como yo se deleitaron con la serie «Juegos de tronos» recordarán la valiente fornida y noble guerrera Brienne de Tarth, personaje ficticio de la saga Canción de hielo y fuego de George R.R Martin.

Específicamente me refiero a los episodios cuando acompañada del gordito Podrick marchaban a cumplir la promesa de rescatar a las hijas de Catelyn Stark. Existe un discurso que no apareció en la serie de televisión, pero se refleja en el libro, dentro de su capítulo titulado «Brienne» del Festín de Cervos, cuarta obra de la saga Canción de Hielo y Fuego.

Para que los lectores puedan hacer alguna analogía me permito compartir sólo un extracto resumido de lo que se ha denominado «El discurso del Septos Meribald» cuyo contenido total por extraordinario recomiendo leer.  

CITO.

» ¿Mi señora? —intervino Podrick—. ¿Un hombre quebrado es un bandido?

—Más o menos —respondió Brienne.

El septón Meribald no estaba de acuerdo.

—Más menos que más. Hay muchos tipos de bandidos, igual que hay muchos tipos de pájaros. Tanto el andarríos como el pigargo tienen alas, pero no son lo mismo. A los bardos les gustan las canciones de hombres buenos que se ven forzados a saltarse la ley para combatir a un señor malvado, pero la mayoría de los bandidos se parecen más a ese perro rabioso que al señor del relámpago. Son hombres malvados, instigados por la codicia, amargados por la vida taimada; desprecian a los dioses y sólo se preocupan por sí mismos. Los hombres quebrados pueden ser igual de peligrosos, pero también son dignos de compasión. Casi todos son gente sencilla, hombres del pueblo que nunca habían estado a más de media legua de la casa en la que nacieron hasta que un día, un señor cualquiera se los llevó a la guerra. Mal vestidos y mal calzados, marchan tras sus estandartes, a veces sin más armas que una guadaña o una hoz, o una maza que se han hecho ellos mismos atando una piedra a un palo con tiras de cuero. Los hermanos marchan con los hermanos; los hijos, con los padres; los amigos, con los amigos. Han oído las canciones y las anécdotas, así que caminan con el corazón anhelante, soñando con las maravillas que verán, con las riquezas y la gloria que conseguirán. La guerra les parece una gran aventura, la mayor que vivirá la mayoría de ellos.

» Luego prueban el combate.

» Algunos se quiebran nada más probarlo. Otros aguantan años, hasta que pierden la cuenta de las batallas en que han intervenido, pero alguien que sobrevive a cien combates puede quebrarse en el ciento uno. Los hermanos ven morir a sus hermanos, los padres pierden a sus hijos, los amigos ven a sus amigos tratar de volver a meterse las tripas después de que los haya rajado un hacha.

» Ven caer al señor que los llevó allí y, de repente, otro señor les grita que ahora lo sirven a él. Reciben una herida y, cuando todavía la tienen a medio curar, reciben otra. Nunca tienen comida suficiente; el calzado se les cae a pedazos de tanto caminar; la ropa se les desgarra y se les pudre, y la mitad se caga en los calzones porque ha bebido agua que no era potable.

» Si quieren unas botas nuevas, una capa más caliente o, tal vez, un yelmo de hierro oxidado, tienen que quitárselo a un cadáver; no tardan en robar también a los vivos, a los aldeanos en cuyas tierras luchan, a hombres como los que eran antes ellos mismos. Les matan las ovejas y les roban las gallinas, y de ahí a llevarse también a sus hijas sólo hay un paso. Y un día miran a su alrededor y se dan cuenta de que todos sus parientes y amigos han desaparecido, de que luchan al lado de desconocidos y bajo un estandarte que ni siquiera identifican. No saben dónde están ni cómo volver a su hogar; el señor por el que luchan no sabe cómo se llaman, pero ahí está siempre, gritándoles que formen una línea con sus lanzas, sus hoces, sus guadañas, para defender la posición. Y los caballeros caen sobre ellos, hombres sin rostro envueltos en acero, y el retumbar de su ataque parece llenar el mundo…

» Y el hombre se quiebra.

» Da media vuelta y huye, o se arrastra entre los cadáveres de los caídos, o se escabulle en plena noche y busca un lugar donde esconderse. A esas alturas, los hombres quebrados ya ni piensan en volver a casa. Los reyes, los señores y los dioses les importan menos que un trozo de carne medio podrida que les permita vivir un día más, o un pellejo de vino agrio con el que ahogar sus miedos unas horas. Viven de día en día, de comida en comida; son más animales que humanos. Lady Brienne no se equivoca: en estos tiempos que corren, los viajeros deben cuidarse de los hombres quebrados, y temerlos… Pero también deberían compadecerlos.

Cuando Meribald terminó, un silencio denso se hizo en el pequeño grupo. Brienne escuchó el sonido del viento entre un grupo de sauces, y más allá, el canto lejano de una gavia. Oyó también el jadeo del perro, que caminaba, con la lengua colgando, con el septón y su asno. El silencio se prolongó largo rato; fue ella quien lo rompió.

—¿Cuántos años teníais cuando os llevaron a la guerra?

—Pues sería de la edad de vuestro chico, más o menos —respondió Meribald—. Sí, demasiado joven, pero todos mis hermanos partían; no quise quedarme atrás. Willam me dijo que podía ser su escudero, y eso que no era caballero, sólo un pinche armado con un cuchillo de cocina que había robado en la taberna. Murió en los Peldaños de Piedra sin llegar a asestar un golpe. Se lo llevó la fiebre, igual que a mi hermano Robin. A Owen lo mató un golpe de maza que le abrió la cabeza, y a su amigo Jon Pox lo ahorcaron por violación.

—¿La guerra de los Reyes Nueve peniques? —preguntó Hyle Hunt.

—Así la llamaban, aunque no vi ningún rey, ni gané un penique. Pero era una guerra. Era una guerra. “

FIN DE CITA.

5.- MUERTE FÍSICA Y COMA INDUCIDA.

Me parece que en el párrafo compartido está el reflejo de lo que sucede en Venezuela. Allí veo retratado muchos jóvenes de la Guardia Nacional en numerosas alcabalas, lanzados a la sobrevivencia sin que sus superiores militares se hagan responsables de cubrir necesidades básicas ni se atrevan a exigir al gobierno tal responsabilidad.

Se dibuja en esa cita la realidad de muchos cuarteles del Ejército sin presupuestos, con

tropas bajo el comando de jóvenes oficiales, también sometidos a problemas de sobrevivencia propia y familiar, colocados por su doble responsabilidad entre la espada y la pared.

Son demasiadas coincidencias en estos 24 años de revolución chavista transformada en una guerra de destrucción del país que ha quebrado a muchos venezolanos.

La inmensa mayoría de militares no escapan a la avasallante realidad de un modelo corrupto y fracasado que acabó con el concepto de Estado y sus instituciones fundamentales, destruyendo la nación y sus valores.

Puedo afirmar categóricamente que, salvó aquellos que en estos 24 años hicieron cualquier cosa inimaginable para llegar a los altos cargos que hoy deslucen, los militares son los primeros quebrados. Cada quien tiene sus horrorosas e individuales batallas en un inmoral sálvese quien pueda, auspiciado desde el desgobierno.

Así no quieran aceptarlo en forma frontal, los altos mandos, han sido responsables y culpables de haber contribuido a ejecutar la venganza comunista contra la Fuerza Armada.

El escrito de Domingo Hernández Lares es el certificado de defunción de esa Fuerza Armada valerosa y digna que valientes oficiales, entre los que estaba su señor padre, contribuyeron a colocar en el sitio más alto del pedestal de admiración institucional de la Patria.

Hoy con más pena que vergüenza el segundo de un eternizado Padrino López, se ve obligado a tratar de curarse en salud dejando por escrito y con torpeza lo que desde hace años es sabido.

Cómo descubriendo el agua tibia lo vemos piando tarde y como el pajarito del refrán, exigir a sus subordinados «Presentar a la brevedad posible recomendaciones que permitan decisiones que busquen solucionar esta situación»

Una brevedad desesperada que sin embargo y para guardar apariencias con esa verdad que conoce pero que no permitirá que nadie escriba, coloca entre un paréntesis intercalado a la orden, («Luego de analizar el problema con profundidad»). Sabemos por experiencia que esa profundidad no existirá y que ninguno de sus subalternos escribirá la verdad.

Así como hicieron con la muerte de Chávez, Domingo Hernández anuncia en forma disimulada que dentro de 5 años la fuerza armada en minúsculas va a desaparecer operativamente, cuando en realidad en el año 2008 fue decretada su extinción mediante aquella ley habilitante que publicó una inconstitucional ley orgánica de las fuerzas armadas. Al igual que a Chávez, la fuerza Armada se ha mantenido en coma inducida.

En su informe, Domingo Hernández no se atreve a escribir con valentía la verdadera causa del fallecimiento y evade llamar por su nombre la enfermedad que durante más de veinte años hizo metástasis en la calidad que ahora menciona.

Su oficio pareciera reflejar una pretendida sorpresa al enterarse que la Fuerza Armada es un cascarón vacío en cantidad.  Todos los militares medianamente pensantes sabemos que ese vacío de cantidad fue    provocado por una larga ausencia de calidad.

En el día de la juventud del año 2023 el alto mando militar se percató que en la uniformada tribu revolucionaría hay «mucho cacique y poco indio»

6.- EL FARO CON DESTELLO BIENHECHOR.

» Y ya que son las páginas de un libro como un faro, pidámosle su claro destello bienhechor llevemos como brújula que el éxito encamina, constancia, disciplina, lealtad y pundonor.».  (Segunda estrofa del himno de la Academia Militar)

En un momento trascendental para la nación venezolana, los verdaderos militares tienen que reflexionar en esa Constitución, que tanto el Chavismo como el Madurismo han violado a diestra y siniestra apoyados por cómplices y alcahuetas militares. Ese es el libro, allí están sus páginas.

Escondidos detrás de la pretendida «Debida obediencia» y el cómodo «Entendido», aunque en forma evidente ante la opinión pública, los diferentes altos mandos de las Fan han permitido al gobierno incumplir la carta magna.  Esto a cambio de beneficios personales que también han sido públicos y notorios

El momento es propicio para recordar al casi inexistente Artículo 328 entre varios mandatos desplazados y pisoteados por la corrupción moral, de tanto militar extraviado. En ese artículo está el claro destello bienhechor.

No se requiere «»equipos de trabajo» para leer y entender su encabezamiento que desde 1999 ordenó   que la Fuerza Armada Nacional constituye una institución ESENCIALMENTE PROFESIONAL. Solo había que determinar las características y necesidades de una profesión exclusiva y especial., que no permite otro patrono ni acepta el libre ejercicio.

 «No tener militancia política «, es otro mandato que en el mismo artículo orientaba aquella condición profesional única de la Fan.  Ha sido público y notorio que todos los oficiales de los altos mandos se han comportado y se comportan como militantes del partido de gobierno. Los subalternos allegados los han imitado como seguro pasaporte.

El 328 con claridad sorprendente también ordena que » en el cumplimiento de sus funciones la Fuerza Armada está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna» Los hechos están allí.

El último mandato de ese mismo artículo 328 es la esencia de la desmotivación y se refiere a la seguridad social propia que se regirá por su propia ley «

Los jóvenes venezolanos, más allá de ser testigos del desprecio nacional por los militares, observan su futuro reflejado en cualquier militar honesto en situación de retiro.

7.- A MANERA DE EPÍLOGO. DURMIENDO CON EL ENEMIGO

Por más que esa parcialidad política a la que se subordinaron se disfrace con uniforme verde oliva de Comandante de las fuerzas Armadas, existen sobradas pruebas que lo señalan como representante del comunismo, enemigo natural y tradicional de una Fuerza Armada con mucha historia.

Obviamente que el sr Maduro no es un militar profesional de carrera, peor aún, no es profesional competente en alguna disciplina del conocimiento.

Ningún oficial en actividad escribirá sobre esa variable que es la causa principal de la debacle.



Ángel Albero Bellorín
Ángel Albero Bellorín

Coronel Retirado del Ejército Venezolano. Abogado Magna Cum Laude. Lic en Ciencias y Artes Militares. Magister y Doctor en Derecho Constitucional. Estudios Doctorales en Educación y en Seguridad y Defensa. Profesor Titular en institutos de postgado de la Universidad Militar y Universidad Simón Rodriguez.

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