Mandatarios y mandante. Yo prometo

VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO III – N° 122.

Comentaba en estos días con un colega sobre la situación electoral en América Latina. El panorama se está poniendo interesante. Esperemos que la participación aumente en esos venideros procesos a pesar de la polarización que se refleja en las votaciones “a favor” y “en contra” por el aparente deseo de los votantes de votar por “el menos malo”, “evitar” que alguien llegue al poder o “castigar” a alguien. Como hemos podido observar en épocas recientes, las elecciones cada vez más se tornan emocionales. Cual campañas de mercadeo como lo reconocen los expertos electorales, se trata de “vender un producto” como sea, sin importar su real contenido, los compromisos y garantías del servicio, o las reales ventajas del “comprador”. Como resultado, tenemos cada vez más campañas, donde recurrir a la emocionalidad de los votantes es lo que produce más dividendos, tanto a los asesores, como al “producto”, independientemente del desencanto que puedan sufrir en corto tiempo los “compradores”.

Normalmente cuando se está en la búsqueda de alguien para que haga un trabajo se evalúa su historia, su formación, sus características, tratando de encontrar a alguien con buenas probabilidades de éxito. Las normas y análisis objetivo de las posiciones establecen generalmente unos requisitos mínimos, que pueden ser ampliamente alcanzables y así es como para cada posición de elección en un pais democrático siempre se presentan múltiples candidatos que esperan el favor popular. En días pasados en un pais de la región había 18 candidatos.

Sentimientos como el Odio, el deseo de Venganza, el Temor, y la admiración por aparentes banalidades como la indumentaria, la imagen, los accesorios, la voz, se vuelven “factores decisorios” a la hora de depositar el voto en cualquier elección de un “representante”. Se pueden recordar frases como “NN es como tú”, “xxxx comprende tus necesidades”, “ese hombre si camina”, “no volverán”, “centrados en ti”, “juntos haremos historia”, “NN la esperanza”. Si a estos slogans se le suma “promesas”, es muy probable que el votante convierta la ILUSION en voto.

Para alguien que quiere depositar su voto en forma racional, objetiva, no emocional, el camino que se recomienda es el estudio, evaluación de historia y resultados de los candidatos en posiciones anteriores. Aunque un poco difícil, se puede lograr probablemente en una minoría de los votantes. El factor complementario, difícil de medir por cierto, es el COMPROMISO real de los candidatos con los objetivos perseguidos por la comunidad. Allí es donde aparecen las promesas que apelan a la credibilidad, los slogans, el mercadeo y algunas argucias como alianzas, “desinteresadas”, reparto de posiciones etc., edulcoradas con PROMESAS que aunque no estén bajo el control del candidato, se presentan como un hecho ante el electorado: “Acabaré con la pobreza”, “Todos tendrán educación gratis”, “Todos tendremos salud gratis”, “Seremos potencia económica”, “Seremos potencia deportiva”, “En dos años no habrá niños pobres” “Porque yo si lo quiero hacer, a diferencia de los demás que no lo desean porque no te quieren”. Recuerdo un presidente que emitió un decreto acabando con la pobreza y otro que prometió irse en dos años si no daba resultados.  

¿Qué podemos hacer? ¿Qué hace falta? Por los resultados que vemos, a solo un año casi ningún presidente electo tiene aceptación superior a 50%. Podemos deducir que la emoción sigue ganando a la objetividad. Partimos de la base que aunque es muy importante la participación, no es posible funcionar como sociedad eliminando la representatividad. Creo imposible funcionar de referéndum en referéndum a pesar de oír decir ayer a algún recién electo representante para una labor especifica en un pais sureño, al igual que lo hizo hace 20 años otro “líder revolucionario”, que “se acabó la representatividad, ahora solo habrá democracia participativa”. Aunque la primera acción sea cambiar la bandera y el himno nacional por decreto.

¿Podemos tratar de crear un mecanismo objetivo para que nuestras sociedades sean más exitosas eligiendo a sus representantes? La recompensa parece importante, no olvidemos que por votación popular se seleccionan presidentes, mandatarios regionales y municipales, así como legisladores. En otras palabras el gobierno, los “mandatarios”, que son quienes ejecutan el mandato que les da la sociedad que los elige y a quienes representan.

El reto es poder convertir los “YO PROMETO” en acciones concretas, medibles, comparables, que permitan tomar una decisión más allá de las emociones. Normalmente, cualquiera puede mencionar un objetivo ideal y deseado por todos como una promesa y luego acudir a despertar los sentimientos del electorado, su confianza, o desconfianza en el adversario. Lo difícil es concretar el “cómo” alcanzar el objetivo. Cómo eliminar la pobreza, cómo dar educación gratis a todos, cómo brindar salud a todos, cómo hacer vías, promover deporte, defender el pais, evitar el crimen, como generar energía… en fin, cómo hacer funcionar el pais, y a su sociedad feliz, que es la gran promesa en la que coinciden todos los aspirantes a mandatarios o legisladores. Con estas conclusiones me despedí del amigo esa tarde, no sin cierta frustración por ver pocas salidas.

Probablemente producto de mi preocupación esa noche tuve un sueño. Se me presentó un consultor profesional de análisis de procesos, al cual un organismo internacional de desarrollo le había solicitado el análisis de la situación que nos preocupaba a mí y a mi amigo presentando el resultado de su análisis al consejo directivo:  

Son conocidos los “programas de gobierno” elaborados por los aspirantes como material preelectoral pero que lamentablemente no son comparables. La columna vertebral del funcionamiento estatal es el presupuesto general y su distribución. Un presupuesto demuestra importancia y prioridades en el funcionamiento. Proyecta el balance que se le da al gasto vs la inversión. Revela también la necesidad de recaudación, definiendo el sistema impositivo para cubrir lo presupuestado. Un presupuesto concreta la seriedad de cualquier promesa, así sea de campaña.

Como cualquier licitación o proceso de selección, muy utilizado en cualquier empresa privada, se puede elaborar un patrón y pedir a todos los aspirantes que presenten su oferta bajo ese único patrón. Extrapolando, si se pide a los aspirantes que presenten un presupuesto para el funcionamiento del estado, para su primer año de mandato, este sería un elemento clave para la comparación y evaluación por el electorado antes de tomar una decisión. La gran diferencia es que se conoce de cada candidato, su propuesta concreta para alcanzar los objetivos antes de la elección.

Como complemento del presupuesto se puede formular los indicadores asociados a los diferentes tópicos y objetivos buscados. P.ej. Deserción escolar, Expectativas de vida, Cupos escolares, Técnicos, universitarios, % de pobreza, Cobertura de servicios, Desempleo, Kmts de vías, etc., pudieran ser algunos, a los cuales asociar el presupuesto y asignar valores como meta periódica. Todos a responder sobre lo mismo y en términos comparables.  

Las campañas electorales empiezan hasta dos años antes de una elección. Tiempo suficiente para que un equipo dedicado y comprometido investigue, haga sus sondeos, formule un presupuesto que refleje las prioridades y compromisos y defina los valores de los indicadores a alcanzar, concretando de esta forma realmente un compromiso del mandatario con el mandante que lo puede elegir. Un verdadero contrato.

Algo similar se puede hacer con los representantes de los poderes legislativos. Los aspirantes deben someter a sus electores los proyectos de ley que reflejen su interpretación de las necesidades de la sociedad que aspira representar. Sus proyectos de ley deben concretar sus mecanismos de implantación y fuentes de financiamiento e indicadores de control de manera que también sea un verdadero compromiso/contrato entre los electores y su representante.

Se ha demostrado que una entrevista en medios de comunicación, mítines en plazas públicas, y hasta debates, no representan reales compromisos y solo son “YO PROMETO”, que en relativamente corto tiempo se olvidan. De ahí el desencanto temprano frecuente. No hay compromiso ni del mandatario ni del mandante que lo eligió y dan cabida a oposiciones e inestabilidades también solo fundadas en emociones y deseos de revancha y no como suma hacia los deseos de las mayorías que han elegido y de la sociedad.

Al final de la presentación el consultor recomendaba al organismo, condicionar su ayuda a los diferentes países para el refuerzo de sus procesos electorales y democracia, a la adopción de un mecanismo que hiciera más objetivas las campañas y más susceptibles de medición los resultados de los representantes electos.

En ese momento me desperté. Con algún alivio por cierto, pensando que si puede haber soluciones cuando las sociedades lo desean. ¿Ud. que opina? ¿Si es posible?

Bogotá – Colombia.

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